MEDIO AMBIENTE

La sequía desvela los tesoros bajo el agua: desde construcciones megalíticas a campanarios medievales

El descenso del agua deja al descubierto restos del pasado

El Dolmen de Guadalperal, en Extremadura, es apodado el ‘Stonehenge español’.

El Dolmen de Guadalperal, en Extremadura, es apodado el ‘Stonehenge español’.

Marina Armas

Iglesias, campanarios, puentes y hasta pueblos romanos resurgen de entre las aguas como si fuesen fantasmas. Aunque ya hoy solo sean ruinas. Porque cuando el agua no llega y el calor aprieta demasiado -este verano fue el más cálido desde que se tienen registros, según la Aemet-, los embalses y ríos disminuyen su capacidad y, en ocasiones, se secan.

La falta de lluvias y las altas temperaturas han puesto en jaque las reservas hídricas. La reserva hídrica española se encuentra al 32,5% de su capacidad total esta semana en la que los embalses han perdido un total de 540 hectómetros cúbicos, lo que representa el 1 por ciento, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico, que indica que en este momento hay 18.270 hectómetros cúbicos de agua almacenada. Se trata de la cifra más baja en 27 años.

Los pantanos se están secando y en sus lechos vuelven a estar a la vista tesoros, esos restos del pasado que permanecían ocultos bajo sus aguas. En la mayoría de los casos, suele tratarse de ruinas de casas, mejor o peor conservadas, entre las que sobresale algún campanario especialmente vistoso. Pero a veces salta la sorpresa con algún asentamiento.

El ‘Stonehenge español’

Un reflejo de esta situación es el Dolmen de Guadalperal en el pantano de Valdecañas, en Extremadura, que constituye uno de los ejemplos más notables de megalitismo de la cuenca media del río Tajo. Este monumento, declarado Bien de Interés Cultural (BIC), ha emergido de nuevo a la superficie, tras ser cubierto por las aguas del río Tajo en 1964. El conjunto se puede ver desde que el pantano está al 38% de su capacidad, por lo que en estos momentos se encuentra casi al completo en la superficie. Tanto, que para visitarlo es necesario ascender hasta dos metros desde la cuenca del río. La imagen, que solo se puede ver en momentos de sequía, ha vuelto a dar la vuelta al mundo, informa Sira Rumbo. Desde la primera vez que el agua lo dejó en la superficie, en el año 2019, el Dolmen de Guadalperal se ha convertido en el reclamo turístico de la zona.

El dolmen, que ha sido bautizado como el Stonehenge español, haciendo referencia al famoso conjunto de piedra británico situado en Salisbury, en el condado de Wiltshire, a unos 130 kilómetros de Londres, es un monumento que data de entre finales del V y el III milenio a.C. Por ello, y ante la posibilidad actual de acceder a él, este verano un equipo de arqueología y restauración del Ministerio de Cultura y Deporte ha regresado a la estructura para analizar su estado de conservación tras los trabajos realizados el pasado verano.

En Galicia, más concretamente en Bande, a orillas del río Limia en el embalse de As Conchas, se encuentra un campamento romano y la mansión-viaria de Aquis Querquennis. Una huella del pasado, conocida popularmente como A Cidá, que se remonta dos milenios en el tiempo. Permaneció ocupado entre el último cuarto del siglo I y hasta los años 20 del II, durante la construcción de la Vía XVIII o Vía Nova. Durante gran parte del año, este yacimiento, que desde 2018 es considerado como Bien de Interés Cultural, no puede ser visitado porque permanece oculto. Cuando sube el nivel de agua del embalse los restos arqueológicos quedan inundados. Con la sequía la presa baja y los restos del asentamiento son más visibles, informa Faro, editado por Prensa Ibérica como este diario.

Este año, la fuerte sequía ha dejado a la vista el yacimiento en toda su extensión. Todo aquel que se acerca puede descubrir un campamento militar que fue construido y ocupado probablemente para supervisar desde él la construcción de la citada vía romana y para pacificar el territorio.

