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¿Por qué las mujeres siguen asumiendo "una cantidad desproporcionada" de tareas domésticas?

Según filósofos de Cambridge, la "teoría de la satisfacción" respalda la antigua disparidad de género a la hora de hacer tareas mundanas

La pandemia del Covid-19, pese a lo que se pensaba, no ha cambiado nada

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María G. San Narciso

María G. San Narciso

La distribución desigual del trabajo doméstico y de cuidados en parejas de distinto sexo lleva siendo una preocupación feminista desde hace bastante tiempo. La pandemia del Covid-19 nos encerró a todos por igual en casa, y hubo quien pensó que ahí empezaría una nueva era en eso del trabajo equitativo. Pero nada, "los viejos patrones parecen haber persistido", aseguran ahora filósofos de la Universidad de Cambridge, que recuerdan que "los estudios sugieren que esta distribución desigual a menudo pasa desapercibida para la pareja masculina".

A partir de esto se han planteado dos preguntas en un trabajo publicado en la revista Philosophy and Phenomenological Research. La primera de ellas es por qué las mujeres siguen asumiendo una cantidad desproporcionada de tareas domésticas y de cuidado de los niños a pesar de los beneficios económicos y culturales. La segunda, por qué existe una tergiversación unilateral generalizada dentro de las parejas de diferentes sexos sobre cómo se distribuye el trabajo doméstico y de cuidados entre ellos.

Los filósofos explican que las respuestas a estas preguntas se suelen plantear en torno a la economía, y que influye en quién está disponible para realizar el trabajo doméstico. "Los factores culturales incluyen una cultura de género en el lugar de trabajo que empuja a los hombres a regresar a este y a las mujeres, en particular a las madres, fuera de él. También se han mencionado las opciones de carrera según el género, siendo más probable que las mujeres se dediquen a profesiones peor pagadas y que admitan un trabajo flexible y, por lo tanto, hace que sea más probable que ellas reduzcan sus horas para adaptarse a otras responsabilidades", apuntan.

Pero no se queda ahí. Aunque estas sean "partes plausiblemente importantes de la explicación", no son la respuesta completa. Están convencidos de que estos factores no pueden explicar por qué las disparidades persisten de forma tan común cuando ni las horas de trabajo ni la flexibilidad de una mujer son diferentes a las de su pareja masculina, ni pueden explicar que hayan seguido así durante la pandemia. "Además, no pueden ayudarnos a responder la pregunta de la invisibilidad", añaden.

Las asociaciones mentales no son iguales

Dicen que bajo un punto de vista llamado "teoría de la satisfacción" (que viene a ser el hecho de experimentar objetos y situaciones como si tuvieran implícitamente algunas acciones adjuntas) respalda esta antigua disparidad de género a la hora de hacer las tareas del hogar. Por ejemplo, explican que las mujeres pueden mirar una superficie y ver como acción implícita que tienen que limpiarla, mientras que los hombres pueden limitarse a observar una encimera cubierta de migas sin que su mente haga click.    

Tom McClelland, del Departamento de Historia y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Cambridge, y la coautora de este trabajo, la profesora Paulina Sliwa, argumentan que las divisiones desiguales del trabajo en el hogar, y esa incapacidad de los hombres para identificar dicho trabajo, se explican mejor a través de la noción psicológica de "asequibilidad". La introdujo el psicólogo J. Gibson y se trata de la idea de que percibamos las cosas como atractivas o como objetivos que permiten llevar a cabo acciones particulares. Como indica Sliwa en un comunicado de la universidad a modo de ejemplo, no se trata solo de observar la forma y el tamaño de una copa, sino de verla como algo que se puede beber.

Se supone que los objetos ofrecen una amplia gama de posibilidades y un espectro de sensibilidad hacia ellos. Un niño puede ver una espátula como un instrumento para jugar a hacer música, mientras que el adulto lo ve como el utensilio para freír un huevo. Pues un hombre puede limitarse a observar los platos que se apilan en el fregadero, o ver que la nevera está medio vacía, "pero sin percibir la posibilidad o experimentar el tirón mental correspondiente". Con el tiempo, aseguran estos filósofos, estas pequeñas diferencias se suman a disparidades significativas en quién hace qué. Que ellos no hagan por hacer las tareas, "pone a las mujeres en una situación atrapada: o desigualdad laboral o desigualdad de carga cognitiva”, afirma Sliwa.

La posibilidad del cambio

Con todo, estos filósofos creen que las divisiones de género profundamente arraigadas en la percepción doméstica pueden modificarse a través de intervenciones sociales. Por ejemplo, apuntan a la extensión del permiso de paternidad, lo que les alentaría a desarrollar asociaciones mentales para las tareas domésticas.

Además, no creen que deba equipararse la sensibilidad hacia las posibilidades domésticas de las mujeres con la afinidad natural por las tareas domésticas. “Podemos cambiar la forma en que percibimos el mundo a través de un esfuerzo consciente continuo y el cultivo de hábitos”, ha apuntado McClelland. Para eso, consideran que se debe "alentar a los hombres a resistir las normas de género" y a mejorar que sean lo suficientemente sensibles como para darse cuenta de que si la nevera está medio vacía toca hacer compra. Es cuestión, dicen ellos, de entrenar.