LEGADO CULTURAL

La guerra entre herederos y administraciones por Velintonia, la casa de Vicente Aleixandre en Madrid

La adquisición de la vivienda de Vicente Aleixandre se encuentra "en pausa" tras un nuevo desencuentro entre la Comunidad de Madrid y la heredera principal, que apunta a un interés previo del Ministerio de Cultura

Archivo -- Un momento de la celebración del 40º aniversario de la muerte de Vicente Aleixandre en Velintonia, cuando la Asociación de Amigos del peta organizó la reapertura d la casa.

Archivo -- Un momento de la celebración del 40º aniversario de la muerte de Vicente Aleixandre en Velintonia, cuando la Asociación de Amigos del peta organizó la reapertura d la casa. / EFE | Mariscal

Héctor González

Héctor González

Madrid

Parecía que esta vez sí, pero va a ser que no. Al menos, no de momento. Cuando a principios de verano la Comunidad de Madrid, en boca de su consejero de Cultura, Turismo y Deporte, Mariano de Paco, anunció que estaba "perfilando los detalles" para formalizar la compra de Velintonia, la antigua casa de Vicente Aleixandre en Madrid, todo apuntaba a que de una vez por todas llegaría el final de más de tres décadas de abandono del inmueble que otrora fue refugio de artistas de todo signo y punto neurálgico de la generación del 27. Sin embargo, la operación, que debía culminar a la vuelta del descanso estival, se ha frenado en seco por un nuevo desencuentro entre las distintas partes implicadas.

"Es verdad que el proceso está en un momento de pausa", reconoció el lunes De Paco en declaraciones a los medios. Según el responsable de Cultura, el Gobierno regional ha depositado en el juzgado 3,2 millones de euros - el precio base de la subasta judicial celebrada el pasado febrero y que quedó desierta después de que ninguna administración se interesase por ella- y está a la espera de que se resuelva después de que la heredera principal del poeta, Amaya Aleixandre, haya presentado un escrito de oposición a la oferta.

"Una oferta económica que, además, era exactamente la que los propios herederos habían fijado en la subasta judicial", subrayó el consejero, que insisitió en que el anuncio hecho en julio se produjo "una vez que hablamos con todas las partes implicadas", incluida la propietaria del 60% del inmueble, "con la que nosotros habíamos pactado previamente la compra". La semana anterior, durante el pleno de la Asamblea de Madrid, el director general de Patrimonio Cultural, Bartolomé González, culpó al Ministerio de Cultura de haberse entrometido a última hora con una nueva oferta, echando al traste "algo que ya estaba hecho" con los herederos.

Consultados al respecto, desde la cartera que dirige Ernest Urtasun niegan rotundamente que hayan presentado ninguna oferta, y afirman que no se plantean dar ningún paso en un sentido u otro hasta que no se haya resuelto el proceso actualmente en marcha. En este sentido, al propio De Paco tampoco tiene "constancia de que por parte del Ministerio haya esa firma de un contrato o el depósito del dinero", como "sí ha hecho la Comunidad de Madrid". Eso sí, fuentes del Ejecutivo autonómico conocedoras del caso apuntan a la existencia de una contraoferta ministerial cifrada en torno a los 3,5 millones de euros como posible responsable del giro en los acontecimientos.

La heredera principal acusa a la Comunidad de actuar "a mis espaldas"

La versión de la sobrina segunda del Nobel de Literatura en 1977, no obstante, difiere en lo sustancial de la ofrecida por el Gobierno regional. Si bien confirma el interés mostrado por el Ministerio de Cultura en la compra de Velintonia, que relaciona con la proximidad de "los 50 años de la concesión del premio Nobel a mi tío" y del centenario de la generación del 27, que tendrán lugar en 2027, Amaya Aleixandre invierte la cronología de los hechos, asegurando que fue el departamento de Urtasun quien primero se puso en contacto con ella.

"Cuando la Comunidad de Madrid me comunicó su intención de comprar la casa, yo ya había mantenido una reunión con el Ministerio de Cultura, por lo que en modo alguno se puede decir que haya interrumpido las negociaciones", afirma la heredera mayoritaria, que subraya que "más bien, se podría decir que ha sucedido todo lo contrario". Según Aleixandre, el Ejecutivo autonómico podría haber adquirido la vivienda "acudiendo con transparencia" a la subasta pública celebrada a principios de año"; sin embargo, han preferido hacerlo mediante un proceso que cuestiona que "legalmente pueda ser admisible".

Por todo ello, Amaya Aleixandre acusa a la Comunidad de Madrid de haber "actuado a mis espaldas" y de haberlo hecho "en connivencia con los otros dueños del inmueble [los Merlo- Usera, propietarios del 40% restante de Velintonia e impulsores desde 2020 de la extinción del condominio y la salida a subasta del inmueble], que carecen de escrúpulos, y sin que yo aceptase previamente, ni la venta, ni el precio de la compra".

Una lucha por el legado con el centenario de la generación del 27 a la vista

El objetivo de la Comunidad de Madrid con esta adquisición es transformar la abandonada vivienda en un "centro cultural de referencia".  "Queremos poner este futuro espacio al servicio de los madrileños y de cuantos visiten la región, un lugar de encuentro para los que amamos las letras y un magnífico enclave para conmemorar, en 2027, el 50 aniversario de la concesión del Nobel y el centenario de la Generación del 27", manifestó De Paco en verano, respondiendo a una demanda histórica del mundo de la cultura y de la política desde hace décadas.

La casa, ubicada en el número 3 de la calle antes llamada Velintonia y ahora Vicente Aleixandre en su honor, es donde el poeta desde los 11 años hasta su muerte el 13 de diciembre de 1984. Vacía y cerrada desde 1986, cuando falleció Concepción Aleixandre, hermana del escritor, los años han ido haciendo mella en el que fuera punto neurálgico y refugio de artistas y autores de todo signo durante el franquismo. Sus muros, que dieron cobijo a figuras de la Generación del 27 como Dámaso Alonso, Gerardo Diego o Rafael Alberti, Carlos Bousoño, José Luis Cano, José Hierro, entre otros muchos, reflejan ahora los signos de décadas de decadencia.