A poco más de 30 kilómetros de distancia de Bande, ya casi en el límite con Portugal, otro de los tesoros escondidos es el pueblo de Aceredo, en el embalse de Lindoso, desaparecido en el año 1992 y cuyas ruinas han quedado al descubierto debido al descenso del nivel de agua de los últimos meses. 

La construcción, que nació de un acuerdo entre las dictaduras de Franco y del portugués Salazar, borró del mapa el 8 de enero de 1992 el poblado. Ese día, Aceredo quedó congelado en el tiempo. Hoy, tras emerger del agua después de tres décadas, este pueblo fantasma, que se mantiene tal y como estaba aunque algo más dañado por el agua y el paso de los años, atrae a numerosos curiosos de ambos lados de la frontera.

En la misma comunidad autónoma, la seca del embalse de Belesar ha dejado a la vista las ruinas del viejo pueblo de Portomarín, que fue anegado por la presa en la década de los 60 del pasado siglo aunque muchas de las edificaciones fueron trasladadas a la actual ubicación. Los más curiosos incluso pueden volver a pasear por las antiguas calles del municipio casi 70 años después.

La iglesia de Sant Román de Sau, en la provincia de Girona, en Cataluña.

La iglesia de Sant Román de Sau, en la provincia de Girona, en Cataluña. / EPE

En Cataluña, un pequeño embalse del río Ter atrae a cientos de turistas seducidos por la estampa de la antigua iglesia del pueblo de San Román de Sau, del siglo XII. Sumergida en el pantano de Sau desde 1962, en estas últimas semanas ha quedado completamente al descubierto la iglesia de estilo románico lombardo.

Mientras en el pantano de Búbal que embalsa las aguas del río Gállego, en el Valle de Tena en la provincia de Huesca, la sequía prolongada deja a la vista las ruinas del pueblo de Búbal, entre ellas, los restos de un puente medieval. Otras ruinas que emergen del agua son las de un balneario real en el embalse de Buendía. Construido a principios del siglo XIX, el Real Sitio de la Isabela fue un balneario que se construyó a orillas del río Guadiela a su paso por las localidades de Cañaveruelas (Cuenca) y Sacedón (Guadalajara). En su día, se pensaba que las aguas que regaban a estos pueblos tenían propiedades curativas.

Pueblo hundido de Mansilla

No son los únicos pueblos que la falta de lluvia está dejando al descubierto. En La Rioja, medio centenar de vecinos viven una pequeña localidad, Mansilla de la Sierra, situada en las orillas del Embalse de Mansilla y a escasos 70 kilómetros de Logroño. Sin embargo, bajo las aguas de ese embalse descansan los restos de lo que fue el antiguo pueblo.

Fedja Grulovic / Reuters

Fedja Grulovic / Reuters / EPE

Sumergido debido a un plan hidrográfico de la década de los sesenta, este pueblo -que a principios del siglo XX tenía más de 600 habitantes y era el más importante de la zona- vio como sus casas y sus puentes quedaban ocultos bajo las aguas del embalse. Se intentó reconstruir el pueblo en su actual ubicación, para lo cual se trasladaron algunas edificaciones piedra a piedra, como su antiguo puente, así como diferentes objetos, como los que había en el interior de su Iglesia Parroquial. El resto se esconde bajo las aguas, aunque es frecuente que cuando baja el nivel del agua por la falta de lluvia, se pueda contemplar lo que queda de la antigua Mansilla de la Sierra. Una curiosa estampa que permite transitar sus calles empedradas con nostalgia.

El puente de Villanueva del río Pisuerga es otra de las joyas arquitectónicas, esta vez en la ribera seca del embalse de Aguilar (Palencia). Suele aparecer cuando llega el mes de septiembre, sin embargo, este año se ha adelantado a principios de agosto. Se puede ver el puente románico por completo. Tan solo un poco de agua corre por debajo de sus piedras. Nada más, informa Óscar Hernández.

En España, especialmente durante la segunda mitad del siglo XX, se construyeron un gran número de embalses y pantanos que cambiaron no sólo parte de nuestra geografía, sino la vida de muchos pueblos y vecinos. Hoy, la falta de agua permite redescubrir estos tesoros sumergidos.