Opinión | EL TRIANGULO

En verano

¿Qué tal el verano?, como si el verano fuera el lugar donde nada puede ir mal, porque lo que va mal en verano es doblemente malo

Las costas cantábricas se verán especialmente afectadas

Las costas cantábricas se verán especialmente afectadas

Ha sido un verano de esos que en el recuerdo se mantiene y se estira para doblegar una y otra vez a las malas y recurrentes noticias y a los malos agüeros que preceden a este otoño que se nos presenta inestable y un tanto huraño ante nuestras esperanzas de felicidad y dulce normalidad.

Los veranos empiezan y acaban de muchas maneras: lo hacen con un viaje atormentado y atolondrado repleto de esperas o bien se inician con un despegue que es el sueño de algo hermoso que acaba de comenzar y con el que llevamos tantos días soñando; a veces también lo hacen con despedidas y motivos para el desencuentro y otras suponen simplemente el cambio de una rutina por otro, esta última más liberadora y menos fatigosa.

El final de los veranos tiene el nombre de las cosas que queremos evitar para quedarnos reconfortantemente sobre la arena o desafiantemente en el glacial de nuestras vidas y así en la vuelta al día a día nos preguntamos una y otra vez: "¿Qué tal el verano?", como si el verano fuera el lugar donde nada puede ir mal, porque lo que va mal en verano es doblemente malo y se recuerda con vehemencia y un technicolor repleto de violentos rojos y fugaces azules.

Hay en el verano un estribillo que conforme avanza se vuelve desafinado y querer es una road moviea medio camino entre el desenfreno y la nostalgia a la que incitan esas melodías que en invierno no tararearemos para no recordar. Era verano cuando nos miramos a los ojos y me dijiste que cada cual viajara en su ola y fue verano cuando te marchaste saltando de nube a nube; también suena en verano el nombre de todas las cosas que se brindan para ser feliz y en verano, siempre es en verano, renacen las verdades que luego se harán mentira y romperemos a pedazos.

Los veranos se aletargan y son inexistentes, mientras los meses se suceden y los versos de la vida son escritos entre insomnio, pesadillas, días escolares y tardes de oficina a las que apenas llega la luz del sol y mucho menos la brisa del verano que acaba de marcharse y sobre el que depositamos tantas esperanzas que al final es solo vuelo fugaz que sigue alentando tu corazón con el recuerdo de otros veranos en los que no había prisas, ni malos pensamientos.

Porque el verano es niño, invencible niño que todo lo matiza con un olor y sabor que solo él y el verano son capaces de exprimir desde la inocencia que no tiene recuerdo, solo presente.