FEMINISMO

"La aventura será mi única razón de ser": 11 viajeras de otro tiempo con las que huir muy lejos

Aurora Bertrana, periodista, escritora y música catalana

Aurora Bertrana, periodista, escritora y música catalana / Archivo

Violeta Molina Gallardo

Violeta Molina Gallardo

"Salí corriendo, impelida por un anhelo irrefrenable de descubrir el mundo". La escritora austríaca Ida Pfeiffer dio dos vueltas a la Tierra en el siglo XIX: abrió la puerta de su casa y simplemente se fue. Una mujer sola por esos mundos de Dios, ¡qué escándalo! Ni la advertencia del peligro de que una tribu caníbal la devorara en Sumatra frenó su espíritu aventurero: "Soy demasiado vieja para que alguien quiera comerme", contestó a los agoreros que pretendían contener su libertad.

El amor de Ida Pfeiffer por los viajes fue tan poderoso como para llevarla a desoír férreas convenciones: viajó y lo contó, bastante consciente de semejante osadía en una mujer: "Querido lector, ruego disculpes mi amor por la aventura (...), que a ojos de muchos no concuerda con lo que se espera de mi sexo", escribió. Esta pulsión por conocer lugares remotos y plasmar sus experiencias a través de la literatura une a Pfeiffer con el resto de las protagonistas del libro Odiseas femeninas. 11 historias de mujeres de otro tiempo para viajar hoy, de la escritora Olga García Arrabal.

Soy demasiado vieja para que alguien quiera comerme

— Ida Pfeiffer

En este título, la autora rescata de un injusto olvido a once mujeres inspiradoras que rompieron moldes en otro tiempo y junto a ellas nos propone viajar a Egipto, Islandia, Japón, Hawái, el Tíbet, Escocia, las Islas Feroe, Kenia, Turquía, la Polinesia Francesa y Yosemite.

¿Alguna vez ha oído hablar de Sophia Poole, Ida Pfeiffer, Eliza Scidmore, Isabella Bird, Alexandra David-Néel, Elizabeth Taylor, Beryl Markham, Mary Wortley Montagu o Constance Gordon-Cumming? ¿Y de las españolas Aurora Bertrana y Emilia Serrano de Wilson? Probablemente no sepa de ellas, a pesar de que fueron grandes mujeres de letras y viajeras tenaces. Ya se sabe que sólo los hombres conseguían hasta hace poco el pasaporte a la posteridad.

García Arrabal ha hecho un ejercicio de "arqueología femenina" para "desenterrar" a estas mujeres, para que "sus historias viesen la luz": "Es una pena que pasado el tiempo nos haya llegado tan poco de estas mujeres: el patriarcado, supongo. Me alegro de haberlas rescatado. No tenía una lista de partida, empecé a escribir de algunas que conocía y documentándome salieron al paso las demás. Es increíble, podría haber escrito otros ocho libros sobre viajeras. Es muy chocante, no sé qué hemos hecho todo este tiempo, no dejo de preguntármelo. Ahora se habla mucho de feminismo, por fin, ya era hora, pero ¿y los últimos 30 años? Da la sensación de que no hemos hecho mucho", reconoce la autora en una entrevista con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA.

Aún hoy está extendida la idea de que es peligroso que una mujer viaje sola

— Olga García Arrabal

"Aún hoy está extendida la idea de que es peligroso que una mujer viaje sola, por eso es más valioso conocer la historia de estas mujeres", incide García Arrabal.

Las once elegidas para estas odiseas nacieron entre 1689 y 1892 y tenían varias cosas en común, además del espíritu wanderlust: todas amaban los libros, todas escribieron sobre sus viajes (guías, memorias, correspondencia, novelas, artículos periodísticos) y todas eran unas apasionadas de la naturaleza, por eso no se amilanaron ante volcanes, desiertos, fallas o cordilleras nevadas.

