SEQUÍA

La paradoja de Riaño, la comarca inundada hace 35 años que ahora pide auxilio al quedarse sin agua potable

En 1987 la piqueta derribó las casas de nueve pueblos del precioso valle leonés, que quedó anegado bajo las aguas para construir un embalse cuya función nunca cumplió

La comarca vuelve a repuntar con el turismo, gracias a diversas iniciativas, pero las captaciones de agua son pequeñas y ya sufre restricciones

El equipo de Gobierno municipal pide ayuda a las administraciones para sacar agua del pantano para potabilizarla: "Si seguimos así tenemos previsto cortar el agua por las noches"

Dos turistas, en el banco de un colina desde el que se divisa Riaño.

Dos turistas, en el banco de un colina desde el que se divisa Riaño. / ALBA VIGARAY

"¡Dale ahora, que la tienes a tiro!". Desde el tejado de la casa de la Cari, a la entrada del pueblo, Carmen Sopeña, a la que le había costado horrores subir a la azotea por aquella estrecha trampilla, oyó con claridad el grito de uno de los 200 guardia civiles que habían tomado el pueblo como si aquello fuera una película de guerra, sorteando barricadas y hogueras.

A continuación, sonaron los disparos con pelotas de goma. Pum, pum, pum.

"Me dieron tres bolazos, el primero de ellos en el ojo", recuerda esta artista de 74 años sobre aquel día de San Fermín de 1987, el 7 del 7, el principio del fin de Riaño, el verdadero Riaño, la capital de una comarca verde y próspera, con dos ríos serpenteando el valle, el Esla y el Yuso, escoltados por unas majestuosas cordilleras presididas por el Gilbo. Un sitio idílico.

El valle, de un verde casi fluorescente, cogía un barniz amarillento con la primavera, cuando los capilotes (narcisos) trufaban el suelo como setas. Capilotes que se convirtieron precisamente en el símbolo de la lucha del valle.

Pueblo ganadero, era una de las zonas trucheras más importantes de Europa. Venían pescadores de Noruega, de Inglaterra, de Alemania. Era una referencia además en el ámbito de las ferias de ganado. Acogía un parador con fama nacional, el primero rentable, dicen. Y la primera sucursal en León del Banco Santander. Tenía tanta proyección, o más, que Potes o Cangas de Onís.

Lo bucólico y único del valle lo convertía en un lugar especial, de ahí que el impacto fuera tan fuerte cuando la sombra de la amenaza se tornó en realidad, como cuenta el actor Imanol Arias, nacido allí, en el vibrante documental ‘Mi Valle’ (Waves Films), con cinco candidaturas a los Premios Goya.

Una piqueta derriba una de las casas de Riaño en julio de 1987.

Una piqueta derriba una de las casas de Riaño en julio de 1987. / ALBA VIGARAY

Aquel 7 del 7, el día fatídico, con el derribo de al menos una decena de casas y varias cuadras, Riaño comenzó a ver su final. El de Riaño y el de los otros ocho pueblos del valle: Anciles, Escaro, Hueldes, La Puerta, Vegacernega, Pedrosa del Rey, Burón y Salio.

"Económicamente, Riaño no miraba al futuro, porque parecía que no lo tenía, pero demostraba ciertas formas de vivir en el pueblo sostenibles. Por eso tuvo ese impacto tan importante que no se produjo en todos los pueblos", explicaba el actor, conocido como Manu en la localidad.

El efecto del embalse fue devastador para toda la comarca. "Un pantano no solo sumerge los pueblos, sino que desarticula la estructura geográfica y demográfica de la zona; con el cierre de Riaño todos los valles quedaron descabezados", afirma el escritor leonés Julio Llamazares, que participó activamente en las protestas contra la construcción del pantano, un "auténtico atropello": "Las imágenes de 200 guardia civiles entrando en el pueblo y las grúas tirando las casas no son muy diferentes de las del Ejército israelí entrando en los pueblos palestinos... Generan mucha tristeza. Yo estaba en Suecia aquellos días y las imágenes salieron en los telediarios. Allí me decían que esas imágenes les recordaban al tercer mundo".

Consejo de Ministros con Franco

La amenaza del fin de Riaño pesaba como una losa desde que en mayo de 1963 el Consejo de Ministros del dictador Franco aprobara la construcción del pantano, retomando un proyecto ya pergeñado en los años 20, con el objetivo de regar 84.000 hectáreas de los páramos castellanos y leoneses.

