EN MADRID | RINCONEANDO
Media hora en las dos hectáreas de jardines privados del duque de Alba en Madrid
La Fundación Casa de Alba abre las zonas verdes del palacio de Liria a visitas guiadas para 80 personas al día
Uno de los últimos en llegar ha sido un cedro del Himalaya. Se plantó en honor de Rosario, la primera nieta del duque de Alba, nacida hace tres años, y ya tiene cierta prestancia a la entrada del palacio de Liria. No muy lejos, sobre el césped impecablemente cortado, luminosamente verde a las puertas del verano, un cerezo japonés se alza elegante. Se encuentran en la parte delantera del palacio de Liria. Detrás está el otro jardín, el de estilo francés. Hasta hace unas semanas apenas la familia de Alba y algunos invitados podían recorrerlos. Desde este mes de junio, sin embargo, la casa de Alba ha decidido abrirlos a reducidas visitas del público.
"Es un proyecto que teníamos en mente hace tiempo", asegura sentado en unos sillones en la zona de paso entre los dos jardines Álvaro Romero, director cultural de la Fundación Casa de Alba. El duque, asegura, cena allí en ocasiones. "En 2019 se abrió el palacio al público, pero los jardines son un lugar que la familia, que habita aquí, utiliza mucho. Al mismo tiempo, los visitantes demandaban conocerlos, particularmente el jardín trasero, al que se asoma el Salón de Baile. Y, finalmente, hemos encontrado ese equilibrio". Durante una hora, entre las diez y las once de la mañana, pequeños grupos de 20 personas pueden acceder a los jardines en una visita guiada de media hora. "Debido a la demanda estamos doblando turnos y cada día accede un máximo de 80 personas. Tenemos todo lo que queda de junio lleno y julio bastante completo".
El itinerario comienza por el jardín de la entrada, que no siempre estuvo ahí. Concebido en el siglo XVIII como lo que entonces se conocía como hotel particulier, el palacio de Liria ha sido definido a veces como "el hermano pequeño del Palacio Real", aunque su estilo es mucho más afrancesado y menos italianizante. El duque de Berwick, linaje que luego entroncaría con los Alba, fue quien lo mandó construir mientras residía en París y se lo encargó a un arquitecto francés, Louis Gilbert, aunque fue un español, Ventura Rodríguez, quien lo concluyó.
Jardines inglés y francés
Tal distribución contemplaba un jardín a la espalda del edificio y un patio de armas a la entrada. No fue hasta el siglo XIX cuando se empezaron a traer especies arbóreas para ajardinar ese patio. Hoy es una gran explanada verde con árboles rodeada por un camino de grava en perfecto estado de mantenimiento al estilo de los llamados jardines ingleses. Están el cedro y el cerezo citados pero también un tejo en algunas de cuyas ramas se ven los efectos de Filomena y otros árboles: magnolios, abetos.
Con todo, y aunque no recibían explicaciones, los visitantes al palacio ya podían ver esta parte para acceder. El verdadero encanto de los paseos guiados que ahora se han iniciado está detrás, en el jardín francés. Y fue Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, XVII duque de Alba, padre de Cayetana y abuelo del actual duque, quien más contribuyó a darle su actual aspecto. Ya estaba allí la fuente de Ventura Rodríguez, autor de las de Cibeles y Neptuno, que muestra a un niño y en la que hoy flotan los nenúfares. Pero él contrató a Nicolas Forestier, paisajista francés que ya había realizado en España los jardines de María Luisa, en Sevilla, y de Montjuic, en Barcelona.
Forestier dio al jardín en gran medida su aspecto actual con un gran parterre que sigue formas de bordado en la parte más cercana al palacio y un acusado sentido de la simetría. En la parte superior, una pérgola alargada atraviesa el jardín. En tiempos estuvo cubierta de rosas, pero ahora son glicinas las que conforman su aspecto de frondosa bóveda. Desde su centro se tiene una visión bastante hermosa de la fachada posterior del palacio. Detrás de ella hay una rosaleda, mandada plantar allí por Cayetana de Alba y que su hijo ha decidido mantener.
Cementerio de mascotas
Flanqueando las escaleras que permiten subir y bajar por el jardín, y también en otros puntos, hay esculturas: bustos, animales y cuatro esfinges. Todas de corte neoclásico y de los siglos XVIII y XIX. Según se cuenta a lo largo del recorrido, llegó a haber alguna estatua de época romana, pero el duque Jacobo decidió llevarlas a otra de las posesiones de la casa de Alba, el palacio de Dueñas, en Sevilla.
Cinco jardineros se ocupan del mantenimiento de las dos hectáreas de verde. Incluida una pequeña parte en un lado en la que los arbustos dibujan una suerte de pequeños caminos. Una cadena impide el acceso. Hasta 40 pequeñas tumbas de piedra se alinean allí. Es el sitio donde la familia de Alba entierra a sus mascotas, desde los perros hasta las aves exóticas que fascinaban a Cayetana. Es, además, el único lugar del recorrido donde no se pueden hacer fotografías.
De momento, la posibilidad de visitar los jardines solo se contempla en verano. En la web solo se pueden reservar hasta agosto, pero Romero anticipa que extenderán la ocasión hasta el 15 de septiembre. Las visitas guiadas tiene un precio de 7 euros si se quedan solo en los jardines y de 23 euros si se combinan con la visita al palacio.
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