CRISIS UCRANIA
Rusia-OTAN: tres claves de la relación entre Moscú y la Alianza Atlántica en la época postsoviética

Soldados de Rumanía, país miembro de la OTAN y ex del Pacto de Varsovia, en una parada militar hoy lunes en Bucarest. / EFE
Kim Amor
La caída del Muro de Berlín y el desmoronamiento y desintegración del imperio de la Unión Soviética dejó a Rusia muy debilitada. Su otrora área de dominio cayó entonces bajo la influencia de Estados Unidos y los países de la Unión Europea y la expansión occidental quedó de manifiesto con el ingreso de algunos países excomunistas a la UE y en la OTAN. Ahora, la Rusia de Putin quiere recuperar y mantener su espacio. Estas son las claves de la relación entre Moscú y la Alianza Atlántica.
¿Cuándo arranca la crisis entre Rusia y la OTAN?
La descomposición de la Unión Soviética comportó también la desaparición del Pacto de Varsovia, la versión de la OTAN de los países comunistas del centro y este de Europa. En la actualidad, todos estos países –excepto Rusia- forman parte de la Alianza Atlántica (Albania, Bulgaria, Chequia, Hungría, Polonia y Rumanía).
La caída de la URSS, además, comportó el surgimiento de 15 repúblicas independientes, entre ellas Ucrania y Georgia. La región occidental de Ucrania era ya entonces partidaria de la integración con Europa Occidental. La parte oriental del país, por su parte, apostaba por estrechar lazos con Rusia.
En la cumbre de la OTAN celebrada en Bucarest en 2008, la Alianza Atlántica se mostró abierta a incorporar a la organización militar a Ucrania, así como a Georgia. La intención de la Alianza Atlántica fue ya entonces considerada para el presidente ruso, Vladimir Putin, una “amenaza directa”.
¿Cuál ha sido el momento de máxima tensión?
Heredero de dos grandes imperios caídos en desgracia, el de los zares y el de la URSS, Putin siempre ha aspirado a recuperar el poder, el prestigio y la influencia mundial de Rusia, perdida tras la caída del Muro de Berlín en 1989. Para lograrlo ha intentado mantener su área de influencia lo más alejado posible de toda influencia occidental.
La revuelta que arrancó en noviembre de 2013 en Ucrania a favor de un régimen democrático sin la tutela de Moscú propició la caída del presidente prorruso, Viktor Yanukóvich, y la llegada al poder de los europeístas, Putin interpretó la rebelión como un acto hostil animado por fuerzas extranjeras occidentales. El presidente ruso respondió unos meses después con la invasión y posterior anexión de Crimea a Rusia. El territorio pertenecía a Ucrania desde que en 1954 el entonces presidente soviético, Nikita Kruschev, regaló la península a la entonces república soviética en conmemoración del 300 aniversario de su adhesión a Rusia.
Paralelamente surgieron las tensiones entre la región de Donbás, en el este de Ucrania, donde tres cuartas partes de la población es de habla rusa, y el gobierno europeísta de Kiev. El conflicto deriva en guerra civil azuzado por la intervención militar de Rusia. El conflicto armado entre las fuerzas gubernamentales ucranianas y los separatistas respaldados por Rusia ha caudado más de 14.000 muertos.
¿Por qué se ha recrudecido el conflicto ahora?
Las relaciones entre Estados Unidos y sus aliados y Rusia se han deteriorado en los dos últimos años. Las acusaciones de Moscú sobre su presunta injerencia en las elecciones estadounidenses o el apoyo de Moscú a la feroz represión del presidente Lukashenko en Bielorrusia, están entre los factores que han contribuido al deterioro. El Gobierno ruso ha recibido como castigo fuertes sanciones económicas. En el plano interno, Putin ha perdido popularidad y ha tenido que hacer frente a lo largo del año pasado a multitudinarias manifestaciones en contra de su régimen, cuya figura más emblemática es Alexei Navalni, detenido tras regresar de Alemania donde se recuperó de un envenenamiento.
Putin no quieres que le invadan su 'zona de influencia' y exige que se detenga la expansión occidental hacia territorios que hacen frontera con Rusia, como Ucrania, y que abandone la OTAN los países que formaron parte del Pacto de Varsovia. La ciudad de Narva, en Estonia, está a 170 kilómetros de San Petersburgo. El presidente ruso quiere recuperar el espacio perdido.
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