GUERRA EN UCRANIA

Bomberos de Járkov: "Antes pensábamos en el fuego, ahora en las bombas"

Los efectivos, acostumbrados a lidiar con incendios y accidentes, se enfrentan ahora a las consecuencias del conflicto bélico

Bomberos en la ciudad ucraniana de Járkov.

Bomberos en la ciudad ucraniana de Járkov. / Irene Savio

Irene Savio

El bombero Oleh Alenik se encuentra en la azotea de un edificio de nueve pisos en Jarkov junto con su unidad de siete subordinados. Se han enfilado metiéndose en una ventana un poco más grande que el cuerpo de una persona, y ahora están removiendo los escombros que ha dejado un reciente ataque. Los muros de la terraza tienen el aspecto de un queso gruyere, regalo de la artillería, pero el peligro mayor son algunos trozos de cornisa que se están desprendiendo y corren el riesgo de desplomarse en cualquier momento. Los hombres trabajan en ello rápido bajo el sol, al filo del vacío. Pero, de repente, el estruendo de una gran explosión interrumpe la escena. A pocos kilómetros, están bombardeando, el humo gris tiñe el cielo, y ya no es seguro seguir trabajando. Se continuará mañana.

La guerra de Ucrania ha transformado radicalmente el trabajo de los bomberos de Járkov, ciudad a medio centenar de kilómetros de la frontera con Rusia en la que desde hace casi tres meses caen a diario las bombas. El equipo de Alenik, del distrito Industrial de Járkov, bien lo sabe. Desde que estalló el conflicto, el número de efectivos de estas brigadas se han visto diezmados por los que han tomado la decisión de irse de la ciudad y, con la guerra en marcha, los que quedan deben doblar turnos. Por ello, operan las 24 horas dos días seguidos; antes de la guerra el descanso llegaba después de un día de trabajo.

"La diferencia con lo que hacíamos antes es enorme. Trabajamos cinco veces más. Ahora tenemos que luchar con el fuego, rescatar personas y también tenemos que arreglar los edificios que han sido bombardeados", explica Alenik. "Además, los recursos que tenemos están al límite", añade. "Vivíamos bien, teníamos un buen trabajo y una buena familia. Ahora, nuestras familias están lejos. Antes cuando llegaba una llamada pensabas en el fuego, ahora pensamos en las bombas", lo interrumpe Yuri, otro bombero. "Todos los días hay gente que muere y casas que son destruidas", añade.

Coordinación con la fuerza militar

Aún así, ellos son siempre los primeros -junto con los paramédicos- en llegar después de un ataque, y los últimos en irse. "Sabemos que es nuestro trabajo, y lo tenemos que hacer", dice impasible Alenik, al explicar que la primera llamada llega casi siempre de civiles y de las autoridades, como en tiempos de paz, aunque ahora, acto seguido, se complementa con una comunicación con el mando militar. "Es un trabajo de coordinación", añade.

Pasó así, sobre todo en el comienzo. Cuando llegó la alarma de un ataque contra el vecindario Gorizont, uno de los tantos barrios dormitorio de Járkov, la brigada de bomberos del distrito Industrial no tuvo mucho tiempo para pensar. Eran las cuatro de la tarde del 28 de febrero, cuatro días después del inicio de la guerra de Rusia en Ucrania, y las llamadas a la centralita telefónica no paraban de llegar. Las llamas, provocadas por el impacto, lo estaban carcomiendo todo. Un trozo de hormigón incluso se había desprendido de una cornisa, matando a una mujer que se encontraba en un automóvil. Otro hombre había muerto en la calle. Y una decena más estaban heridos.

Mientras camina por el calcinado bloque de edificios, al final de un día de trabajo, Alenik lo cuenta con detalle; otros testigos, familiares y amigos de las víctimas, también lo recuerdan. "Ese día tuvimos diversas llamadas al mismo tiempo", afirma, al precisar que aquellos días y lo que vino en las semanas inmediatamente posteriores ha sido, hasta ahora, lo peor del conflicto bélico en Járkov. Fue entonces también cuando entendió que la guerra había empezado de verdad.

Desde entonces, la unidad del distrito industrial ha estado jugándose la vida. Pero uno de los peligros mayores ha sido el temido 'double tap', una técnica militar que consiste en golpear el mismo blanco con distancias temporales cortas, lo que pone en mayor riesgo también a los servicios de rescate. "Ha ocurrido que a veces cuando luchábamos contra el fuego bombardearon de nuevo, ha habido momentos trágicos, algunos de mi equipo murieron así. En esta zona he presenciado 15 casos de dobles disparos al mismo blanco en muy poco tiempo", afirma Alenik, que tiene 44 años.

En el cuartel general de los bomberos, un edificio en el que se han tenido que instalar ahora -después de que el Ejército ocupara el que tenían anteriormente-, tampoco se ha librado de los cohetes, que han dejado sus huellas en el suelo. Allí, la circunspecta Alla, la encargada de la centralita telefónica, que goza de buena fama entre los bomberos, también cuenta que ahora reciben tres veces más llamadas. Pero también ella se angustia cada día más. "Lo peor es cuando dicen que es posible que haya gente debajo", afirma.