Francia

Los inicios difíciles (y letárgicos) del segundo mandato de Macron

El presidente francés apuesta por un perfil bajo en las primeras semanas tras su reelección | El ejecutivo afronta una sucesión de polémicas

El presidente francés, Emmanuel Macron.

El presidente francés, Emmanuel Macron. / EFE

Ni 100 días, ni un mes ni siquiera 24 horas. El presidente francés,

 Emmanuel Macron, ha arrancado su segundo mandato sin el tradicional periodo de gracia. Después de su reelección el 24 de abril, Francia se adentró en un extraño momento político marcado por la letargia y una sucesión de polémicas. Aunque parte como favorito, el dirigente centrista afronta a partir de la semana que viene unas elecciones legislativas en que podría quedarse sin la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional.

Macron había prometido “una renovación completa” durante la campaña presidencial. A pesar de ello, este mes y medio del segundo mandato resultó un más de lo mismo con síntomas de agotamiento. Los únicos anuncios significativos tuvieron lugar con los nombramientos de la nueva primera ministra, Élisabeth Borne, y el resto de ministros. Estos dieron un mensaje de continuidad, a contracorriente de las expectativas creadas. 

El dirigente centrista apuesta por la misma estrategia que en las presidenciales, cuando logró adormecer el debate y retrasó su entrada en campaña hasta el último momento. Tras un mes de mayo letárgico, las tropas macronistas multiplicaron en los últimos días las críticas contra el nuevo líder de la oposición —la ultra Le Pen está totalmente desaparecida—: Jean-Luc Mélenchon, al frente de la flamante coalición unitaria de la izquierda. ¿Este catenaccio político resultará de nuevo exitoso para Macron? ¿La baja participación —los franceses votan más en las presidenciales que las legislativas— será clave para desmovilizar al joven electorado de la izquierda? ¿O puede haber una sorpresa?

Sucesión de polémicas

A Macron no le espera un camino de rosas en los comicios del 12 y 19 de junio, según los últimos sondeos. Un estudio reciente del instituto Cluster 17 pronostica que la Nueva Unión Popular (izquierda) será la más votada en la primera vuelta con el 31% de los votos, por delante de la coalición Juntos (del presidente) con el 27%. Otro de Ifop prevé que los macronistas remontarán la situación en la segunda vuelta y conseguirán el grupo parlamentario más numeroso (entre 310 y 270 diputados), mientras que la gauche se quedará en 210-170. Pero la alianza afín al presidente podría quedarse sin la mayoría absoluta —un mínimo de 289 escaños—, lo que dificultaría el futuro del segundo mandato del mandatario.

En política, como en la física, no hay espacios vacíos. La ausencia de anuncios gubernamentales quedó compensada por una sucesión de polémicas. Primero, el macronismo se vio salpicado a mediados de mayo por la candidatura de Jérôme Peyrat, un diputado cercano al presidente que aspiraba a su reelección a pesar de haber sido condenado por “violencia conyugal”. Al final renunció a presentarse ante la presión mediática. 

Luego estalló el caso de Damien Abad, el flamante ministro de Dependencia y Solidaridad. El expresidente del grupo parlamentario de Los Republicanos (socios del PP en Francia) es acusado de violación por dos mujeres, según destapó el digital Mediapart. Abad, que sufre una artrogriposis en las dos piernas, asegura que su discapacidad le impide cometer agresiones sexuales y se negó a dimitir por estos hechos, sucedidos entre 2010 y 2011 y que no comportaron su imputación. Aunque estaba al corriente de estas graves acusaciones, Macron decidió nombrarlo ministro. Lo que reforzó la reputación del presidente de actuar con cierta manga ancha ante las acusaciones de violencia sexual. Su ministro del Interior, Gérald Darmanin, también es investigado por denuncias de este estilo. 

Fiasco de la final de la Champions

“Es algo dañino. Casi nadie me habla sobre ello durante la campaña, pero no es la imagen que queremos dar”, lamentó un diputado macronista sobre el caso Abad, en declaraciones al diario Libération. Cuando este affaire parecía amortiguado, surgió otra polémica: la caótica final de la Champions en las afueras de París. La imagen internacional de Francia no solo quedó dañada por el fiasco organizativo, sino también por los incidentes, como los robos, avalanchas humanas, aficionados intentando colarse, retraso de más de media hora y la policía gaseando a seguidores. A eso se le sumó la controvertida gestión comunicativa de Darmanin, quien hizo una mínima autocrítica y aportó datos discutibles al declarar que “la mitad de entradas (del Liverpool) eran falsas”.

“El Estado se está derrumbando ante nuestros ojos. (…) Ni siquiera son capaces de garantizar la tranquilidad de un partido de fútbol”, aseguró el miércoles Mélenchon en el principal mitin de la coalición unitaria de la izquierda en París, en que también puso como ejemplo de la mala gestión macronista la “inacción climática”, el aumento de la pobreza a causa de la inflación o las dificultades en la escuela y la sanidad públicas —el cierre de numerosos servicios de urgencias es uno de los temas del momento en Francia—. 

Mélenchon resulta un rival más temible para el presidente. No solo porque da menos miedo que Le Pen, sino también porque propone un programa de transformación social. En cambio, Macron parece no ir sobrado de ideas ante este momento de bifurcación histórica.

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