Dos años después de aquel Consejo construyeron el imponente muro de 110 metros de altura diseñado para retener 650 millones de metros cúbicos de agua. La primera herida abierta en la montaña. Una suerte de amenaza a los habitantes del valle: se acabó.

Carmen Sopeña, una de las 'tejadistas' que trató de frenar al derribo de las casas de Riaño, posa en un banco frente al pantano.

Carmen Sopeña, una de las 'tejadistas' que trató de frenar al derribo de las casas de Riaño, posa en un banco frente al pantano. / ALBA VIGARAY

"Con aquello hundieron la montaña. Era la evidencia de que el valle se iba a la mierda. La moral de la gente cayó en picado, dejó de construir, de emprender...así durante 24 años", asegura Alfonso González Matorra, fundador de Riaño Vive, una plataforma que lucha por mantener el recuerdo vivo del aquel pueblo que fue anegado por un embalse que destruyó el pasado y el presente de sus habitantes, y marcó su futuro, ya que, en muchos casos, les condenó a marchar lejos de allí.

De sus hogares. De sus huertos. De sus tenadas. De sus portaladas. De sus caminos. De sus valles.

A Bilbao. A León. A Madrid... Algunos habitantes se quedaron en el nuevo Riaño, un pueblo donde ahora en invierno viven unas 350 personas -cuando se inundó el pueblo auténtico se rozaban los 1.000 vecinos-, pero cuya población en verano se dispara a las 10.000.

"Esto debería llamarse nuevo Riaño, no Riaño. El Riaño de verdad está ahí abajo", proclama Alfonso en una cafetería pegada al Ayuntamiento desde la que se divisa el azul del embalse, al que ahora mira el pueblo en busca de auxilio debido a la pertinaz sequía que afecta a todo el planeta.

A medida que va recordando todo aquello, a Alfonso, pelo blanco, ojos vivarachos, bien en forma -de tanto subir y bajar tanta montaña-, que no habla, sino que dispara, le va entrando la mala leche.

"Despertamos muy tarde, y es cierto que hubo una repercusión mediática importante, pero nos dieron para el pelo. Lo habían decidido los señores del poder, y legalmente lo tenían todo atado", lamenta Alfonso junto a Carmen, a la que ha ido a buscar a Los Espejos de la Reina, donde vive en la actualidad, para compartir café y recuerdos en la plaza de Cimadevilla.

Perspectiva del valle de Riaño. 

Perspectiva del valle de Riaño.  / ALBA VIGARAY

En uno de los laterales de la plaza está el impresionante museo etnográfico y la iglesia parroquial de Santa Águeda, que fue trasladada hasta aquí piedra a piedra desde Pedrosa, otro de los pueblos inundados.

En una especie de parque hay a modo de homenaje un chozo, que viene a representar las majadas de la montañas, ya que el pastoreo era la columna vertebral de la zona, y un hórreo.

- ¿Un hórreo? ¿Pero eso no es de Asturias?

- Me cagüen la leche, siempre estamos igual -se hace el indignado Alfonso, más salao que la mar-, aquí había más hórreos la pera. Cuando el marqués de la Ensenada hizo el catastro había más de 88, así que cuidadín con lo que decimos, que cobras.

Carmen, escultora y pintora conocida en la zona, anda despacio con las muletas después de un percance casero. Lleva una chaqueta azul celeste, abalorios de mil colores que reflejan ese aire juvenil que todavía mantiene, y reflexiona mucho antes de hablar.

Fuma tabaco rubio y cuando habla del Riaño Riaño se le iluminan los ojos mientras pierde la mirada en un punto fijo del horizonte.

Tras aquellos pelotazos del día de San Fermín -hubo tres heridos- estuvo varios días en el hospital. "Recuerdo estar sangrando por la boca y la nariz. Ellos [los agentes del Instituto Armado] riéndose, y yo 'hijosdeputa' 'hijosdeputa'... Me dejaron hecha unos zorros. Prohibieron dar información a la prensa, y yo me escapaba todos los días. Perdí la visión de un ojo, fisura de nariz, fractura de pómulo", enumera sobre aquel 7 de julio.

