Opinión | DÍA DE LA MUJER

8M: memoria y agenda

Cuando el feminismo parece ser un contenedor donde todo cabe y se habla más de otras cuestiones que de nuestros derechos, sucede que el mensaje negacionista de la ultraderecha crece

Manifestación feminista el 8M, Día de la Mujer.

Manifestación feminista el 8M, Día de la Mujer. / FERRAN NADEU

Una amiga que abrió los ojos hace poco frente al feminismo me dice que ha empezado a leer a la escritora Mary Wollstonecraft. Me comenta, emocionada, que una buena parte de lo que aún hoy debatimos ya estaba en su obra, en 1792. Si hacemos el mismo ejercicio con otras feministas históricas se demuestra que ellas no estaban equivocadas, que aún queda por conseguir y que la agenda y hoja de ruta del feminismo la definieron nuestras antecesoras. No honrar su memoria es anular las referentes que necesitamos ni reconocer su trabajo. No respetar lo que ellas marcaron como agenda es desagradecer sus propuestas y logros. Y no respetar ese pasado es ir hacia un futuro sin rumbo. 

Si la memoria feminista no está clara, cada 8M se vacía de contenido. En parte, es lo que siento cada vez más. Y, cuando eso ocurre, cuando el feminismo parece ser un contenedor donde todo cabe y se habla más de otras cuestiones que de nuestros derechos, sucede que el mensaje negacionista de la ultraderecha crece. Si una investigación demuestra que más jóvenes varones piensan que la violencia de género no existe es porque la ultraderecha avanza. Y si avanza es porque no hay muro de contención. Es porque quien debe recordar ese patrimonio pasado y ponerlo en valor para generar conciencia, no lo hace. 

El feminismo no es un grupo de mujeres resentidas ni amargadas que lloran por las esquinas, como sugiere el negacionismo, pero supongo que por querer impedir esa asociación se produce un efecto contrario. Recordemos que a las propias mujeres les cuesta reconocerse como víctimas. ¿Por qué? Porque cuando se vacía el discurso, se da a entender que está todo conseguido.

Por supuesto que podemos celebrar y bailar las victorias, pero centrar ahí toda la atención del 8M y no mencionar lo que viven miles de mujeres en sus casas, en sus trabajos, en sus guerras, deja la reivindicación incompleta. No es que el feminismo sea algo asociado a la pena, es que el feminismo es la historia de la violencia hacia las mujeres. Y la violencia no es bonita de ver, pero es lo que hay. No recuerdo a victimas del terrorismo haciendo una fiesta en días conmemorativos, sino un acto de memoria, reconocimiento y justicia para dignificar. 

El 8M me remueve demasiado. Quizás porque mi email está lleno cada día de mensajes de mujeres que viven la violencia machista, no solo de sus parejas, sino la estructural, del sistema. Me dicen que se sienten abandonadas o que no se escuchan sus problemas. El 8M las calles se llenan pero, después de la foto, ¿cuántas personas se concentran cuando hay una asesinada? Muy pocas. ¿Cuántas veces nuestros asesinatos son 'trending topic' y una alarma social? No lo vemos. Desde el pasado 25N, hay catorce asesinadas más, cuatro mujeres por mes, más de una por semana. Y en la campaña institucional del 8M no veo mención a esta realidad. 

Porque yo le diga a una amiga “guapa” o “buenorra”, a la mañana siguiente no se van a arreglar sus problemas ni de acoso sexual, del miedo a denunciar, ni solucionar su precariedad o que pierda la custodia de su hija o hijo ante un juez que los separe. Para eso se necesita feminismo, hechos y derechos. Yo vivo el 8M no tanto desde la victoria, porque no hemos ganado aún.