IGUALDAD Y DEPORTE

Mujeres trans y deporte de élite: ¿es posible conciliar identidad y fair play?

La haltera Laurel Hubbard, primera deportista trans en participar en unos Juegos Olímpicos.

La haltera Laurel Hubbard, primera deportista trans en participar en unos Juegos Olímpicos. / EFE/Miguel Gutiérrez

Violeta Molina Gallardo

Violeta Molina Gallardo

El deporte de élite necesita abordar la inclusión de las mujeres transgénero en las competiciones deportivas femeninas, una cuestión compleja en la que han de conciliarse el derecho a la identidad y a la no discriminación de las deportistas y el juego limpio, entendido como la igualdad de oportunidades de las participantes.

El debate está encima de la mesa y es objeto de fuertes polémicas. El Comité Olímpico Internacional acaba de dar un paso al frente a favor de la inclusión en el deporte, aunque son las federaciones internacionales quienes tienen la última palabra. La profundidad del debate es tal que lleva a cuestionar incluso la concepción binaria del deporte, aquella que divide la competición en las categorías hombre-mujer.

No hay soluciones únicas: hay quien aboga por negar la participación de las deportistas trans en competiciones femeninas al considerar que tienen superioridad física y dejan en desventaja a sus compañeras y quien solicita la integración de toda aquella persona que se sienta mujer. En el medio, voces que piden un estudio caso por caso y otras que sugieren superar las categorías sexuales en pro de otras divisiones más afinadas que tengan que ver con la talla o el peso.

Cinco expertos han analizado las múltiples aristas de esta cuestión para EL PERIÓDICO DE ESPAÑA.

"Es un debate muy complejo porque afecta a algo muy importante. El deporte se rige por sus propias estructuras en las que el binarismo ha estado, está y estará siempre presente", asevera la profesora de la Universidad de Vigo, exatleta y asesora del COI María José Martínez Patiño.

"Tenemos que ser sensibles al conocimiento que produce tantos años de alta competición. No estoy en contra de la inclusión, abogo por ir caso por caso. (...) Debemos ser muy respetuosos, tener mucho cuidado con lo que se hace. Es necesaria una reflexión meditada, sosegada y coherente", solicita.

¿Limitar los derechos?

"La protección de la integridad de las competiciones deportivas condiciona la participación de las deportistas transgénero e intersexuales en las mismas", reconoce la profesora de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad Carlos III de Madrid y experta en diplomacia deportiva Carmen Pérez. "La pregunta es si el derecho a participar en una competición es absoluto o se puede limitar si hay buenas razones".

"No lo tengo claro, tengo dudas. Por un lado está el derecho a que -las mujeres trans- compitan y se integren en la competición con su identidad sentida, como mujeres, y en el otro lado de la balanza estaría la integridad de la competición entendida como la igualdad de las participantes", sostiene.

Tratándose de personas que no se identifican con el sexo que les fue asignado por nacimiento, son sus características físicas las que se tienen en cuenta para asignarles una competición determinada. En el trasfondo de las reticencias a su inclusión, explica la profesora, subyace la idea de que ésta puede perjudicar al resto de atletas.

Pérez destaca que la segregación por sexo tiene una razón de ser biológica, pues "el desarrollo de los varones es superior en potencia, fuerza y velocidad al de las mujeres. El fair play pretende que se compita en las mismas condiciones, que nadie adquiera una ventaja injusta sobre el resto de competidores. El deporte es fuerza, es velocidad y es resistencia y hay que pensar en el resto de participantes que puedan estar en inferioridad de condiciones".

La necesidad de garantizar la igualdad de oportunidades de los deportistas ha sustentado la decisión de segregar la competición por sexos.

En el centro, el nivel de testosterona, muy superior en hombres y que se ha utilizado para reglamentar las competiciones e históricamente ha condicionado incluso la participación de mujeres cisgénero (nacidas con órganos sexuales femeninos).

