Reportaje

El último habitante del poblado de 'As Bestas': 27 años viviendo solo en las montañas perdidas de León

Sergio Cela, ganadero de 66 años, lleva casi tres décadas cuidando de Quintela durante el año: "Todos los días cojo el todoterreno; solo estoy solo cuando duermo"

El director Rodrigo Sorogoyen eligió este pueblo para rodar durante tres meses su última película, 'As bestas', donde Sergio tiene un pequeño cameo

El ganadero Sergio Cela posa a la entrada de una de las fincas de Quintela.

El ganadero Sergio Cela posa a la entrada de una de las fincas de Quintela. / ALBA VIGARAY

Sergio Cela espera a los forasteros apoyado en su todoterreno Mitshubishi Montero a la entrada del poblado. Bajo la gorra se le intuye a distancia un pelo blanco que parece algodón. Lleva un pantalón de campo que ya vivió sus mejores días y un polo rojo de manga larga con un bolsillo en el pecho que deja ver el móvil tanto por arriba como por abajo. 

Tiene semblante recio, la piel ennegrecida por el sol. Las cejas pobladas y unos ojos glaucos tan hoscos como curiosos que escudriñan a los recién llegados durante unos segundos, como a la espera.  

- Joder, vaya carretera, Sergio-, rompemos el hielo 

- Ya la habéis visto... ya te dije. Esto es lo más importante que tienes que contar. 

La carretera, por llamarla algo, es la sinuosa calzada de grava, piedras y baches que sube monte arriba cruzando robles, pinos y castaños desde Barjas, el pueblo principal de este valle del Bierzo leonés que limita con Galicia donde uno se siente como en el final del mundo. En el trayecto no se ve un alma y de no ser por algún vallado casi ni un atisbo de civilización.

Subir a Quintela durante esos siete kilómetros, en los que saltan perdices cada dos por tres, es un ejercicio de riesgo. Hay momentos que si uno se despista un poco o pilla la curva más rápido de la cuenta puede acabar desfiladero abajo, camino del río Corporales.  

Vista de Quintela y el ganado de Sergio Cela pastando en uno de los prados. 

Vista de Quintela y el ganado de Sergio Cela pastando en uno de los prados.  / ALBA VIGARAY

"Nos engañan desde hace cuatro años, yo no sé si es el alcalde [de Barjas, del que depende la aldea], el presidente de la diputación, la diputación completa... No sé. Pero es una necesidad. Verla como está", insiste sobre la carretera Cela mientras va bajando la guardia. 

Quintela tiene unas once casas -algunas ya abandonadas-, construidas sobre piedra caliza en distintos niveles, y una ermita, la capilla de San Bartolomé, que estos días andan reparando. "Lo está haciendo el Concejo. Había que arreglarla". Si tiene algo de uso es ahora en verano, cuando vienen antiguos pobladores del pueblo y sus familias durante unos días.  

Porque aquí cuando llega el otoño, desde hace 27 años que murió su madre, el único habitante que queda en Quintela es Sergio. "Antes en verano la gente venía y se quedaba 15 días o un mes, pero ya no, cada vez vienen menos... la gente se hace mayor", lamenta con esa cadencia cantarina propia del hablar de la zona.

Son las seis de la tarde y empieza a refrescar. El termómetro marca 17 grados al llegar a este poblado situado a 1.003 metros de altura donde impera el silencio. 

En un principio el enorme mastín de Sergio, León, nos acompaña, tratando de confirmar que no somos amenaza. "A los jabalíes en vez de ladrarles les cuida, está habituado; es un animal al que le gustan los animales", explica este ganadero de 66 años que nunca había estado tanto tiempo en la ciudad hasta el pasado abril, cuando le dio un ictus. 

Tras una comida con amigos, subió a su pueblo, y estando en el coche notó que no podía mover la pierna. Avisó a uno de ellos -en el valle hay cobertura gracias al repetidor de Movistar del imperial monte de Ogrovio que custodia la aldea- y le llevaron corriendo al hospital de Ponferrada. 

"Estuve ingresado varios días, dos en la UCI", recuerda aliviado. De aquella solo le quedó un hormigueo extraño en la mano izquierda y la prescripción de seguir dieta de por vida. "Puedo comer y beber de todo, pero con moderación". 

