FOTOGRAFÍA
Dos exposiciones en Madrid abordan desde miradas distintas las guerras de Ucrania y Gaza
Las muestras 'Retratos de fortaleza' y 'Para contar mi historia' se pueden ver hasta final de mes en Chamberí y Lavapiés, respectivamente

Iryna, madre de Ilona Kurovska, junto a la tumba de la activista ucraniana, en una de las imágenes de la muestra 'Retratos de fortaleza'. / ANASTASIYA ZABIYAKA
El 24 de marzo de 2022, justo cuando se cumplía un mes de la invasión rusa de Ucrania, Ilona Kurovska fallecía a los 45 años por el estallido de una mina en el distrito de Bucha, en el óblast de Kiev. Antes de morir intentó poner un torniquete al joven voluntario de 24 años que viajaba con ella en el coche y que acabó perdiendo la vida también. Fue lo último que hizo una mujer, doctorada en derecho internacional, que cuando empezó la guerra decidió volver a su pueblo, Klavdiyevo-Tarasove, también en la región de Kiev, para ayudar a organizar la defensa. "A través de los controles rusos evacuó a más de 4.000 personas", relata Valentina Morozova. "Aún tengo escalofríos al contar su historia".
Periodista, productora de televisión y presentadora, Morozova lleva tiempo afincada en Madrid, donde ha sido una de las impulsoras de la ONG Ukrainian Lives. Además, junto a la fotógrafa Anastasiya Zabayika, también ucraniana en Madrid, ha puesto en pie Retratos de fortaleza, una exposición con 77 imágenes en blanco y negro que documenta la vida de 22 mujeres de su país en tiempo de guerra como Ilona Kurovska. De 22 "heroínas", prefieren decir ellas. La muestra se inauguró el lunes en el Centro Cultural Galileo de la capital, donde podrá verse hasta el 30 de enero.
"Se nos ocurrió hace algo más de un año", relata Morozova. "A raíz de poner en marcha Ukrainian Lives nos llamaron en más de una ocasión para invitarnos a hablar de los derechos de las mujeres ucranianas en fechas señaladas como el 25N o el 8M y pensamos: '¿por qué no hacemos una exposición'?". Y a ello se aplicaron.
Durante un año empezaron por buscar los perfiles. Tanto Anastasiya como ella tenían claro que buscaban testimonios diferentes pero de algún modo complementarios. "Queríamos enseñar historias de mujeres distintas, de distintas edades, de profesiones distintas, con vidas distintas para transmitir que una guerra es una tragedia que toca a absolutamente a todas", prosigue. "Da igual si eres rica, si eres pobre, si eres famosa, si eres anónima. Aquí se ve que toca absolutamente a todas".

Olena Voshun, directora del refugio animal Chance For Life, en la ciudad ucraniana de Nikopol. / ANASTASIYA ZABIYAKA
Mujeres como Olena Voshun, directora del refugio Chance For Life, en Nikopol, que lleva desde 2017 comprometida con el bienestar animal y que ha seguido haciéndose cargo de perros y de otros animales heridos también durante el conflicto. "Los animales ya se han acostumbrado a los bombardeos", asegura. En la misma pared cuelgan las fotos de Katya Silchenko, diseñadora de moda, fundadora de la marca the COAT, una de las preferidas de Olena Zelenska, la esposa del presidente ucraniano. "Paró solo tres semanas", cuenta Morozova. "Se sentía responsable de las familias de las 80 personas que trabajan en su firma y decidió seguir con la actividad. En estos tres años ha habido veces que han tenido que estar cosiendo en sótanos a oscuras, valiéndose de la luz de los teléfonos móviles, a pesar de lo cual ha sacado cuatro colecciones, ocho colaboraciones y ha abierto un nuevo taller y otra tienda. Para mí, también es una historia de fortaleza".
Durante el año que han trabajado en el proyecto, Valentina y Anastasiya han viajado en dos ocasiones a Ucrania. "No hemos llegado a estar en la línea del frente", explica Zabayika, "pero estando en cualquier ciudad los bombardeos están presentes, las sirenas, los apagones... Y aquí estamos hablando de mujeres, en muchos casos madres con personas a su cargo y que tienen que planificar muy bien cada una de sus acciones. Cada una de ellas tiene mucho mérito, mucha resiliencia, mucha importancia. Cualquier testimonio de cualquier mujer hoy en Ucrania es interesante, valioso, revelador. Nosotras hemos pretendido con esto por lo menos dar voces a algunas de ellas".

