EL PERIÓDICO MEDITERRÁNEO
Fiestas de la Magdalena: la última mascletà en María Agustina
Las fiestas de la Magdalena han sido testigo de muchos cambios a lo largo de su historia, pero pocos tan simbólicos como el que se vivió en 1993, el último año en el que la tradicional mascletà de inicio de fiestas se disparó en la plaza María Agustina

Galería: La última mascletà en María Agustina. / Mediterráneo
Fede Navarro
Aglomeración, olor a pólvora y emoción por el inicio "oficial" de las fiestas. La verdadera señal de partida era la primera mascletà en la plaza María Agustina, ese enclave céntrico y emblemático donde, en aquel entonces, todavía se giraba al revés, “como tiene que ser”.
Quedar con amigos, sentir la expectación en el ambiente, saber que la mascletà marcaba el comienzo de una semana sin fin: sin clases, sin apenas reglas, solo fiesta. Porque en 1993 el mundo era diferente. No había miedo, no había restricciones de aforo ni apenas medidas de seguridad. ¿De qué otra forma iban a permitirnos a todos los castellonenses amontonarnos en una pequeña plaza para vivir un estruendo que hacía temblar las ventanas de los edificios colindantes? Y cuando alguna se rompía por la vibración, se celebraba como parte del espectáculo.
Eso sin hablar de las cañas y los papelitos encendidos que caían sobre la multitud como agua de mayo. Quizá muchos espectadores arrastramos hoy cierta sordera por aquellas mascletaes, pero si algo nos enseñaron es que la Magdalena se vive con intensidad, sin filtros y con la pólvora marcando el ritmo de la fiesta.
El 14 de marzo de 1993, los castellonenses abarrotaron la plaza para presenciar el estallido pirotécnico que marcaba el arranque de la semana grande. Las Reinas de las Fiestas, María José Cadroy y la infantil María Isabel Marca Claramonte, fueron laa encargadas de encender la mecha, dando paso a un espectáculo ensordecedor de la mano de la Pirotecnia Luis Brunchú de Soneja. Con más de 3.000 truenos, la mascletà hizo retumbar el centro de la ciudad en una jornada cargada de tradición y emoción.
La espera fue larga, con retraso en el disparo y los asistentes agolpados en los alrededores de Mª Agustina, pero la paciencia valió la pena.

Página del Mediteráneo del domingo, 14 de marzo de 1993. / Mediterráneo
Nueva era
Pero todo cambió al año siguiente. En 1994, por motivos de seguridad, el disparo se trasladó a la avenida del Mar. "No puede albergar una mascletà de una potencia como la utilizada en Castelló, ante los peligros que este tipo de espectáculos pirotécnicos pueden ocasionar entre el público", explicaba entonces Miguel Ángel Mulet, portavoz del equipo de gobierno municipal en el Patronato de la Fundación Municipal de Fiestas.
El cambio definitivo llegó en 1995, cuando la mascletà se trasladó al Parque de Rafalafena, donde se mantuvo durante unos años. Actualmente, el estruendo festivo se dispara en el recinto junto al Primer Molí, un espacio más amplio y seguro para que los castellonenses sigan disfrutando de uno de los momentos más esperados de la semana grande.
Aquel 1993 fue el último año en que el centro de Castelló vibró con la mascletà en su emplazamiento histórico. Aunque las explosiones se mudaron, el espíritu de la fiesta permaneció intacto, recordando siempre que la Magdalena es sinónimo de tradición, pólvora y emoción.
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