En verdad las piquetas ya habían llegado al pueblo en octubre del 86 para construir la zanja de Telefónica, paso previo a toda la construcción del pantano, aprobada en Consejo de Ministros un año antes por considerarlo bien de interés público.

Visita que repitieron las excavadoras en diciembre del 86, cuando tiraron abajo varias casas en hilera para levantar los pilares del viaducto. De aquellas llegaron 300 guardia civiles a caballo al barrio de Resejo, haciendo una barrera para que no "pasara ni Dios".

Alfonso González Matorra, de Riaño Vive, posa con el caldero, el emblema de una asociación que no quiere el pantano en el valle.

Alfonso González Matorra, de Riaño Vive, posa con el caldero, el emblema de una asociación que no quiere el pantano en el valle. / ALBA VIGARAY

Primero derribaron la casa de Rodrigo, luego la cuadra de Nicasio. "Todas las casas de esa zona las fueron tirando". Entre medias, algaradas, porrazos, jóvenes subidos a los tejados... Fueron meses, años, de manifestaciones, de prisas en los juzgados, de campañas en contra y a favor en los medios.

Nada detuvo el embalse. Ni siquiera una iniciativa pionera en nuestro país, en el año 84, cuando un grupo de espeleólogos puso a Riaño en el mapa al hacer una protesta en el muro del embalse. En una acción propia del actual Greenpeace, 18 espeleólogos se colgaron en la pared a 50 metros de altura y escribieron la palabra "Demolición".

"Una acción tan espectacular no se había realizado nunca a ningún nivel ni ningún grupo ecologista, y consiguió catapultar el tema de Riaño a nivel nacional", explican tres de los activistas, Juan Pedro Martínez, José Luis Santamaría y Víctor Sánchez en el citado documental 'Mi valle'.

Los vecinos sí consiguieron detener temporalmente las demoliciones en diciembre de 1986 gracias a un interdicto, lo que se tomó en el pueblo como una victoria. Fue en verdad una victoria parcial, pírrica, porque duró hasta julio del año siguiente, cuando el Gobierno y la Confederación Hidrográfica del Duero terminaron de ejecutar su plan.

"Fue la pérdida de la inocencia porque aquello lo ejecutaron los que se oponían en teoría a las obras faraónicas, el PSOE, con Felipe González", lamenta Llamazares, que por aquel entonces contaba con 30 años. "Los que pensábamos que no iban a hacer lo mismo que los anteriores no solo lo hicieron sino que lo hicieron con más impunidad".

No se libró ni una casa. Todo fue arrumbado por la piqueta, como si no solo se quisiera borrar el pueblo, sino también su recuerdo, su memoria.

La Iglesia, cuyas campanas habían servido a los vecinos para organizar las protestas o avisar de la llegada de las excavadoras, fue también demolida con estruendo gracias a varias detonaciones programadas.

"Fue muy triste. Nos consiguieron dividir", lamenta Alfonso, autor del libro 'Tocan las campanas a concejo. Riaño, el sueño'. "Al final fue un sálvese quien pueda. Aquí hay ya olvido total. Se mira al pantano con condescendencia", prosigue, refiriéndose a las manifestaciones alentadas en el sur de la provincia a favor del pantano y en demanda de agua para regar.

Pilar, Concha, y otra vecina del pueblo, se revuelven de dolor durante los derribos. 

Pilar, Concha, y otra vecina del pueblo, se revuelven de dolor durante los derribos.  / EPE

Meses antes del día de la infamia se había ejecutado ya la expropiación forzosa. Hubo quien no quiso coger el dinero "y le dieron por saco igual", recuerda Alfonso.

"La expropiación no le arregló la vida a nadie", defiende este riañés, que como muchos habitantes de aquel pueblo siguen considerando que fueron víctimas de un "engaño": "Se prometió que el embalse iba a regar cerca de 80.000 hectáreas y no se llegó ni a 20.000".

"El pantano no fue para la gente. Iberdrola [la antigua Iberduero, que se hizo con la gestión del embalse] ha multiplicado las producciones eléctricas por no sé cuanto desde que está este pantano. Si ves el agua que baja da miedo, llega hasta los arribes del Duero. Tiene cuatro saltos. Eso fue un negocio para llenar los bolsillos de unos pocos", exclama Alfonso. "Creo que ahora ya no es ni de Iberdrola, es de un grupo kuwatí".