El susto le pilló en Quintela, pero sorprendentemente le podría haber pillado en el Festival de Cannes, donde esos días el director Rodrigo Sorogoyen estrenaba su última película, 'As Bestas'. 

Sergio Cela posa en uno de los prados del pueblo, desde donde se divisa la cordillera leonesa-gallega

Sergio Cela posa en uno de los prados del pueblo, desde donde se divisa la cordillera leonesa-gallega / ALBA VIGARAY

Durante tres meses, a finales de 2021, Sorogoyen y su equipo estuvieron grabando en Quintela este thriller en el que Sergio tiene un pequeño cameo. Apenas un par de intervenciones de las que dice que ya no recuerda las frases que memorizó: "Eran cosas cortas. Yo estaba con las vacas". 

"Me habían invitado a ir a Cannes, me llamaron desde allí, pero no podía hablar mucho, estaba ingresado", cuenta Sergio, al que han vuelto a invitar desde la productora al estreno en Madrid en otoño. "Dicen que me vienen a buscar... me dejan traje, pero no sé si iré. Según las ganas que tenga", afirma azorado el ganadero, que lo más abajo de España donde ha estado es en Valladolid, pero ya hace mucho, "en vida de mi madre".

- Oye, ¿y cómo te convencieron para rodar aquí?

- Yo les eché muchas veces, malpareciendo... 'Aquí no vengas más', le decía a María, la gallega, pero me fue convenciendo poco a poco. Y quedé contentísimo con ellos, ¡eh!. Gente muy educada, muy bien. 

- Pero era mucha gente, ¿no? 

- Pufff, sí... una vez uno de los camiones que subía no tuvo un accidente de puro milagro.

- ¿Alguno del equipo se quedaba a dormir aquí?

- No, y algunos días se quedaban hasta las cuatro de la mañana grabando... Marchaban a Villafranca y por ahí...

Sergio hizo buenas migas con Luis Zahera, el carismático actor gallego, sin duda ahora el intérprete de moda, con el que bajó a comer "un par de veces" a Villafranca. El ganadero se sonríe recordándolo. 

Las 22 vacas de Sergio pastan tranquilamente en una de las laderas del pueblo, ajenas al trasiego de varios operarios en el arreglo de la ermita. 

Vista del huerto de Sergio Cela, donde plantas patatas, acelgas y berzas, entre otras cosas. 

Vista del huerto de Sergio Cela, donde plantas patatas, acelgas y berzas, entre otras cosas.  / ALBA VIGARAY

"No son muy sociables", responde cuando le pedimos sacar una foto con el ganado. Aunque ya está jubilado, las mantiene de cebo. "Mis padres tenían ganado y yo también. He vivido de ellas", explica razonando por qué se quedó en el pueblo. Porque era lo más normal para él. 

"Mucha gente se fue, algunos emigraron a Suiza", recuerda Sergio, que apunta aun así no sentirse solo. "Es que yo solo estoy para dormir, nada más. Yo todos los días cojo el todoterreno". En Vega de Seu, por ejemplo, el pueblo más cercano donde en invierno viven apenas cuatro habitantes, le dejan el pan todos los días.  

Retrato de Sergio Cela y el paisaje que se ve desde Quintela. 

Retrato de Sergio Cela y el paisaje que se ve desde Quintela.  / ALBA VIGARAY

"Cuidado con el hilo ese, que lo puse para trancar las vacas... porque si te caes yo me río, ¡eh!", advierte socarrón sobre un alambre de espino a la salida del pueblo dirección del despoblado de Barrosas. Mientras, la fotógrafa le insta a situarse en una verde ladera para hacerle un retrato. "Te voy a romper la cámara. Un amigo me decía esta mañana que me pusiera guapo, pero como guapo ya no nací", bromea.   

Sergio tiene su cuadrilla, con la que organiza comilonas de vez en cuando, y con los que se va a cazar. En la veda del año pasado, abatieron 91 jabalíes. A las batidas se va con sus tres perros azul grifón, que "son muy buenos para el jabalí" y que duermen en una especie de corral bajo su casa de piedra, que lleva unas semanas reformando. "Necesitaba una reparación, le quiero hacer el tejado, pero los oficiales...", lamenta sobre una obra que parece parada. Contra una de las paredes, la leña acumulada ya para echar a la lumbre en invierno.

