FEMINISMO

El voto femenino de 1931: primer paso hacia la igualdad jurídica de la mujer

Hemiciclo vacío del Congreso de los Diputados

Hemiciclo vacío del Congreso de los Diputados / Agencias

VIOLETA MOLINA

 “¿En qué despeñadero nos meteremos si concedemos el voto a la mujer?”: así fue el debate del voto femenino hace 90 años.

“Ruego a la Cámara que me escuche en silencio: no es con agresiones y no es con ironía como vais a vencer mi fortaleza”. El 1 de octubre de 1931 y gracias al arrojo de una Clara Campoamor que exigía respeto a sus compañeros diputados, las Cortes aprobaban el sufragio femenino tras un rudo debate en el que se puso en tela de juicio desde la capacidad a las intenciones de las mujeres.

“La mujer es histerismo”; “¿no está disminuida la psiquis de la mujer”?”; “es peligroso conceder el voto a la mujer”; “el peligro del voto de las mujeres está en los confesionarios y en la Iglesia”; “¿en qué despeñadero nos meteremos si concedemos el voto a la mujer?” fueron sólo algunos de los argumentos esgrimidos por algunos de los diputados de las Cortes republicanas (integradas por 468 hombres y dos mujeres) para impedir que el sufragio femenino se incluyese en la Constitución. Su vehemencia no tuvo éxito.

El diario de sesiones de las Cortes recoge intervenciones cargadas de misoginia, sexismo, paternalismo y condescendencia con el género femenino, pero también discursos de una profunda convicción democrática como los de Campoamor, el socialista Manuel Cordero o el “azañista” Roberto Castrovido.

El diario de sesiones de las Cortes recoge intervenciones cargadas de misoginia, sexismo, paternalismo y condescendencia

 “El histerismo no es una enfermedad, es la propia estructura de la mujer. La mujer es eso, histerismo, y por eso es voluble, versátil… Y yo me pregunto, ¿en qué despeñadero nos meteremos si concedemos el voto a la mujer?”, alegó el médico socialista Roberto Novoa Santos, para quien la población femenina era “toda pasión, toda emoción, toda sensibilidad”, pero no reflexión, ni ponderación ni espíritu crítico.

El diputado Manuel Hilario Ayuso afirmó que la “bella mitad del género humano” no estaba capacitada antes de la edad de 45 años: “¿No puede estar, y de hecho está disminuida en algún momento la voluntad, la inteligencia, la psiquis de la mujer?”, apuntó.

Ante semejantes afirmaciones el psiquiatra César Juarros sostuvo que no existía razón fisiológica, ética ni psicológica para establecer diferencia alguna, pues “el histerismo es igualmente patrimonio del hombre”.

Al margen del argumento de la incapacidad y la histeria, muchos pidieron un aplazamiento del sufragio universal por el miedo a que las mujeres votaran lo que dictara la Iglesia y eso resultara perjudicial para la República. Mucho énfasis puso en ello el compañero de partido de Campoamor José Álvarez Buylla, para quien las mujeres eran retrógradas en cuestiones políticas y no se habían separado de la “influencia de la sacristía y del confesionario”.

“Tememos que el voto de la mujer venga a unirse a los que aquí forman la extrema derecha"

“Tememos que el voto de la mujer venga a unirse a los que aquí forman la extrema derecha. Negar el voto de la mujer, no; pero que se reserve la República el derecho para concederlo en una ley electoral para negarle al día siguiente si la mujer vota con los curas y con la reacción”, exigía el también diputado del Partido Radical Rafael Guerra del Río.

Roberto Castrovido preguntó cómo se iba a compenetrar a la mujer con la República y sacarla de la Iglesia si no se le concedía el derecho al sufragio y también salió en defensa del voto femenino el socialista Cordero, panadero de profesión.

“Cuando se promulgó el sufragio universal, los trabajadores vivían una vida inferior, su incultura era enorme; aquellos que pensaron en implantar el sufragio universal no repararon en los peligros que ello pudiera tener, porque sabían muy bien que implantar el sufragio era abrir una escuela de ciudadanía para ir formando la capacidad y la conciencia de los trabajadores. Lo mismo ocurrirá con el sufragio de la mujer. ¿Tenéis miedo a cómo se pronuncie? Pues trabajad e influid en ella para que se produzca a tono con nuestras ideas”, destacó.

Sus compañeros del Partido Radical habían dejado sola a Campoamor, pero el golpe más doloroso llegó cuando Victoria Kent, la única compañera mujer, se mostró partidaria de retrasar la concesión de este derecho: “Es peligroso conceder el voto a la mujer”.

“No es el momento de otorgar el voto a la mujer española. Lo dice una mujer que en el momento crítico de decirlo renuncia a un ideal"

“No es el momento de otorgar el voto a la mujer española. Lo dice una mujer que en el momento crítico de decirlo renuncia a un ideal. (…) . Si las mujeres españolas fueran todas obreras, si las mujeres españolas hubiesen atravesado ya un periodo universitario y estuvieran liberadas en su conciencia, yo me levantaría hoy frente a toda la Cámara para pedir el voto femenino. Pero en estas horas yo me levanto justamente para decir lo contrario y decirlo con toda la valentía de mi espíritu, afrontando el juicio que de mí puedan formar las mujeres que no tengan ese fervor y estos sentimientos republicanos que creo tener”, dijo.

Tras estas manifestaciones, Campoamor reconoció la “tortura de espíritu” que debía causarle a Kent verse en el trance de negar la capacidad de la mujer.

A pesar de tanto revés, pronunció un discurso que forma parte de la historia de la democracia. Con “cabeza y corazón” argumentó que los sexos eran iguales por naturaleza, por derecho y por intelecto, que las mujeres son seres humanos igual que los hombres.

161 diputados respaldaron el voto femenino frente a 121 noes

“Yo, señores diputados, me siento ciudadana antes que mujer, y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros. (…) Salváis a la República, ayudáis a la República atrayéndoos y sumándoos esa fuerza que espera ansiosa el momento de su redención”.

Tras el debate, interrumpido con frecuencia por gritos, aplausos y abucheos, sus señorías votaron. Muchos diputados abandonaron la Cámara para evitar pronunciarse en un asunto tan polémico (uno de ellos fue Manuel Azaña, la abstención fue del 40 %).

161 diputados respaldaron el voto femenino -entre ellos, Largo Caballero, Alcala-Zamora, Companys, Negrín, Ortega y Gasset y Giner de los Ríos-, frente a 121 noes.

Era una realidad: los ciudadanos, de uno y de otro sexo, mayores de 23 años, tendrían los mismos derechos electorales. El resultado de la votación fue acogido con aplausos y protestas. En la tribuna, un grupo de mujeres celebraba el resultado. Un diputado gritó “¡Viva la República de las mujeres!”.

Apenas dos años más tarde, el 19 de noviembre de 1933, las mujeres españolas pudieron votar. Ciudadanas por primera vez.