GUERRA EN UCRANIA

Desde dentro del Donbás: "Siempre estamos listos para partir"

El fotógrafo Ricardo García Vilanova entra en la región prorrusa del este de Ucrania, donde la población vive los estragos de la invasión rusa

Niños en un refugio antiaéreo donde viven permanentemente por los bombardeos en Severodonestk, en el Donbás (Ucrania).

Niños en un refugio antiaéreo donde viven permanentemente por los bombardeos en Severodonestk, en el Donbás (Ucrania). / Ricard García Vilanova

Ricardo García Vilanova

Lidiya agita las manos en forma de aspa mientras el sonido de los bombardeos envuelve su casa y su mirada es una mezcla de resignación, indignación y miedo. "Llevamos aquí semanas, no tenemos agua, comida ni electricidad y aquí es donde vivimos bajo los bombardeos", relata mientras muestra el camino a través de una trampilla que da acceso a una angosta e inclinada escalera que desciende en una inclinación de vértigo. Especialmente difícil de superar para gente como la pareja de ancianos que habita la casa, ahora en parte destruida ya por los bombardeos, en una pequeña zona de la población de Severodonestk, en la región de Lugansk, en el este ucraniano del Donbás. Una oenegé local es la que reparte la comida por toda la zona y, de su mano, visitamos varios refugios y casas de personas que han decidido no abandonarlas.

La población de la zona del Donbás vive inmersa en la guerra desde que los separatistas prorrusos intentaron apoderarse de toda el área en el este de Ucrania en 2014. En ese momento, la sublevación no funcionó y dio lugar a un conflicto cronificado. Ahora, con la invasión de Putin, la zona es uno de los objetivos más anhelados que se disputan en el conflicto armado.

"El cohete todavía está en la hierba. No tenía un proyectil, sino que llevaba varias bombas pequeñitas". Los numerosos proyectiles más pequeños volaron por todo el patio de la urbanización y explotaron al impactar. "Eso fue ayer", dice Svetlana, que acaba de tomar un poco de aire fresco al salir unos minutos del refugio donde vive. Mira una y otra vez nerviosamente al cielo.

El hospital de Lyman, bombardeado

"Desde que los rusos bombardearon el hospital, no hemos tenido paz", dice otra mujer que prefiere no identificarse. Señala el campus del hospital regional en su ciudad natal de Lyman, al otro lado de la calle. El edificio se incendió el viernes pasado como consecuencia del fuego de artillería. El hospital había sido evacuado solo dos días antes, de lo contrario, probablemente habría habido numerosos muertos y heridos.

Lyman es una pequeña ciudad tranquila con apenas unos 20.000 habitantes en el norte de Donbás. En una zona de recreo con bosques de pinos y lagos, conocida como la Suiza ucraniana. Hoy, esta pequeña ciudad está en la primera línea de frente. Se puede escuchar constantemente el sonido de las baterías y fuertes explosiones. El Ejército ruso avanza, lentamente, aproximadamente un kilómetro cada día, y actualmente se encuentra a tres kilómetros de distancia.

"Nuestro apartamento está en el séptimo piso", dice Svetlana, que añade: "Pero ahora vivimos en el sótano". Esta mujer de 45 años vive ahora en dos pequeñas habitaciones con su familia. Una antesala con una mesa y un fogón de dos fuegos sirve de cocina. Una entrada estrecha y baja conduce al dormitorio, donde hay una tumbona y un colchón en el suelo de cemento.

La familia ha puesto a salvo todas sus pertenencias mas valiosas, que se encuentran apiladas en estantes, entre platos de plástico, sartenes, latas de comida y huevos. En medio están sus maletas preparadas. "Siempre estamos listos para partir", nos cuenta Eugen, el esposo de Svetlana. "No nos quedaremos aquí si los rusos invaden. Todo el mundo sabe las cosas terribles que hicieron en Bucha", concluye.

Política de tierra quemada

Unos kilómetros antes se elevan columnas de humo que se extienden hasta el horizonte en el verde intenso de esta región. Al fondo, se divisa un monasterio del siglo XVII, pintorescamente ubicado sobre acantilados blancos a orillas del río Severy Donets con sus techos dorados y con varios destrozos en su fachada causados por los bombardeos. Muchos ucranianos solían venir aquí de vacaciones. El Ejército ruso lleva tres semanas atacando la pequeña localidad de apenas 4.000 habitantes. Mientras tanto, se ha acercado a dos kilómetros del lugar. El comandante ucraniano Vladimir nos dice: "Estamos en la primera línea de defensa".

