Guerra en Ucrania

El peligroso viaje de vuelta a Ucrania con ayuda humanitaria

Ucranianos que dejaron sus casas vuelven con una misión: repartir las despensas a mujeres, niños, bebés, ancianos y compatriotas que se han quedado atrapados en la martirizada Járkov

Un arriesgado retorno al este de Ucrania con ayuda humanitaria.

Un arriesgado retorno al este de Ucrania con ayuda humanitaria.

Irene Savio

En una casa en la periferia de Lviv, en Ucrania, se está celebrando una reunión de desconocidos. El edificio, de domicilios particulares, y su anónimo garaje está repleto de medicinas, bolsas de dormir y ropa. Una señora de pelo rubio se encarga del quehacer: entregar todo lo que ha acumulado a dos hombres que acaba de conocer.

La misión de ellos es repartir las despensas a mujeres, niños, bebés, ancianos y compatriotas que se han quedado atrapados en la martirizada Járkov. Será un viaje de más de 1.500 kilómetros del oeste al este de Ucrania, en dirección opuesta a la de los miles de desplazados que siguen huyendo de las principales frentes de batalla.

Al batería Dmytro, Dima para los conocidos, le parece lo único correcto. Hace pocos días un cohete impactó contra los pisos superiores del edificio en el que solía vivir en Járkov. El inmueble se vio envuelto en llamas y su abuela y su padre murieron, mientras que su madre sufrió una grave herida en la columna vertebral. Pero Dmytro no reflexiona mucho sobre ello, tan solo piensa en ayudar a los que no han muerto y siguen en Járkov. Ya tendrá tiempo para asumir lo que ha pasado más adelante.

Ahora toca volver a su ciudad para llevar la ayuda humanitaria que le han entregado. "La primera vez que lo hice fue para ayudar a mis amigos, luego a los amigos de mis amigos, y a mi familia", afirma Dmytro que, en su teléfono, conserva las imágenes de lo que ha encontrado en el camino, del humo y de la destrucción. “¿Qué más podría hacer?”, afirma el joven.

Un sentir parecido es el de Vadim, su compañero algo mayor que él, y quien antes de la guerra trabajaba en una empresa internacional de programas informáticos. Su mujer y su hijo siguen en Járkov, así como otros familiares y conocidos. Ella trabaja como funcionaria en una cárcel. “Lo hacemos porque nos une una idea y el dolor”, afirma Vadim, mientras explica que sí, por supuesto que tiene miedo.

"La gente de Járkov necesita de todo"

"Se nos acelera el corazón cada vez que oímos el sonido de la artillería rusa. También da miedo cuando pasamos por los checkpoint o nos caen misiles o bombas cerca", cuenta Vadim, al recordar que su ciudad no está muy lejos de las regiones separatistas prorrusas de Lugansk y Donetsk, donde la guerra estalló primero en 2014 y ahora se ha intensificado. “En Járkov la gente necesita de todo. Los sacos de dormir, por ejemplo, son para los que están viviendo en el metro, bajo tierra”, aclara, mientras sigue arreglando todo el material en un embarrado furgón blanco.

Vadim y Dmytro aseguran que lo seguirán haciendo en los próximos días y semanas. “Seguiremos hasta que la guerra acabe, o hasta que no podamos más”, dicen, al contar que la ayuda procede de donaciones de personas del oeste ucraniano y de países europeos cercanos. “Es un camino que dura dos días como mínimo, en el que nos vamos quedando en casa de otros que nos ayudan”, continúa.

Pero quedarse en Ucrania y viajar en dirección del este no solo ha sido una decisión de ellos. “Nosotros estábamos en Polonia. Pero allí el problema principal es el alojamiento, con lo cual no teníamos dónde quedarnos”, cuenta otro joven, en la estación de trenes de Lviv. Allí los trenes que iban al este que hace días iban vacíos, han empezado a recibir más pasajeros, incluso padres que viajan a lugares arrasados como Mariupol en búsqueda de sus hijos.

En busca de los seres queridos

"Queremos volver a nuestros casas, donde están nuestras familias”, añade el chico, al explicar que regresará a Zhitómir, una pequeña ciudad a unos 400 kilómetros hacia el este de Lviv donde las bombas se ensañaron con el aeropuerto, pero también alcanzaron una escuela y un hospital infantil. Similar es la historia de Oksana, una vecina de la capital ucraniana cuyo esposo es militar y quien también se refugió unas semanas en el oeste. “Estuve unas semanas viviendo aquí pero ahora quiero estar con mi marido. No me parece justo dejarlo solo”, afirma, al abrazar a su hija.

El empresario Volodímir Solopii también es de Kiev, y trabaja en el sector de la logística. En los últimos días, su trabajo ha cambiado radicalmente. Ahora sus días los transcurre intentando salvar a las decenas de tractores y otras maquinarias agrícolas que los granjeros usan -el sector es uno de los pilares de la economía ucraniana-, y que se temen sean alcanzados por las bombas o caigan en manos del enemigo.

Por eso, también Volodímir viaja a menudo. “El motivo es que muchos ahora quieren mover todas sus vehículos agrícolas hacia el oeste. Hablamos de maquinarias que son muy costosas, y lo que se quiere es evitar que sean destruidos o robados”, cuenta. “Ya en la zona de Zaporiyia, donde hay combates, se han perdido muchos”, dice, minutos antes de montar en su tren.