ESTUDIOS PIONEROS
La 'desaparición' de Shere Hite, la autora que provocó una revolución sexual al preguntar a las mujeres sobre sus orgasmos
'El informe Hite' sacudió al mundo en los años 70; un documental revive ahora su legado

Shere Hite, en uno de los retratos que le hizo Iris Brosch. / IRIS BROSCH

Pocos investigadores se habían interesado sobre lo que las mujeres norteamericanas sentían respecto a su propia vida sexual, hasta que llegó ella y lo hizo público. Shere Hite (1942-2020) consiguió con su trabajo que muchos medios de comunicación estadounidenses dijeran por primera vez las palabras "clítoris" o "vagina", que se cuestionase por qué tantas mujeres fingían orgasmos, o cómo muchas vivían un matrimonio infeliz por la opacidad sentimental de sus maridos.
Con su primera obra, El Informe Hite: Un estudio nacional sobre la sexualidad femenina (1976), la autora desafió las suposiciones sociales y freudianas sobre cómo las mujeres alcanzaban el orgasmo. A través de miles de encuestas encontró que ellas no necesariamente llegaban al clímax a través del coito con un hombre: eran capaces de conseguir placer sexual por sí mismas. Fue, a su modo, la gran descubridora de la función del clítoris en el sexo.
Casi cinco décadas después de la publicación, el ensayo ocupa el número 30 en la lista de los libros más vendidos de todos los tiempos en inglés, con más de 50 millones de copias. Pero tanto él, como el resto de sus obras, han quedado olvidadas. El documental The Disappearence of Shere Hite (La desaparición de Shere Hite) explica el por qué. Dirigido por Nicole Newnham y producido por Dakota Johnson -que pone la voz en off a Shere Hite leyendo sus diarios- ha llegado ahora a España de la mano de Movistar.
De 'Playboy' al feminismo
Hite nació en un pueblo de Misuri y se reinventó en Nueva York. Su cabello largo, rubio y cardado; su piel clarísima en contraste con sus labiales brillantes; y su estilo de vestir no pasaban desapercibidos. Gustaban, pero era el motivo por el cual fue víctima de prejuicios de clase y de género en la Universidad de Columbia, donde un profesor le llegó a decir que dudaba mucho de que la tesina que le había presentado fuera suya.
Al final, dejó el doctorado en historia social, que pagaba posando para revistas como Playboy, al descubrir el feminismo. Lo hizo uniéndose a la Organización Nacional de Mujeres (NOW, por sus siglas en inglés) cuando protestaron contra el sexismo de las campañas publicitarias de Olivetti. Ella misma había participado como imagen: era una de esas chicas 'tontas' a las que escribir con una de las máquinas de escribir las volvía interesantes. Allí se hizo amiga de grandes voces del movimiento, como Gloria Steinem, Kate Millett y Florynce Kennedy.
Fue entonces cuando decidió dirigir sus estudios al campo de la sexualidad femenina. Fotocopió miles de cuestionarios por sí misma -solía usar el mismo color de su manicura para la tipografía- que después procedió a enviar a unas 100.000 mujeres por todo Estados Unidos. Les preguntaba cómo vivían el orgasmo y si sus parejas se daban cuenta de ello, que describieran lo que sentían, con qué frecuencia se masturbaban o si pensaban que sus vulvas eran bonitas o feas.
Pocas respondieron a las 60 preguntas, como le achacarían los críticos, pero consiguió unas 3.000 historias. Fueron las suficientes para cuestionar siglos de estudios sexológicos. Por primera vez, se ponía realmente el foco en lo que realmente sentían y decían las mujeres.
La estimulaciónd el clítoris
Rebatió las teorías de los aclamados (William) Masters y (Virginia) Johnson. Si bien ellos establecieron que todos los orgasmos femeninos implicaban la estimulación del clítoris, ya sea indirectamente con el movimiento del pene en la vagina, o directamente, a través de manipulación, ella aseguró que las mujeres llegan al orgasmo principalmente por lo segundo y no durante lo primero.
"Masters y Johnson dieron un gran paso adelante al estudiar y demostrar clínicamente, por primera vez, que todos los orgasmos son causados por la estimulación del clítoris, y realmente les debemos este mérito. Sin embargo, cuando describieron cómo se hace, la penetración del pene provoca el movimiento de los labios vaginales, lo que a su vez provoca el movimiento de la piel conectada al clítoris, lo que a su vez provoca el movimiento de las glándulas sobre el clítoris, lo que supuestamente produce el orgasmo. Pero esto no funciona para la mayoría de las mujeres!, expuso en una entrevista.
"Sí, siempre finjo orgasmos. Simplemente me parece de buena educación", respondió una mujer a uno de sus cuestionarios.
A pesar de que la mayoría de las participantes en el estudio de Hite eran políticamente progresistas y cultas, muchas confesaron sentirse obligadas a fingir un orgasmo durante el coito para complacer a un hombre. Más del 70% recalcaron que no podían alcanzar el orgasmo a través del sexo con penetración y que necesitaban estimulación en el clítoris para llegar al clímax. "Yo actúo y le aumento el ego y la confianza", afirmó una. "Los hombres sí lo esperan, así que a menudo me obligo […]", dijo otra. "Sí, siempre finjo orgasmos. Simplemente me parece de buena educación", añadía una tercera.
Aunque el 95% de ellas afirmaban que podían alcanzar el orgasmo a través de la masturbación, muchas indicaron que eran reacias a pedir a sus parejas que las estimularan manualmente y pocas estaban dispuestas a estimularse a sí mismas en presencia de su pareja.
Críticas a sus trabajos
"El hecho de que no haya un nombre para la estimulación del clítoris da una idea de la supresión de la sexualidad femenina en la cultura occidental", comentó Hite en una entrevista. Tal cual. Su editor limitó la tirada a 4.000 ejemplares. No lo publicitó. Por contra, varios de sus amigos -muchos de los cuales le habían prestado dinero para sacar su estudio adelante- le ayudaron a difundirlo. Y se leyó, vaya que si se leyo.
Lo hicieron cientos de miles de mujeres. También hombres, algunos de los cuales acudieron a medios de comunicación para confrontarla como si de un enemigo a batir se tratase.

