LA ENTREVISTA

María de la Serna, jefa de protocolo: "No soy de ningún club de fans, ni de fútbol, ni de la Iglesia ni de Marlon Brando"

Reconoce que el protocolo institucional tiene que ponerse al día y aunque apela al sentido común en las normas, dice que tiene “fama de coronela”

María de la Serna, jefa de protocolo en el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo

María de la Serna, jefa de protocolo en el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo / Alba Vigaray

Madrid

Técnica en Protocolo y Relaciones Institucionales, jefa de protocolo de cuatro ministros –actualmente del de Industria y Turismo– y profesora del Instituto Nacional de Administraciones Públicas, ha trabajado también en los Grupos Planeta, Mapfre y Seix Barral. Reconoce que el protocolo institucional tiene que ponerse al día en algunos aspectos –"El rey hace reina, pero la reina no hace rey" por ejemplo–. Apela al sentido común en materia de aplicación de las normas, aunque dice que tiene “fama de coronela”. Por algo será.

No es por dejarla sin trabajo, pero ¿para qué sirve el protocolo?

Lo principal es entender qué es el protocolo, porque por lo general la gente cree que estás hablando de educación social: de si me tengo que poner una pamela por la mañana o por la tarde, si comer con la pala de pescado o beber el vaso de vino en copa. En las instituciones del Estado, protocolo solo significa relación de ordenación de personas, espacios, de momentos, y está basado en una serie de reglas, leyes, reales decretos, reglamentos y costumbres inveteradas que son de aplicación obligatoria en los actos oficiales.

¿Y para qué sirve?

Para poner en imagen, en escena, el Estado, el poder. Está regulado por el Real Decreto 2099/83 de Ordenación de las Autoridades del Estado. Yo, cuando ordeno unas autoridades, lo hago según están en su territorio por la jerarquía que ocupan en el Estado español. Eso lo voy reflejando en cada uno de los movimientos que vamos haciendo con ellos, aparte de organizarles y ordenarles la vida oficial, la agenda.

O sea, que lo suyo va más bien de coreografía.

Tiene que ver con la normativa vigente. Y sí, a mí me gusta mucho lo de movimientos o coreografía protocolaria. Es como un ballet.

En esta casa, el ministro, Jordi Hereu, sería la prima ballerina assoluta.

En este ministerio, sí. Si sales del ministerio y te vas a un acto, en función de las personas que estén en el mismo. Por supuesto, siempre va a estar por debajo del Rey, del presidente del Gobierno, de la presidenta de las Cortes, del Tribunal Constitucional, del Supremo. Y si te vas a una comunidad autónoma, por debajo del presidente de la Comunidad.

La coreografía protocolaria es como un ballet. Cada una de las personas ocupa un lugar y hace una función

¿Enseña a hacer la reverencia a los Reyes o a besar el anillo a los obispos?

No. Primero, porque la reverencia a los Reyes ya está obsoleta y la Iglesia se encuentra fuera de este ámbito. La ordenación de un obispo, por ejemplo, ni siquiera está contemplada en el Real Decreto. No hay espacio para él. Uno, Rey; dos, Reina; tres, princesa de Asturias… y así hasta abajo. Otra cosa es que, en las comunidades o en los pueblos más pequeños, para la colocación de una primera piedra o la inauguración de un edificio normalmente te venga, junto a las fuerzas vivas, alguien que represente a la Iglesia Católica. Y como el obispo no está en el Real Decreto, buscas el hueco para colocarle.

¿El Papa tampoco está en plantilla?

Tampoco. Al Papa no lo tenemos en plantilla. Una cosa es el Estado, y por eso el protocolo es institucional, y otra, otras instituciones que no tienen nada que ver. Lo mismo que una cosa es el protocolo, otra el ceremonial y otra la etiqueta. El protocolo son leyes, reglamentos, normas; ceremonial es la forma en que vas a contar lo que vas a hacer allí y etiqueta, lo que te vas a poner. En el protocolo vaticano existe, por tradición, que las reinas católicas puedan tener el privilegio de ir de blanco. Las demás, de negro. Y en teoría tienen que cubrirse la cabeza.

Aquí, en su Ministerio: llega, pone en fila al ministro y le enseña a moverse, a quedar fascinante en las fotos, a colocarse de medio perfil.

No. Nada de imagen personal. Le puedo decir, si va al Palacio Real en un viaje de Estado, cuál es la etiqueta requerida: Frac. Punto. Y si tiene condecoraciones, puedo ayudarle a ponérselas. Para si está guapo o de perfil, viene el de Comunicación y le orienta en lo bien o mal que tiene que salir en la foto. Yo lo que hago es ordenarle con respecto a las demás autoridades. Una profesora nos decía: No llevéis en el bolso ni las medias de tu jefa, estáis para otra cosa. Pues yo he llevado en mi bolso las medias, los calcetines del asesor, un metro para medir y, en una ocasión, hasta una plancha pequeñita para planchar una camisa. Las cosas más inverosímiles. La vida es otra cosa.

Y lo que usted diga, va a misa.

Eso sí. Todos los ministros que me han pasado por las manos han sido superdisciplinados. Este es el cuarto, tras Reyes Maroto, Héctor Gómez y, en Justicia, Francisco Caamaño. Para mí no son una persona ni un cargo político. Son un ministro. Es verdad que, cuando voy a un acto y hay que hacerse una foto y arreglarse, la gente se aparta, porque saben que existe, sobre todo en las instituciones, la figura del técnico en protocolo o el jefe de protocolo, que maneja ese registro. En los ministerios casi siempre es una mujer. Hay muy pocos hombres.

¿Y eso?