"No tenemos por qué asumir que eran ricas o estaban empoderadísimas, de eso nada. Aquí una estaba hasta las narices del marido; otra, harta de cuidar; una era rica y se aburría solemnemente, otra era de una familia bastante humilde... Todas consiguieron el mismo objetivo, contar lo que querían contar. Hicieron de su capa un sayo, el caso es que hicieron lo que les dio la gana. (...) Pasaron muchas penurias, pero al mismo tiempo todas concluyeron felizmente sus viajes, en un sentido emocional. También fracasaron, me gusta reivindicar sus fracasos", subraya la autora.

La aventura será mi única razón de ser

— Alexandra David-Néel

"Una verdadera provocación"

Descubrirá el lector en este libro que la cabezonería viajera llevó a Alexandra David-Néel (1868-1969) a recorrer a pie 2.000 kilómetros por el Himalaya pasando hambre y frío, ataviada con un postizo de yak y haciéndose pasar por una lugareña para llegar hasta la capital del Tíbet, Lhasa. La mendicidad fue su modo de vida entonces, afrontó grandes apuros pero ella tenía que llegar a Lhasa después de que controles chinos y británicos le hubieran cortado el paso en varias ocasiones.

"Hechos parecidos son una verdadera provocación para los viajeros", confesó esta antropóloga francesa. Vivió cien años, viajó por toda Asia y poco antes de fallecer renovó su pasaporte por última vez. "La aventura será mi única razón de ser", dejó escrito.

Isabella Bird (Gran Bretaña, 1834-1904) tenía unos dolores de espalda y unos insomnio "que se moría". Los viajes fueron para ella terapéuticos: visitó Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, el oeste americano, Japón, Hong Kong, China, Ceilán, Corea, Egipto, India, Turquía, Persia,... De Hawái alabó el espíritu liberado de las ataduras físicas y morales de la época e, "imbuida del espíritu del mar", hizo un alegato en favor de la libertad y la diversidad de las mujeres.

Gracias a Eliza Scidmore (Estados Unidos, 1856-1928) empleamos el término tsunami. Periodista y fotógrafa enamorada de Japón, trabajó para The New York Times y The Washington Post y fue la primera mujer en escribir para National Geographic.

Tras 45 años al cuidado de los demás, Ida Pfeiffer (Austria 1797-1858) utilizó la excusa de su fe para viajar a Tierra Santa. Después no pudo parar: dio dos veces la vuelta al mundo, con poco dinero. Líbano, Siria, Egipto o Italia están en sus publicaciones, pero sin duda destaca su vivencia de Islandia, que recorrió de punta a punta a pesar de que su larga falda se empapaba con el agua de la hierba y le daba la lata.

La vestimenta también incordiaba a Sophia Lane Poole (Reino Unido 1804-1891): separada de su marido, pasó siete años de su vida en Egipto, donde se convirtió en una afamada orientalista y se sumergió en la vida de las mujeres egipcias de clase alta. Ataviada con el atuendo tradicional egipcio, Poole se quejaba de la dificultad que le suponía explorar el interior de la Gran Pirámide.

La "impaciencia febril" de Emilia Serrano de Wilson

Dos de las viajeras pioneras de Odiseas femeninas son españolas: Emilia Serrano de Wilson (1834-1923) y Aurora Bertrana (1892-1974).

Serrano de Wilson, cuenta García Arrabal, "hizo muchísimo por las mujeres", en periódicos y revistas y también una gran labor cultural. "Era una intelectual brillantísima: periodista, traductora, escritora, ha pasado desapercibida y no sabemos prácticamente nada de ella. Es terrible", lamenta la autora.

Sentía impaciencia febril por demostrar las altas condiciones y virtudes de la mujer americana

— Emilia Serrano de Wilson

Serrano de Wilson se casó con 15 años y quedó viuda con 18. Viajó por Europa y América (fue la primera española en recorrer el continente americano en el siglo XIX) y antes de los 25 años había fundado una revista dirigida a las mujeres. Escribió ensayos, poemas, novelas históricas, crónicas, guías de viajes; entrevistó a presidentes de repúblicas latinoamericanas, tejió una red de mujeres intelectuales. "Sentía impaciencia febril por demostrar las altas condiciones y virtudes de la mujer americana", relató.

La segunda protagonista española es la catalana Aurora Bertrana, también periodista, escritora y música.

