Animales

La doma como psicología para perros

Personas con canes se reúnen una vez a la semana en Vigo para mejorar la conducta de los animales en sesiones grupales guiadas por el moañés Samuel Silva Pidre

Samuel, con sombrero, y los participantes de la última sesión, en As Avenidas.

Samuel, con sombrero, y los participantes de la última sesión, en As Avenidas.

Borja Melchor | @borjamelchor

Doma de caballos aplicada a canes. Es la filosofía que aplica el moañés Samuel Silva Pidre para mejorar el comportamiento de los peludos, pero también de sus dueños. Desde su empresa Manada y vida, practica la psicología con el objetivo de lograr la máxima conexión posible entre el animal y el guía. “Es una fase previa a la educación o el adiestramiento. Primero, hay que saber dónde están la resistencia y los miedos. Buscamos amansar al perro y desarrollar su tolerancia hacia cualquier tipo de estímulo, es decir, sociabilización. Se trata de una metodología particular que he ido evolucionando desde 2007 trabajando con burros o caballos”, explica a este diario horas antes de comenzar una sesión grupal en As Avenidas, donde se reúnen en torno a dos decenas de personas y mascotas los viernes –también acuden a Vialia o el parque de Castrelos para cambiar de ambientes y generar situaciones reales–.

La clase dura unas dos horas: de 18.00 a 20.00. El primer objetivo es bajar el nivel de activación de los perros con caricias y cerca del resto de participantes, llegados de diferentes puntos de la urbe y el área, incluso de

Pontevedra

ciudad. “Les ayuda a drenar la energía”, anota Samuel. Más tarde, se cruzan caminando para observar sus reacciones y analizar soluciones en caso de conductas erradas. “Solemos terminar paseando todos en manada”, añade. Indica que se trata de sesiones “muy didácticas” a un coste “muy asequible”. Deja claro que siempre se trabaja con correa y que esta actividad está “enfocada totalmente hacia las personas”. “Me centro mucho en que sean ellas las que aprendan. Y no usamos comida para recompensar, sí alabanzas y gestos. El mejor premio tiene que venir del guía”, apostilla.

Hay gente que se lo toma como una actividad semanal que le permite pasar tiempo de calidad con su perro; otra acude a Samuel, que también ofrece sesiones privadas, para reconducir situaciones preocupantes de los peludos: actitudes reactivas con animales y personas, miedo a pasar tiempo solos o destrozos en el hogar. Es el caso de Jennifer Pérez, dueña de Robin –cruce de american stanford con shar pei–, participantes de las sesiones grupales. “Lo adopté cuando tenía dos años. El segundo día en casa, iba a bajarlo del sofá y me enseñó los dientes. Busqué soluciones y encontré a Samuel. Lo llamé llorando a las 11 de la noche para que me ayudara. Para mí, era importante que el perro no ganara la primera batalla. Luego, descubrimos que había sido maltratado, hasta tenía una lesión en la columna. Era imposible pasearlo sin que me diera tirones y destrozaba la casa. La relación con mi pareja y los niños se estaba complicando”, recuerda.

Asegura que ya vio cambios en la primera sesión con Samuel. “Era capaz de sentarlo sin que se moviese y que caminase sin tirones. Nos enseñó a mantener la calma: yo soy una persona nerviosa y se lo transmitía a él. Ahora, Robin está totalmente integrado y nuestro vínculo ha mejorado mucho. No tiene ni un gesto malo. La situación casi me supera, pero sabía que llegaría hasta el final para lograr el objetivo. Si no fuera por Samuel, mi perro no estaría conmigo en casa. En las clases grupales, seguimos trabajando; para mí, es una rutina semanal y estoy en contacto con gente que me entiende. Se ha formado una familia”, anota Jennifer antes de citar otro caso de éxito: “Él nos ayudó a que la perra que vive con mi madre se adaptase a la silla de ruedas después de que le amputasen la pierna”.

Marina Tojal también recurrió a Samuel para mejorar la conducta de Julie, una perra de agua española. “Tuvimos un problemón gordo cuando cumplió un año: empezó con ansiedad por separación cuando falleció mi otro perro, Rocco. Comenzó a quedarse sola en casa al ir yo a trabajar. Poco a poco, la situación iba a peor. Jadeaba, ladraba muchísimo, comió el cable de la televisión… Decidí llevarla conmigo: le habilité un espacio bien preparado en el maletero del coche, que es amplio. El primer día, estuvo durmiendo tranquilamente y muy cómoda; el segundo, se puso más nerviosa, saltó la reja que había colocado y comió parte del techo del vehículo. Fue en ese momento cuando llamé a Samuel, que lo conocí por una amiga. Él fue mi gran suerte, le estoy muy agradecida: es un gran psicólogo canino y humano”, reconoce.

Julie y Marina siguen en el proceso para mejorar el comportamiento. “Samuel me hizo ver que el problema de los perros, en ocasiones, parte de los dueños. Soy muy activa y los nervios por el disgusto del fallecimiento de Rocco se los trasladaba a la perra. Me dijo que, primero, tenía que liberar yo la tensión. Hace mucha labor con los dueños y manda deberes. Además, habla de forma clara y transmite siempre en positivo”, detalla, a la vez que pone en valor la importancia de comunicarse con el animal a través de los gestos y la correa, no la palabra: “Si le hablas, nota tu debilidad”. “Ahora, mi perra es otra, pero continuamos trabajando en las clases grupales y por nuestra cuenta: bajamos y subimos escalones y bordillos, camina hacia atrás... Cuando se queda en casa, lo hace dentro de un transportín grande; en un futuro, veremos si puede quedar más libre”, manifiesta.

Al igual que Marina y Jennifer, Suso Álvarez contactó con Samuel para mejorar el proceder de su perra Lana, mestiza de malinois con mastín. “Vivía en el monte desde que era cachorra y no había socializado cuando la adopté, con casi un año. Actuaba de forma reactiva con motos, personas o perros”, explica. Acuden a clases individuales y grupales para ponerle solución: “Me gusta relacionarme con gente con los mismos problemas”.