FEMINISMO

El doble techo de cristal para las mujeres racializadas

Agnes Essonti y Vanessa Jiménez representan a las miles de mujeres que han conseguido derribar esas barreras, que la sociedad les ha impuesto por ser mujeres africanas y gitanas

Agnes Essonti, artista afrodescendiente.

Agnes Essonti, artista afrodescendiente.

Chaima Laghrissi

"No hay un feminismo, sino muchos. El feminismo eficaz tiene que luchar contra la homofobia, la explotación de clase, raza y género, el capitalismo y el imperialismo", decía Maya Angelou. 

Angelou, Françoise Vergès o Chimamanda Ngozi son algunas de las muchas escritoras que asentaron las bases del llamado feminismo transversal. Una corriente que busca la igualdad pero centrándose tanto en el género como en la raza, la sexualidad y la violencia patriarcal, entre otros aspectos. 

Machismo y racismo va ligado cuando se trata de hablar de las mujeres racializadas. Estas luchan por romper un doble techo de cristal, forjado de patriarcado y al que se le suman - en algunos casos - sus propias culturas. 

Agnes Essonti y Vanessa Jiménez representan a las miles de mujeres que han conseguido derribar esas barreras, que la sociedad les ha impuesto por ser mujeres africanas y gitanas. 

En Málaga, el afrofeminismo se reivindica desde Biznegra. Se trata de un colectivo antirracista, afrodescendiente y andaluz: "La asociación se inspiró en una Biznaga, la flor endémica de Málaga que se compone de jazmines blancos. En esta versión, la biznaga es negra y tiene un peine afro en el centro; es una reapropiación de un símbolo", cuentan. 

Agnes es artista, afrodescendiente senegalesa y colabora con Biznegra Málaga en su taller ‘Laboratorio Afrofeminista’.

Essonti sabe de primera mano qué es romper barreras con el fin de buscar equidad: "Muchas veces se cree que hay sociedades indígenas que son súper machistas, pero en realidad muchas de esas violencias vienen del contacto con Occidente, del colonialismo y del poder de la Iglesia", denuncia. 

Agnes recuerda qué ha sido para ella crecer siendo niña afrodescendiente en España: "Ha sido difícil, porque estás entre dos mundos, en casa tienes una cultura y en la calle otra. Además crecía sin referentes negros y cuando hablamos de mujeres negras menos. Crecer sin referentes racializadas me generó bastante inseguridad. Es difícil", afirma. 

Para esta artista el machismo y el racismo son dos aspectos que van unidos: "Hasta hace poco la opresión que más he sufrido es el racismo, pero el machismo me costaba verlo. Pero desde que soy madre te das cuenta de que el machismo es estructural, te viene un poco por los dos lados", asegura. 

Algo de lo que advirtió Françoise Vergès en su libro "No todas las feministas son blancas": "Hablar es arriesgarse, y vemos como en este momento las mujeres racializadas que osan tomar la palabra y denunciar públicamente el racismo y el sexismo son insultadas, difamadas y marginalizadas. El feminismo de política decolonial lucha contra el silenciamiento y el miedo". 

En esta línea Agnes explica que "las marchas del Día de la Mujer son poco inclusivas": "Cuando te presentas en estas marchas o asambleas tus temas no son de relevancia. Se ha fomentado un feminismo poco inclusivo, de mujeres blancas de clase media". 

A pesar de ello, asevera que "el feminismo no es algo para trabajar solo de una parte, sino desde las dos partes:tanto feministas blancas como nosotras, las personas racializadas". 

Ser mujer gitana

Vanessa Jiménez representa a esas mujeres gitanas que decidieron acabar con el estereotipo de mujer gitana sin estudios. 

A sus 30 años tomó la decisión de comenzar a estudiar: "Yo dejé los estudios con 12 años porque tenía que ayudar a mis padres. Ahí ya ves que vas retrasada con respecto a tus compañeros, y ya acabé dejándolo", recuerda. 

Tras décadas dedicándose a sus tres hijos y a su familia, decidió que iba a volver a las aulas: "Me saqué la ESO, pero tras eso decidí comenzar a estudiar el Grado de Trabajo Social en la UMA". 

Jiménez es la presidenta de la Asociación Dosta, una organización que surge con la intención de fomentar, entre la población joven gitana, la motivación y el apoyo para que accedan a grados formativos de educación superior así como a la universidad. 

En cuanto se refiere a integración de las mujeres gitanas en la sociedad, aclara que "no podemos hablar de forma general. A día de hoy son muy pocas las familias no dejan a sus hijas que continúen sus estudios".

La Vanessa universitaria se topó con la rigidez del sistema educativo y los prejuicios patriarcales: "Te cuesta más cuando eres una mujer gitana. Yo he contado siempre con el apoyo de mi pareja y eso suma. Pero mi madre al principio me decía:¿Pero si tu ya tienes tu carrera con tu marido e hijos, cómo vas a ponerte a estudiar ahora?”. 

Respecto a "destruir" esas barreras culturales, Vanessa asegura que ella ha sido un referente en su familia aunque el machismo es implícito: "No te hace menos gitana el estudiar y trabajar. Las mujeres mayores les costaba entenderlo, pero ahora le he abierto el camino a las niñas de mi familia. Estoy muy feliz por ello, han normalizado una situación que antes simplemente desconocían. Estudiar no te hace menos gitana. La igualdad entre el pueblo gitano y el español está a años luz. Pero, vamos rompiendo poco a poco con ese techo de cristal”, aclara.

Y recalca que "no hay que cortar las alas a esas niñas que quieran estudiar. La educación conciencia, libera y enseña sin ella limitas tu manera de vivir".

Ahora que Agnes y Vanessa han roto barreras, recuerdan que "cuesta bastante, pero hay que hacerlo poco a poco desde la sociedad a las instituciones. Hay que tomar conciencia y trabajar ciertas cuestiones".