Trabajadoras de la firma de costura The Coat, de Katya Silchenko. / ANASTASIYA ZABIYAKA
Entre las 22 "heroínas" hay cinco mujeres ucranianas residentes en Madrid. Incluida Anastasiia Lunina, la esposa del futbolista Andriy Lunin, portero del Real Madrid. El matrimonio colaboró en la llegada a España de tres familias con niños desde Járkov. Los dos estuvieron el lunes en la inauguración de la muestra. Pero también hay relatos más cotidianos como el de Sabina Mansurova, fotografiada con su abrigo largo y sus auriculares. Llegó con su familia a Madrid como refugiada en los primeros meses de la guerra cuando estaba entrando en la adolescencia. Hoy tiene 17 años, estudia para ser traductora y enseña español a otros ucranianos.
"En el fondo", revela Morozova, "mostramos mujeres ucranianas pero también creemos que puede ser una exposición inspiradora para motivar a mujeres en España. Todas hemos pasado una mala racha, una situación complicada. El hecho de que estas mujeres, que han visto lo peor, hayan podido seguir, no se hayan rendido, nos puede empujar un poco".
La exposición sirve, además, para dar visibilidad a la labor de Ukrainian Lives, una organización formada por mujeres ucranianas en España con el apoyo de la embajada de su país. Desde febrero de 2022 han organizado caravanas para llevar más de 100 toneladas de ayuda humanitaria a 110 familias en Ucrania a la vez que ha ayudado con ropa, alimento, bienes de primera necesidad o juguetes a unas 2.000 familias ucranianas refugiadas en la Comunidad de Madrid. "Por desgracia, se os está olvidando que hay una guerra", concluye Zabayika, que lleva 19 años en Madrid. "Es algo que hablo mucho con algunas personas. Los que somos de ahí y tenemos familia o gente cercana en Ucrania cuya vida está en peligro vivimos con preocupación, pero es cierto que en Europa, sobre todo en España, tiende a caer en el olvido". Según un reciente recuento de la Oficina del Procurador General de Ucrania, en el país han muerto casi 14.000 civiles como consecuencia de la invasión.
La vida en Palestina
La cifra que se maneja de muertos en Gaza ronda los 46.000. Otra exposición de fotografía que se puede ver en Madrid estos días dirige la mirada al conflicto palestino, pero lo hace de una manera distinta. "Quería hacer algo que fuera más allá de la violencia asociada a Palestina, que es terrible, que está ahí, pero quería hacer otra cosa", explica su comisario, Pablo Llorca. "Quería hacer algo que mostrara que los palestinos son gente concreta, con los mismos deseos y las mismas esperanzas que el resto del mundo. Gente que baila, que va a espectáculos, que tiene familia...".
Gente como Saleem Dawood Azar, a quien se ve junto a seis niños, probablemente sus hijos, uno de ellos con un balón, en una playa de Gaza, en los años 90, en una imagen en color que se ha elegido para la portada del catálogo que acompaña a la muestra. "Representa muy bien lo que queremos con la exposición", prosigue Llorca: "Una foto familiar, gente que no es anónima, porque tiene nombre, pero que no tiene relevancia pública, y de hecho, en la selección de imágenes no hay políticos o gente reconocible. Son personas como esta familia en la playa, sonriendo a cámara, disfrutando de un momento cotidiano". Una imagen que podría estar en cualquier álbum familiar.