Llamazares también sostiene que fue más una obra para contentar a una empresa que una necesidad. "Lo sé de buenas fuentes. Fue la contrapartida a Iberduero para compensar el cierre de la central nuclear de Lemonitz. Es que el Esla es el río más caudaloso de los que no desemboca en el mar. Un 20-30% de toda la producción eléctrica de España viene de ahí".

La demolición arruinó casas, pero también vidas. Los vecinos quedaron marcados para siempre. "Al principio ninguno nos queríamos quedar en Riaño. Era darnos por vencidos... Tuvimos que haber muerto uno y aquello se hubiera parado", lamenta ahora Carmen.

Vista de Riaño, con el Gildo enfrente, desde una de las colinas que rodean al pueblo.

Vista de Riaño, con el Gildo enfrente, desde una de las colinas que rodean al pueblo. / ALBA VIGARAY

Y lo cierto es que hubo muertos. Pocos días después de aquel 7 de julio se suicidó un vecino. Simón Pardo del Molino. Tenía 54 años. Le dijo a sus familiares días antes que no podía soportar la idea de tener que abandonar su casa. El hogar de toda su vida.

"En mi familia lo pasamos fatal", explica María Eugenia, de unos 45 años, y que oye desde una mesa cercana nuestra conversación. Su familia procedía de La Puerta, otro de las localidades inundadas.

"Mi abuelo tenía nueve hermanos, y se tuvieron que ir todos menos Agustín, que se quedó aquí en Riaño. Era una niña, pero aquello fue tremendo. Recuerdo a mi madre hablar por teléfono con mis tíos. Alguna vez cuando sale la historia terminan todos llorando", cuenta la mujer, que está estos días de vacaciones aquí.

Más turismo


Porque aparte de por lo sentimental, Riaño cada vez atrae a más turismo tanto castellano como de todo el país. Autobuses procedentes de León o de otros puntos de Castilla tienen como parada fija Riaño. Vienen hordas de turistas, por ejemplo, a hacerse una foto en el bautizado como "el banco más bonito de León", que ciertamente tiene unas vistas espectaculares del embalse y las montañas.

"Bonito era lo que había abajo", suelta Alfonso frente al banco ante los turistas que, cuando se enteran de lo que defiende, se interesan por la historia del pueblo antiguo. "Es que hay mucha gente que viene que piensa que el embalse siempre ha estado ahí". A algunos vecinos, pocos, no termina de gustarles lo del turismo, pero lo cierto es que ha revitalizado la zona y ha fijado población.

Un joven de balancea en el "columpio más alto del mundo" de Riaño. 

Un joven de balancea en el "columpio más alto del mundo" de Riaño.  / ALBA VIGARAY

Mientras la enorme mayoría de pueblos de León pierde habitantes, Riaño se mantiene. Es de los pocos municipios donde se abren negocios. Los turistas cada vez se quedan más días. El trabajo del equipo de Gobierno municipal y de los emprendedores del pueblo lo han hecho posible: el banco más bonito de León, el columpio más alto del mundo, la promoción de las rutas de senderismo, los paseos en barco por los bautizados como "fiordos leoneses...".

"Tenemos un proyecto ahora para tener una reserva de bisontes europeos en el valle de Anciles, que es de lo más bonito de la cordillera cantábrica", apunta Fernando Moreno, el actual alcalde -de Ciudadanos-, un agente medioambiental de profesión que asumió la tragedia de Riaño como la suya propia. "Vine hace 26 años de un pueblo de Burgos, así que los nuevos pobladores solo me llevan 10 años de ventaja, yo me considero de aquí", suelta con socarronería.

"Hay que saber de dónde vinimos, saber dónde estamos y qué queremos hacer más adelante", explica Fernando a los pies de la Iglesia de la Puerta, otra de las que se preservaron, situada en un altozano desde el que se divisa un precioso paisaje.

Fernando aprecia con lo que parece bastante criterio que hay que conjugar el recuerdo de la memoria del viejo Riaño con las oportunidades que el pantano ofrece ahora. "La nostalgia, el recuerdo, se debe seguir transmitiendo, eso no debemos perderlo", explica el alcalde, "pero no podemos querer todo el día quitar el tapón al embalse, porque las circunstancias nos dicen que hay que mirar hacia él. Hasta ahora se ha vivido de espaldas a él".