Parece que es una profesión muy femenina. Sin embargo, en las grandes instituciones, en la Corona o en la Presidencia del Gobierno, los jefes de protocolo son hombres.

¿Blanco y en botella?

Pues no sé si hay algo de techo de cristal o más bien de rutina. Pero es cierto que a las mujeres aún nos queda mucho por recorrer.

En ocasiones la educación brilla por su ausencia, pero yo no soy la profesora de educación social

Ha dicho: "Trabajamos de forma callada, discreta y silenciosa". No se habrán pasado por su despacho Óscar Puente, Cuca Gamarra o Miguel Tellado.

Tampoco es una misión del jefe de protocolo decirles que se estén más callados, eso forma parte de su vertiente política. Nuestro trabajo es ordenar esos espacios, hacer que todo funcione, que fluya. Esa coreografía que ponemos en marcha la hacemos lo más discretamente posible. Que cuando llegue la persona sepa a dónde va a ir, quién le va a acompañar, dónde y cuánto va a estar, qué tiene que decir. Pero no le podemos pedir que cierre la boca.

¿Y no convendría, en ocasiones?

Pues en ocasiones la educación brilla por su ausencia, pero yo no soy la profesora de educación social.

¿Antes de salir de casa, a las autoridades se les lee la cartilla?

Antes de salir de casa se les explica quién va y dónde y con quiénes van a estar. Incluso hacemos unos croquis con unos dibujitos. A veces en las fotos de familia, con muchísimas personas, alguien puede preguntarse cómo se han ordenado tan de repente. Y es que abajo ponemos unos cartelitos con el nombre, o un color. Ellos saben que esa ordenación es un real decreto, de obligado cumplimiento.

Habrá situaciones conflictivas.

Hace muy poco tiempo sucedió con el ministro Bolaños en la Comunidad de Madrid, en un acto del 2 de Mayo con la presidenta Díaz Ayuso. La presencia de Bolaños en la tribuna no estaba prevista, y la jefa de protocolo le dijo que no podía pasar. Aplicando el protocolo, ella tenía razón. Usted no puede ocupar el sitio de otra persona. Luego ya, también el protocolo es mano izquierda. Cómo resuelves ese problema que se te presenta depende de la habilidad de cada uno. Se le puede poner en otro sitio igual de bien.

¿Usted qué habría hecho?

Le hubiera buscado un sitio bueno, con las autoridades.

No sentar juntos en la mesa a marido y mujer se conoce como Ley de Descanso Matrimonial. Pero igual una comida solo les parece poco descanso.

Es que la denominación es horrible, pero el protocolo cuesta mucho moverlo. Sí, igual preferirían descansar directamente tres meses. Pero no puedes decirles: como ha venido usted a comer y existe la Ley de Descanso Matrimonial, aplíquensela tres meses. Con respecto a los nombres, es que el protocolo es muy antiguo, y ahora las mujeres nos hemos incorporado al mundo del trabajo, pero antes íbamos de florero. Y aún hoy, el Rey hace reina, pero la Reina no hace rey.

¿Hasta cuándo?

Hasta que empecemos a tener reinas… Aunque no sé yo, porque la monarquía es muy difícil de encajar en una sociedad como la actual. Es como algo anacrónico. Pero si la figura del monarca la puedes no reconvertir, pero sí darle un tinte como de presidente de República o de Federación, tiene su sentido, porque es la representación de su país. En este caso, tienes que regular el papel o la función del consorte, tanto de ella como de él. La señora Merkel, en Alemania, estaba casada. ¿Y dónde estaba su marido? En ningún lado. En nuestro caso, como nuestro jefe del Estado es un rey, tenemos un difícil encaje. De momento, la Reina va de acompañante del Rey, excepto en los actos en que ella es la protagonista.

El protocolo no se salta. El protocolo es una ley, con lo cual podrás incumplirlo, pero no saltártelo

¿Hay protocolo para todo? Por ejemplo: ¿Cuál es el protocolo para ligar: estudias o trabajas?

El protocolo es poner orden. Si te digo protocolo del ébola o protocolo del cáncer te imaginas una lista de lo que hay que hacer en esos casos. Para ligar, lo que habría que aconsejar es: Aplíquese lo mejor que sepa. Ahora ya no dicen si estudias o trabajas. Yo creo que ni se lo preguntan ya.

¿Cree que a los españoles el protocolo les quita el sueño?

No, no les quita absolutamente nada. Duermen exactamente igual. No les importa ni tres cominos. Al revés, normalmente de lo que más se habla es de lo que no es protocolo. Por ejemplo, con la Reina: se ha puesto gafas, está saltándose el protocolo; se ha cortado el pelo, se ha saltado el protocolo. Y a ver: ¿Qué tiene que ver el tocino con la velocidad? Van andando por la calle y saludan. Y se dice: La Reina se ha saltado el protocolo y ha dado dos besos a un niño. El protocolo no se salta. El protocolo es una ley, con lo cual podrás incumplirlo, pero no saltártelo.

En su vida, ¿ante quién tiene que hincar la rodilla, bajar la cabeza, ceder el puesto o vestir de gala?

¿Yo personalmente? Siempre ante alguien a quien tenga respeto. Pero reverencias es muy difícil que haga. No me gustan. E hincar la rodilla tienes que hacerlo muchas veces por trabajo. Hincar la rodilla, los dientes y los pies. Aunque en sentido figurado, lo que te toque. Pero yo soy más de admirar serenamente, sin grandes alharacas. No soy de ningún club de fans: ni de fútbol, ni de la Iglesia ni de Marlon Brando. Me pueden gustar más o menos, pero no soy capaz de llegar a ese nivel de fanatismo. Me gusta mucho trabajar con gente que tiene respeto, categoría, capacidad, formación, ingenio.