Solo se vislumbran soldados en los pocos vehículos que hay en la carretera, y circulan a toda velocidad para tratar de evitar ser posibles objetivos de los bombardeos constantes. Estacionan sus autos junto a las paredes de las casas y debajo de los árboles. "Durante esta semana, los rusos avanzaron cinco kilómetros”, explica el comandante Vladimir, a las afueras del centro de la ciudad. "Solo están avanzando porque están bombardeando todos los pueblos hasta los cimientos'', dice. Es la política de tierra quemada que las tropas rusas están ahora empleando en Ucrania. Solo cuando está todo totalmente destruido se deciden a avanzar . El ejército ruso ha aprendido de sus errores en Kiev, de la estrategia blitzkrieg -guerra relámpago- con la que querían tomar la capital ucraniana en unos días de febrero y que fracasó. Con columnas de tanques y bombas de gran calibre, casi no se puede hacer nada. Ahora confían en la artillería y el fuego de cohetes. El Ejército ucraniano, no puede resistir a largo plazo. Tiene que retirarse si no quiere perder a todos sus hombres en posiciones indefendibles.

"Por favor, no me preguntes cómo, pero controlamos los cielos", informa Vladimir con orgullo, ajustándose la gorra. Eso marca una diferencia importante pero de nada sirve sin armas pesadas, abunda el comandante para añadir: "Pero lo que todavía necesitamos con urgencia son armas pesadas". Se refiere a armas con un alcance de hasta 60 kilómetros con sistemas de radar que detectan la trayectoria balística de los proyectiles, y que les permite posicionar y eliminar artillería del Ejército ruso. "Estamos librando una guerra de trincheras aquí, casi como en la Primera Guerra Mundial", dice Vladimir. "Si llegan las armas pesadas que necesitamos, podremos detener a los rusos", confía.

"Entiendo a los rusos"

El punto de partida de los ataques rusos es Lsyjum, 20 kilómetros al norte. Un pequeño pueblo de alrededor de 45.000 habitantes que el Ejército ruso tomó el mes pasado y convirtió en el eje de su despliegue en Donbás. Diariamente llegan nuevas tropas, los temidos Grupos Tácticos de Batallón (BTG) que son unidades de entre 600 a 800 hombres y combinan infantería, defensa aérea y unidades blindadas. Según la inteligencia americana, al menos 76 de estos batallones están desplegados actualmente en el Donbás.

En esta ciudad puede apreciarse la consecuencia de un cohete reciente. El techo está completamente destruido. Afortunadamente, los residentes huyeron hace semanas. En la casa de al lado vive Ivan, que limpia los fragmentos de los cristales rotos de su ventana: "Entiendo perfectamente a los rusos, tienen que hacer lo que están haciendo, porque los ucranianos han estado bombardeando las Repúblicas Populares de Luhansk y Donesk durante ocho años", dice el anciano. Repite sin parar la propaganda de los medios estatales rusos, al igual que muchos de los residentes de habla rusa de la zona. "Incluso si el misil me hubiera matado, estaría bien", dice con toda seriedad. Él es de Rusia. Su hijo vive en Moscú y su hija en Donetsk, que está ocupada por separatistas prorrusos. "Por supuesto, solo sigo los medios rusos", dice. "Muestran la verdad", asevera. Él no tiene que temer ninguna consecuencia negativa. "No tengo el más mínimo problema en decir lo que pienso", insiste de nuevo y se despide.

Vladimir, capitán del Ejército ucraniano, nos cuenta que los habitantes prorrusos marcaron la posición con una luz azul, y enviaron dos mensajes sms interceptados. El capitán explica que ese es el problema en la zona, que hay personas como Ivan que de forma activa o pasiva creen ciegamente en la propaganda rusa y su visión sesgada de lo que está aconteciendo. Casualidad o no, cuando el coche de periodistas entra de nuevo en la ciudad después de visitar Severodonestk, tres morteros caen próximos al mismo, pocos minutos después de haberlo estacionado cerca del punto de encuentro con Vladimir. Él nos dirige corriendo a una escalera que da acceso a un subterráneo donde se protegen de los bombardeos si tienes el tiempo suficiente como para alcanzarlo.