Fotografía de un grupo musical tocando después de 1948 procedente del estudio de Saman Sahar.The George al Ama Collection / GEORGE AL AMA COLLECTION
A un álbum familiar pertenece, de hecho. Las 125 imágenes que componen Para contar mi historia, que es el título de la exposición que se puede ver en el espacio Nadie Nunca Nada No, en Arganzuela, 9, hasta el 1 de febrero, proceden del archivo digital del Palestinian Museum, una institución con base en Cisjordania nacida en 2016 para preservar la memoria palestina, uno de cuyos proyectos consiste en invitar a las familias palestinas a ceder fotografías y documentación de todo tipo para restaurarlos, si procede, y digitalizarlos. Fruto de esa labor, han tejido ya un fondo con más de 18.000 imágenes que se pueden consultar online.
La idea de esta muestra rondaba a Llorca, profesor de Teoría de la Fotografía y Teoría del Cine en la Universidad de Salamanca y comisario de otras exposiciones, desde que vio el trabajo del fotógrafo sudafricano David Goldblatt sobre el apartheid. Había, por supuesto, imágenes que mostraban la opresión sobre la población negra. Pero la mayoría documentaban una cotidianidad "sin dramatismos aparentes", que sin embargo tenían una fuerza y una connotación política muy significativas.
Entonces conoció el archivo digital del Palestinian Museum. Una colección descomunal que contaba para él con dos virtudes. "Por un lado, al ser fotos donadas por las familias, permite una aproximación muy inmediata a lo que es y ha sido Palestina, son fotos sin filtrar, digamos", apunta. "Por otro, hay muchos periodos registrados, de manera que se podían reflejar muy bien las distintas etapas: los años 50, los años 60, los años 70..., la evolución de la sociedad palestina. Trazar una crónica directa de lo que ha sido la sociedad palestina desde la Nakba, desde 1948 hasta ahora".

A la izquierda, Saleem Dawood Azar, junto a niños de la familia Azar, en la playa de Gaza, en los años 90. A la derecha, mujer en el campo de refugiados de Dheisheh, cerca de Belén, en 1987. / SALEEM AZAR COLLECTION / JOSS DRAY COLLECTION
Todo se gestó muy rápido, en apenas tres meses desde que Llorca empezó a visionar las imágenes del Palestinian Museum el pasado octubre, se puso en contacto con ellos para trasmitirles su intención, que fue muy bien acogida, y se hizo la producción y el catálogo, con colaboraciones, entre otros de Juan José Millás o el poeta gazatí Nasser Rabah. "Cuando enviamos al Palestinian Museum la selección de imágenes nos las mandaron en alta resolución en una semana", aclara. "Han sido muy ágiles". En Navidad imprimieron las fotos, que se muestran directamente en la pared, sin marco ni cristal. "En parte, esa urgencia era una de las premisas con las que se ha hecho", subraya el promotor de la iniciativa. "Podríamos haber intentado buscar el apoyo de alguna institución, pero eso nos ponía en un plazo de cuánto, ¿de un año? A saber qué pasa con Palestina en un año... Había que hacerlo rápido".

Representación de 'La muerte y la doncella', de Ariel Dorfman, en 1997. / AL KASABA THEATRE AND CINEMATHEQUE COLLECTION
El resultado es un montaje prácticamente cronológico en el que se ve a una sociedad palestina que trabaja, que acude a clases de gimnasia en el colegio, que baila, que sonríe. Hay también, conforme el relato va avanzando en el tiempo, que cubre el arco de 1948 a 2023, muestras de violencia, de ruptura de esa normalidad que transmiten algunas de las imágenes de los años 50 y 60. En parte es por la evolución política y el endurecimiento del conflicto, en parte también por un detalle sociológico que hace notar Llorca: antes de la fotografía digital y los teléfonos móviles, quienes tenían acceso a las cámaras y a hacerse fotografiar era la escasa clase media que había.
En cualquier caso, incluso en las fotografías más recientes se ven representaciones teatrales, jóvenes acudiendo a clases de música para aprender a tocar la flauta o a escuelas de circo, mujeres maquillándose... Lejos de parecer algo naif o frívolo, documentar esa realidad tiene una fuerte significación política, pues testimonia "el vínculo de un pueblo con una tierra", según Llorca, quien no duda en calificar de genocidio la actual situación en Gaza. "Ahora que Palestina se asoma al abismo es necesario contra su historia real", añade. "La cotidiana, la que demuestra que los palestinos han existido y siguen haciéndolo. De ahí nace el título de la exposición, Para contar mi historia, extraído de unos versos del poeta Refaat Alareer: "Si tengo que morir / tú tienes que vivir / para contar mi historia".
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