Varios de los perros de caza grifón azul en una cuadra de la casa de Sergio.

Varios de los perros de caza grifón azul en una cuadra de la casa de Sergio. / ALBA VIGARAY

En las laderas de los caminos del pueblo nacen zarzas de moras y se ven sabugueiros, el fruto del sauco. "Aquí menos gente hay de todo. Cuidado con esas. No se comen, son muy ácidas", advierte sobre una especie de bayas moradas muy pequeñas. 

En una de sus tierras, Sergio tiene riego por aspersión. En el valle no falta el agua, que cae por regueros de la montaña. Sobre la despoblación de la España rural, Sergio asegura no saber a quién hacer caso. 

"La gente dice que hay que repoblar, pero habrá que dar dinero, ayudas. Aquí todo es el interés del dinero. No se beneficia a quien viene a vivir, sino se aprovechan", asegura. Sergio se refiriere, por ejemplo, a los 3.000 euros que paga junto a "un chico de Pontevedra" al resto de los dueños de las tierras por el uso de los prados y de las hierbas para el ganado. "Los vecinos cobran renta, por lo menos no habría que cobrar las rentas de los prados". 

Primer plano del ganadero Sergio Cela, que lleva 27 años viviendo solo en Quintela.

Primer plano del ganadero Sergio Cela, que lleva 27 años viviendo solo en Quintela. / ALBA VIGARAY

Al pie de su casa, Sergio tiene un huerto donde plantas patatas, repollo, alubias y unas berzas que despuntan como rascacielos. "Ahí en esa parte planté trigo para aprovechar el terreno, es que ahí hicieron el huerto los de la película y así si plantaba no nacían hierbas", explica el ganadero, que fala un poco de galego: "Pero el chapurreau de aquí".

- ¿Y aquí en invierno hará mucho frío?

- No, aquí menos dos como mucho, arrimado al río sí hace más frío, abajo en el valle.

- ¿Y nieva mucho?

- No mucho, 25-30 centímetros.   

En el tejado de su casa se ve la parabólica que le permite tener 32 canales de la TDT. Porque a Sergio le gusta estar informado, y sobre todo le interesa la política. "Yo soy socialista, socialista", deja bien claro. 

- Y Pedro Sánchez, ¿qué? ¿Lo está haciendo bien?

- ...Unas cosas bien, otras mal, todo no se puede arreglar, pero aquí nunca estamos de acuerdo con todo.

Llevamos cerca de una hora con él, y Sergio ya empieza a impacientarse un poco con la cámara. "Vamos al huerto y ya, ¡eh!", advierte el pastor, que asegura que los osos se dejan ver por el valle de vez en cuando. "Aquí hay colmenas y han venido a tirarlas", asegura Sergio, que lleva de alcalde de la pedanía ya 42 años. 

Detalles del pueblo de Quintela. 

Detalles del pueblo de Quintela.  / ALBA VIGARAY

"Quiero marcharme ya de alcalde, pero no me dejan", lamenta, para luego presumir de la fiesta del pueblo, "la mejor de toda la comarca", y que se celebra los próximos días 26 y 27 tras años sin celebrarse tras varias "tragedias" y el coronavirus. 

"Hay música y hacemos una pulpada, pero sin patatas, el tradicional, los de las patatas eso es un engaño", afirma Sergio, que explica también que viene mucha gente para la festividad del magosto, el día de todos los santos, cuando se recogen castañas y se preparan al fuego.   

No tiene muy buena opinión de los ecologistas. "Están echando lobos y luego no dejan hacer cosas beneficiosas. Cada vez hay más osos, ¿qué beneficio le sacamos nosotros?", se pregunta el último habitante de Quintela, que tras despedirnos amistosamente y antes de montarse en el todoterreno, "que tiene 20 o 30 años, a saber", lanza un recordatorio: 

- Lo de la carretera no quiero que sus olvidéis, que ese tramo está mal pero el de Albaredos, que es para el otro lado, que ya raya con Galicia, eso tenías que verlo...

Vista del mal estado de la carretera de Barjas a Quintela. 

Vista del mal estado de la carretera de Barjas a Quintela.  / ALBA VIGARAY