ESTADOS UNIDOS

La fractura de EEUU sangra en el aniversario del asalto al Capitolio

Biden da un discurso demoledor contra Trump y le acusa de "poner un puñal en la garganta de la democracia"

El presidente estadounidense, Joe Biden, da un discurso en el primer aniversario del asalto al Capitolio

El presidente estadounidense, Joe Biden, da un discurso en el primer aniversario del asalto al Capitolio / EFE/EPA/MICHAEL REYNOLDS

Idoya Noain

Un año después del asalto al Capitolio de Estados Unidos, en el mismo Salón Nacional de las Estatuas que recorrió la turba que impulsada por las mentiras sobre un inexistente fraude electoral trató de frenar la certificación de su victoria electoral, el presidente Joe Biden ha ofrecido este jueves un discurso duro y vehemente en el que, sin rodeos, ha acusado al expresidente, Donald Trump, de la responsabilidad de un asalto "antidemocrático y antiamericano" a la legitimidad del sistema electoral y de "poner un puñal en la garganta de la democracia".

"Por primera vez en nuestra historia un presidente no solo perdió una elección, trató de prevenir una transferencia pacífica del poder", ha recordado.

Sin citar una sola vez a Trump por su nombre, Biden ha hecho un retrato directo y contundente sobre las acciones del expresidente, sin ningún rodeo. "Ha creado y extendido una red de mentiras sobre las elecciones del 2020", ha denunciado. "Lo ha hecho porque valora el poder sobre los principios, porque ve su propio interés más importante que el del país. Su ego golpeado le importa más que nuestra democracia o nuestra Constitución".

El mandatario ha desarticulado con detalle la "gran mentira" de Trump, subrayando que simplemente "no puede aceptar que perdió", recordando la legalidad ratificada de las elecciones, señalando a grandes agujeros en el fallido argumento de fraude como que los únicos resultados que Trump retó fueron los de la carrera presidencial, no los de otras elecciones que también se decidieron en noviembre.

Su mensaje ha sido también uno de alerta sobre lo que ha llamado "un punto de inflexión en la historia" tanto en EEUU como en el mundo, "una lucha entre la democracia y la autocracia". Y ha incluido un compromiso de combatir las fuerzas antidemocráticas. "No busqué esta pelea pero no me arrugaré ante ella tampoco. No permitiré que nadie ponga un puñal en la garganta de la democracia. Aseguraré que se escucha la voluntad del pueblo, que prevalece la paz, que la autoridad en esta nación siempre se transfiere pacíficamente", ha dicho. "Esta no es una tierra de reyes o dictadores o autócratas; somos una nación de leyes, de orden, no de caos; de paz y no de violencia. Aquí, en EEUU la gente manda, a través de los votos, y su voluntad prevalece".

Biden ha planteado también el dilema que enfrenta el país. "En este momento debemos decidir qué tipo de nación vamos a ser", ha dicho. "¿Vamos a ser una nación que acepta la violencia política como norma? ¿Vamos a ser una nación donde permitimos a cargos electorales partidistas subvertir la voluntad legalmente expresada de los ciudadanos? ¿Vamos a ser una nación que se guía no por la luz de la verdad sino a la sombra de mentiras?".

Polarización

Su respuesta ha sido que "el camino hacia adelante es reconocer la verdad y guiarnos por ella", pero sus palabras recogen una fractura muy real que enfrenta el país, una polarización y división cada vez más profundas que se muestra en las encuestas y se palpa en la calle y que se ha hecho particularmente evidente en el mismo Congreso que fue asaltado.

En una jornada de conmemoración con muchos más actos previstos es llamativa la ausencia masiva de representantes republicanos, los mismos que hace un año tuvieron que encerrarse, huir y esconderse con sus colegas demócratas para protegerse de la turba.

El funeral de un senador de Georgia ha dado cobertura a la mayoría de los senadores para justificar esa ausencia. Otros directamente no han asistido. Dos de las voces conservadoras más radicales en la Cámara baja, las de Marjorie Taylor Greene y Paul Gosar, anunciaban una rueda de prensa para dar "respuesta" al discurso de Biden. Y hasta el líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, uno de los ausentes, ha aprovechado un comunicado en el que ha recordado el 6 de enero como "un día oscuro para el Congreso y nuestro país" para acusar a los demócratas de "intentar explotar el aniversario para impulsar metas políticas que precedían a este acontecimiento".

Una relación tóxica

Tanto las ausencias como las palabras reflejan perfectamente la toxicidad cada vez mayor de relación entre las dos formaciones, que se ha deteriorado a pasos agigantados en los últimos 12 meses.

Algo se rompió de una forma que por ahora se ha probado prácticamente irreparable cuando solo horas después del asalto, ya en la madrugada del día 7, 139 representantes y ocho senadores republicanos votaron en contra de la certificación de los resultados de las elecciones que reconocían a Biden como el presidente legítimo. Y ahora son muchos los que reconocen que la relación se ha vuelto radioactiva, o en algunos casos inexistente.

"El ambiente tóxico llevaba creciendo mucho, mucho tiempo antes del 6 de enero pero aquel día lo incendió", le decía hace unos días a 'The Wall Street Journal' Steny Hoyer, el segundo líder demócrata en rango en la Cámara baja tras Nancy Pelosi. Y lo constataba también en 'Politico' Brian Fitzpatrick, un republicano moderado que es una de la cabezas del caucus Problem Solvers, en el que se unen representantes de los dos partidos. "Las cosas realmente no se han recuperado después del 6 de enero y eso es una realidad".

Fitzpatrick es uno de los republicanos que con su voto permitió que fuera aprobado el plan de infraestructuras de Biden y, como los que votaron a favor del 'impeachment' de Trump en la Cámara baja o por la condena en el Senado, ha recibido amenazas. Como tantos otros. El jefe de la policía del Capitolio ha explicado estos días que el número de amenazas que investigan, que van desde simples mensajes en redes sociales o llamadas anónimas hasta potenciales crímenes, han superado las 9.000, más que nunca antes.

Con el decoro político por los suelos, el creciente bloqueo legislativo y ese ambiente de enfrentamiento cada vez más exacerbado crece el número de los congresistas que, directamente, tiran la toalla respecto al servicio público en Washington: son ya más de dos docenas los congresistas demócratas y al menos 13 los republicanos los que han anunciado que no se presentarán a la reelección.