La profesora universitaria subraya que la testosterona adquiere un protagonismo especial por la supuesta ventaja competitiva que otorga, pero las autoridades deportivas no miran de igual manera otras ventajas como pueda ser el síndrome de Marfan -que desarrolla extremidades más largas- o el desarrollo físico especial de deportistas como Miguel Induráin o Michael Phelps. El sexo y el género influyen en estos juicios.

Martínez Patiño considera que no se puede establecer una "puerta abierta para todo el mundo", ya que generaría problemas. La investigadora apunta que la testosterona y el entrenamiento físico que se ha producido como hombre, antes de una transición de género, deja huella. Y no es igual el caso de una mujer trans que comienza a entrenar una vez ha transicionado.

Se refiere al caso de la nadadora estadounidense Lia Thomas, que compitió en categorías universitarias masculinas antes de someterse a un tratamiento para bajar sus niveles de testosterona y cambiar de sexo. Thomas ha obtenido el mejor tiempo de la temporada en categoría femenina. La experta cree que esto ha influido en su rendimiento superior.

"Al deporte femenino le ha costado mucho llegar donde está, sé que cuesta muchísimo mejorar la acción deportiva, sea de un deporte individual o colectivo. Sé lo que cuesta mejorar una centésima o un centímetro o un segundo", asegura.

A favor de la inclusión

Poco antes de terminar 2021, el COI hacía público su nuevo Marco sobre la equidad, la inclusión y la no discriminación por motivos de identidad de género y variaciones de sexo. En él, renunciaba a regular los criterios de elegibilidad para cada deporte, que deben definir las federaciones internacionales, pero establecía los principios sobre los que deben pivotar las regulaciones: inclusión, prevención del daño, equidad, no discriminación, no presunción de ventajas, aproximación basada en las evidencias y en la opinión del grupo de atletas al que afectaría negativamente la regulación, primacía de la salud y de la autonomía corporal y derecho a la privacidad.

Por ejemplo, World Athletics -la federación internacional de atletismo-, ha establecido que pueden competir mujeres trans reconocidas por ley como tales y que hayan reducido su nivel de testosterona en sangre por debajo de 5nmol/L. La FIFA aún no lo ha regulado y la federación de rugby ha prohibido la participación de este colectivo.

Desde la Agrupación Deportiva Ibérica LGTBI+, su presidente, Víctor Granado, sostiene que la inclusión de las mujeres trans es un asunto de justicia y equidad y denuncia la discriminación que padecen y que aparezcan siempre como sospechosas de tener ventaja, de hacer trampa o de poner en peligro la limpieza y la equidad de las competiciones.

"Hay multitud de estudios que dicen que la testosterona no es el único biomarcador. Es un debate interesado, con posiciones extremas que pierden de vista los derechos humanos de las personas trans. Que todo un colectivo sea excluido de la práctica deportiva es un acto discriminatorio", enfatiza Granado.

El presidente de ADI LGTBI+ rechaza el prejuicio de que todas las mujeres trans compiten con ventaja y pone sobre la mesa el hecho de que hay muchas personas que tienen ventaja deportiva, por ejemplo los zurdos en esgrima, y no se prohíbe su participación en las competiciones: "No todas las características de buen rendimiento deportivo son achacables a la pubertad masculina ni son ilegítimas".

"¿Qué parecería el estudio pormenorizado de cualquier deportista africano negro con especial dotación para determinados deportes, para decidir si tiene una ventaja relativa o absoluta y se determinara excluirlo de la competición, por ejemplo a Usain Bolt?", se pregunta.

Granado hace un llamamiento para superar las categorías binarias en el deporte a favor de competiciones mixtas o de categorizaciones inclusivas que tengan en cuenta el peso o la talla en lugar del sexo, por ejemplo. "Estas realidades están poniendo en cuestión el sistema, que falla. No se trata de hacer hueco a unas personas, sino utilizar los derechos humanos de las personas trans para repensar el deporte de otra forma", sugiere.

