GUERRA EN UCRANIA

El drama de la guerra en Jarkov: civiles socorren a otros civiles en Ucrania

La población civil se organiza en Jarkov para socorrer a otros civiles heridos en la guerra

Centenares de personas hacen de 'médicos improvisados' en las zonas golpeadas, mientras el Estado se ocupa de la guerra

Dos mujeres reciben ayuda de voluntarios en Járkov (Ucrania).

Dos mujeres reciben ayuda de voluntarios en Járkov (Ucrania). / Irene Savio

Irene Savio

En los barrios Horizon y Solnechii de Járkov, en una zona del sureste de la ciudad particularmente afectada por las bombas, edificios grises de varios pisos muestran, por dentro y por fuera, las cicatrices de la guerra. Se erigen aún altos, aunque carcomidos por los proyectiles y pintarrajeados de negro por los incendios, con las ventanas a medio caer, vaciados de vidas humanas detrás de vidrios rotos. La gran mayoría de los vecinos se han ido hace tiempo, como es el caso de dos mujeres ucranianas que acaban de abandonar su país, del aunque no todos, y son estos, los más vulnerables que vagan a los pies de estas viviendas, ya sin inmutarse al oír la artillería, los que Boris atiende. Les entrega las medicinas, que piden porque no tienen, y les pregunta cómo están ya que muchos se han quedado incluso sin electricidad.

Él no suma ni 30 primaveras, es informático, y ahora, forma parte de las redes de la resistencia civil ucraniana, eso es, básicamente, civiles que ayudan a otros civiles más indefensos todavía. El Estado se ocupa de la guerra. Ellos, de la población. “Es lo que hago la mayor parte del tiempo ahora, ¿si no lo hiciera, quién lo haría?”, se pregunta Boris. “Nadie”, responde antes que la pregunta llegue al destinatario.

La devastación del conflicto ha activado estas células de ciudadanos, integradas por centenares de personas, como la de Yan, un joven recién licenciado en Literatura Francesa y que, a sus 25 años, que es el último eslabón de este sistema. Su tarea es entregar la ayuda humanitaria, mientras otros se ocupan de la logística y coordinación. "Es lo mínimo que yo puedo hacer por mi ciudad… no podemos quedarnos en casa, y esperar, esperar, eso me mataría”, cuenta, al caminar por Oleksiivka, otro barrio humilde golpeado por el conflicto, como la casi totalidad de las zonas de la ciudad de Járkov.

"Es una crisis terrible"

Masha Sobolieva tampoco para. Mientras atiende a unas vecinas, habla con su contacto en el Ejército para conocer en tiempo real la situación en el terreno, y luego se encarga de organizar un viaje a Poltava, pequeña ciudad a más de un centenares de kilómetros de Járkov que muchos consideran un refugio aún seguro para aquellos que se dirigen a esta zona del este de Ucrania. “Es una crisis terrible; hay centenares de ancianos, personas con discapacidades y familias necesitadas que no tienen lo básico”, cuenta.

No todos los improvisados cooperantes son locales. También los hay de ciudades del oeste del país, aunque son los menos en Járkov, otros son de otras zonas del este, e incluso viajan kilómetros desde las fronteras de Ucrania hasta esta ciudad, particularmente afectada por una guerra que no tiene descanso. Se ocultan en refugios almacenes subterráneos, a los que llegan las medicinas y la comida, que luego es repartida por la ciudad, a veces también transportada en ambulancias, cuyo destino final son los hospitales locales.

Algunos tienen vínculos con las comunidades judías, muy numerosas en el este del país; otros tienen nexos con la diáspora en Estados Unidos y en Europa, que también les ayudan económicamente, y muchos son jóvenes vinculados al mundo de la informática. Programadoreshackers, y expertos en ciberseguridad que, en los últimos años, habían encontrado salidas laborales en estos sectores gracias a los sueldos más altos y mejores condiciones de trabajo que muchas de las otras profesiones en el país, al que llaman de ‘Silicon Valley’.

Redes descentralizadas

"Somos redes descentralizadas, sin un jefe único al mando", asegura Denis, que tiene poco menos de 40 años, una hija y exesposa en Ternopil, y el resto de la familia en Dnipro. “Mucho de nuestro trabajo se basa en la confianza. Sencillamente no queda otra. Somos muchos y no todos nos conocemos. Es arriesgado, pero es la única manera que existe para que la ayuda llegue en tiempos rápidos”, afirma, al mostrar los walkie talkie que tiene para guiar un convoy humanitario hacia Járkov.

Es Dnipro uno de los grandes hub donde se trabaja para coordinar este otro Ejército: uno que ha organizado incluso líneas telefónicas de asistencia para los que corren peligro de muerte. Los atienden a cualquier hora, incluso guiándolos por las rutas que se creen menos peligrosas, dándoles información sobre posibles ventanas para sus salidas, organizando el envío de autobuses para rescatarlos, y luego escondiéndolos en improvisados refugios cuya ubicación exacta intentan ocultar estas redes de ayuda anónima.