El último gran éxito para atraer turismo y por tanto riqueza fue "el columpio más alto del mundo", situado en una ladera a las afueras del pueblo y desde el que se tiene una visita privilegiada del entorno. A 10 minutos andando desde el camping, siempre hay cola para balancearse en esa instalación lúdica de la que parece que va a salir uno despedido al embalse.

"Estamos en una casa rural por aquí cerca y hemos venido porque lo habíamos visto por Internet, y el sitio es una pasada, la verdad", explican María y Armando, de Madrid, apoyados en unos vallados de madera frente al columpio donde pequeños y mayores esperan a subirse.

"Fue una iniciativa de un vecino. Es un bombazo, está petado todo el día. El que no tiene una foto del columpio de Riaño en las redes sociales parece que no es nadie", presume el alcalde, que estima que con todas estas iniciativas se ha conseguido "ser un destino" obligado de las agencias de viajes.

Un futuro prometedor que a corto-medio plazo se puede ver truncado con un problema extremadamente paradójico, ya que Riaño lleva semanas pidiendo "auxilio" ante la previsible falta de agua potable en las próximas semanas, si no días.

Un pueblo, una comarca inundadas que, sin embargo, se pueden quedar sin agua incluso para ducharse.

Fernando Moreno, alcalde de Riaño, posa frente al embalse de Riaño. 

Fernando Moreno, alcalde de Riaño, posa frente al embalse de Riaño.  / ALBA VIGARAY

"Es algo que la gente no entiende porque estamos rodeados de agua, pero los dos ríos surten directamente al embalse. Nosotros dependemos totalmente de la nieve, y esas reservas que nos quedan durante el invierno y este año no ha nevado", explica el primer edil sobre un problema agravado por la altitud y la cercanía de la sierra, que hacen que la diferencia de nivel y distancia del terreno sea reducida y por lo tanto las captaciones, sobre todo en años secos, sean muy pocas.

Por todo ello, el alcalde lleva semanas pidiendo ayuda a la Confederación Hidrográfica del Duero, a la Junta y al Ministerio de Fomento para poder extraer agua con una bomba que estaría sumergida desde una plataforma flotante. De ahí el agua se trasladaría con una tubería de gran presión, de unas 20 atmósferas, hasta una planta potabilizadora, cruzando la carretera.

Todas las administraciones y organismos implicados parecen estar de acuerdo -"es algo que hay que agradecer, los que no nos han escrito nos han llamado"-, pero ahora hace falta encontrar los 50.000 euros que costaría la instalación.

"Estamos también en contacto con la Consejería de Sanidad para que nos garantice la manera de poder hacer las pruebas necesarias para saber que el agua tiene todas las garantías sanitarias", señala el alcalde.

En la actualidad, hay restricciones para regar en jardines públicos y privados y en lavados de coches y la siguiente fase si no se encuentra una solución y sigue sin llover será cortar el agua por las noches. "Ya lo tenemos previsto".

"Tratamos de adelantarnos a lo que nos pasó hace tres años, que nos quedamos sin agua. Tendríamos cortes de agua en la hostelería... sería lo más duro para los turistas, que no puedan ducharse o usar el baño es algo que no nos podemos permitir", dice el alcalde, que también coincide con la mayoría de vecinos en que lo que allí ocurrió hace justo 35 años no fue del todo claro.

Fotografías de las casas derribadas de Riaño que todavía se conservan en el museo etnográfico.

Fotografías de las casas derribadas de Riaño que todavía se conservan en el museo etnográfico. / ALBA VIGARAY

"El embalse se vendió para el regadío, pero o se mintió o no se dijo toda la verdad. No está regando ni el 50% de lo que se prometió", explica Fernando, que estima que la idea era crear "una buena cabecera" para la "producción eléctrica" de todas las centrales abajo del embalse hasta llegar a Portugal.

Varios turistas preguntan al alcalde, sin saber quién es, por algún sitio para comer. Alfonso también se mete en la conversación. Al acabar las entrevistas y la sesión de fotografías, Carmen, Alfonso y el alcalde siguen departiendo amistosamente sobre los asuntos del pueblo. Antes de marcharnos, Alfonso advierte:

- El pueblo se verá algún día, ya verás -dice medio en serio medio en broma-, tengo preparados ahí los calderos para vaciarlo. Es que hay que regar las piedras de Pedrosa para sacarles el fango.