Por su parte, el profesor de Filosofía del Derecho de la Universitat Pompeu Fabra Alberto Carrio asegura que "las mujeres trans son mujeres y deben poder competir en igualdad de condiciones que el resto de mujeres". "¿Eso quiere decir que no debemos preservar la igualdad en la competición? Sí debemos, estoy de acuerdo con la idea del COI de que debemos estudiar caso por caso para que no haya una desproporción".

Insta a regular para que no se ponga a otras mujeres en desventaja ni se vean perjudicadas, aunque destaca que en la gran mayoría de los casos no se produce una desventaja competitiva porque participen mujeres trans.

Carrio rechaza la idea de que haya deportistas que cambien de sexo para poder ganar: "Es una barbaridad. Alguien se cambia de sexo porque tiene esa necesidad personal, porque se siente así. Entiendo que si una persona es trans y lleva una vida trans porque se siente mejor con su identidad, también debe sentirse así en el deporte", expone.

El experto de la Pompeu Fabra cree que habría que actualizar medidas para que no se produzcan daños en deportes como el rugby o el boxeo y al mismo tiempo rechaza medidas radicales e invasivas en el cuerpo de estas mujeres trans.

"Por lo menos se ha visibilizado, hemos levantado el tabú. Hace diez años simplemente te expulsaban de un deporte y ahora estamos en condiciones de dar primacía a la salud de las personas trans, respetar su privacidad y su dignidad como personas y estamos en lo que menos problemas puede causar, estudiar las ventajas competitivas que pueden tener en la competición", concluye Carrio.

En el "no"

A diferencia de Carrio, el catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid Pablo de Lora no es partidario de la participación de mujeres trans en competiciones deportivas femeninas: "La segregación por sexo obedece a circunstancias biológicas que tienen que ver con el fair play y, en algunos deportes, con la seguridad de las participantes".

De Lora asegura que existe evidencia de que en el rubgy, o en los deportes de combate, las diferencias en promedio en la intensidad de los golpes o placajes son demasiado acusadas como para asegurar no sólo una competición equitativa, sino también segura.

Este catedrático, al igual que Martínez Patiño, pide diferenciar entre aquellas personas trans que se han sometido a tratamientos que han modificado de forma significativa sus atributos fisiológicos y sus capacidades deportivas de las que no han reducido sus niveles de testosterona.

A su juicio, la generalización de la participación de mujeres trans en las competiciones tendría una "fuerza desmotivadora enorme" para el resto de mujeres y provocaría que se resintiera la visibilización de las capacidades femeninas.

De Lora incide en que las personas trans pueden participar en competiciones deportivas profesionales, "es una trampa semántica hablar de inclusión, la cuestión no es la inclusión, es la inclusión en la categoría que ellas desean independientemente de sus datos biológicos. Los deportistas trans no están excluidos", precisa.

Y cuenta que hay una corriente que propone crear una tercera categoría deportiva de personas trans.

Avances significativos en la última década

A pesar de la controversia, la tendencia hacia un deporte más inclusivo y respetuoso es innegable. Hace muy poco tiempo, hasta 2015, el Comité Olímpico Internacional exigía que los deportistas transexuales se hubieran sometido a una operación de cambio de sexo para participar en competiciones. A partir de 2015, cambió ese requisito para pasar a controlar el nivel de testosterona de las deportistas trans.

En los Juegos Olímpicos de Tokio compitió por primera vez una mujer trans, Laurel Hubbard, en halterofilia.

En 2019, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU exhortaba a los estados a que velasen por que las prácticas deportivas fueran compatibles con estos derechos y se abstuvieran de adoptar aquellas que obliguen a niñas mujeres a someterse a tratamientos médicos innecesarios y vejatorios para poder participar en competiciones, así como a acabar con aquellas que conculquen el derecho a la integridad física y la autonomía persona.