Shere Hite renunció a su nacionalidad estadounidense en 1995. / ARCHIVO
Después vino su segunda obra, El Informe Hite sobre los hombres y la sexualidad masculina (1981). Entre sus hallazgos, destacaba cómo muchos hombres sentían presión para cumplir con expectativas de desempeño en el sexo. También tenían dificultades para expresar sus emociones y, en muchos casos, no se sentían satisfechos con sus relaciones de pareja. Además, cerca del 70% de los varones admitían haber sido infieles alguna vez. Le llovieron las críticas.
Pero el acoso y derribo llegó sobre todo con su tercer trabajo, La mujer y el amor: una revolución cultural en camino (1987), expuso que la mujer norteamericana estba insatisfecha de sus relaciones con el sexo opuesto. De los 4.500 formularios que recibió, Hite encontró que "el 87% de las mujeres se quejan de no poder encontrar un hombre que merezca su respeto y admiración", viéndose insultadas y menospreciadas a diario por su pareja.
Más del 70% acusan una falta de comunicación y de cariño por parte de sus compañeros. Siete de cada 10 habían sido infieles, un porcentaje que chocó bastantes. "¿Con quiénes creen que son infieles los hombres?", preguntó ella ante el estupor de muchos medios de comunicación.
Parte de la academia aseguraba que sus trabajos carecían de rigor científico. Varios medios, incluido el Washington Post, llegaron a realizar una encuesta telefónica para contradecir sus resultados. Ella vino a decir que ninguna mujer que cogiera el teléfono delante de su familia iba a responder que sí, que había sido infiel a su marido.
Programa tras programa, y entrevista tras entrevista, era menospreciada y atacada. Mientras que muchas mujeres encontraron en sus obras una especie de diario para entenderse, una parte de la sociedad trató de tirarlas por la borda. Su situación era tal que termina por vender su apartamento de la 5ª Avenida de Nueva York y marcharse a Europa. En 1995 renuncia a su nacionalidad estadounidense y se naturaliza alemana. Fallece en el 2020 en Londres.
La mujer que había dado voz a miles de mujeres terminó silenciada y exiliada. Ahora, el documental busca recuperar su legado.
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