Entre sus logros figuran el impulso de un un trío femenino de jazz con el que tocaba en un hotel de Chamonix y atravesar el mundo para llegar a la Polinesia Francesa y contar lo que vieron sus ojos de forma evocadora y poética. Su libro Paradisos oceànics "escandalizó a mucha gente con predisposición a escandalizarse", como ella misma reconoció. Querida por el público, sufrió el azote de sus compañeros hombres.

"Les molestaba un poco (muy poco, naturalmente porque ellos ya sabían que una mujer poca competencia puede hacer a los hombres en ningún dominio científico, artístico o literario) que, de repente, sin saber cómo ni por qué, yo me hubiese subido de un brinco a la plataforma del 'tranvía de la notoriedad', donde ellos ya iban muy apretujados haciendo Dios sabe qué equilibrios para no perder su sitio, adquirido a fuerza de empujones", denunció, mordaz.

Les molestaba un poco que, de repente, yo me hubiese subido de un brinco a la plataforma del 'tranvía de la notoriedad'

— Aurora Bertrana

Tras su periplo polinesio, se desplazó sola con su cámara a Marruecos para "ver de cerca y tratar de penetrar el alma de la mujer musulmana".

"Espero poder lavarme el pelo"

Deslumbrante resulta también la historia de Beryl Markham (Gran Bretaña 1902-1986), que pasó 50 años de su vida en Kenia. Escritora, entrenadora de caballos y piloto de aviones, su trayectoria es inclasificable. Lo hizo todo bien.

Se crio en una cabaña de adobe, hablando suajili, descalza y cazando jabalíes armada con una lanza. Fue la primera persona en sobrevolar el Atlántico en soledad de este a oeste. Tras aterrizar de emergencia y agotada, confesó en rueda de prensa que lo que más deseaba en ese momento era poder lavarse el pelo.

Amante de la naturaleza, recogió su relación con el entorno africano y los animales en sus memorias Al oeste con la noche, del que Ernest Hemingway dijo que estaba "tan maravillosamente bien escrito" que lo había hecho sentirse "completamente avergonzado" de sí mismo como escritor. Sin embargo, el afamado autor no se resistió a limitarse a la alabanza: "Pero esta chica, que según me han dicho es muy antipática y hasta podría decirse que una zorra de marca mayor, nos da cien vueltas a todos los que nos consideramos escritores". Machista y faltón, resume García Arrabal.

En el libro de García Arrabal, la aristócrata británica Mary Wortley Montagu (1689-1762) es la pionera, reconocida por sus descripciones "cargadas de exotismo y sensualidad" sobre Turquía. También británica, Constance Gordon-Cumming (1837-1924) recorrió la India, El Cairo, el Himalaya, Japón, Ceilán, Fiyi, China y quedan para el recuerdo sus impresiones sobre Yosemite.

Estadounidense era la periodista Elizabeth Taylor (1856-1932), que pasó cinco años en las Islas Feroe y demostró su pasión por la naturaleza salvaje y los climas fríos.

"Todo el mundo que viaja dice que es una adicción y supongo que el afán de descubrir, de conocer, forma parte del espíritu humano. Da igual que sea 1850 o 2020, es un sentimiento positivo. Ninguna de ellas dejó de viajar, todas empezaron más o menos tímidamente pero se aficionaron de tal modo que luego ya lo hicieron sin excusas, reparos ni remordimientos", asevera la autora.

Si esta Semana Santa usted no puede viajar por motivos de tiempo, de dinero o de salud, pero necesita huir del peso de la realidad, puede optar por evadirse con Odiseas femeninas. 11 historias de mujeres de otro tiempo para viajar hoy (ed. Anaya Touring).

"Con este libro tienes la oportunidad de hacer esos viajes y conocer cómo los hicieron previamente estas mujeres, ver las dificultades que tuvieron quienes nos precedieron, lo que nos ayudará a ser mejores viajeros. Yo quería saber qué las había impresionado del lugar que habían visitado, cómo las había cambiado, qué habían vivido allí. Y también hablar de esos destinos, de cómo han cambiado desde entonces y de qué merece la pena visitar hoy", concluye García Arrabal.