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Acoger a un adolescente conflictivo en la familia: "Ha aprendido de nosotras y nosotras de ella"

Cuando los juzgados de menores condenan a los adolescentes conflictivos a vivir con otra familia

Unas adolescentes usan sus teléfonos móviles en Barcelona, en enero pasado.

Unas adolescentes usan sus teléfonos móviles en Barcelona, en enero pasado. / Ferran Nadeu

Elena Ocampo

“El shock fue brutal. Ella viene de una familia tradicional y estricta, que vive en un piso en la costa, es hija de una pareja heterosexual en la que es la hermana menor con 15 años. Aquí convive con otro ‘hermano’ de 5 años y se encontró con una familia compuesta por una pareja homosexual en un entorno rural, con una huerta, gallinas, un perro y hasta un caballo maltratado que hemos adoptado”, explica Oriana, una profesional del ámbito del marketing digital de 43 años que descubrió un programa de acogida familiar, mientras daba charlas de bullying y sexualidad a alumnos de educación secundaria.

Hoy, junto a su pareja Noelia y su hijo, aún alumno de infantil, se ha convertido en la única familia gallega que actualmente acoge a una adolescente en conflicto que cumple una medida judicial. “Nuestro modelo de familia se rige por normas fijas para todas. Hacemos un hogar colaborativo y tenemos costumbres como que una vez al día todos compartimos mesa: ya sea para desayunar, comer o cenar juntos”, relata Oriana. Está cayendo la tarde y todos recogen fresas de la huerta, hasta que la adolescente ‘se escaquea’. “Esta semana no tiene móvil como penalización y ahí la ves, viviendo tranquilamente”, sonríe la que se ha convertido en madre y compañera adoptiva de la joven. Pero más que castigo, el núcleo destila comunicación y afecto. “Somos muy familiares. Esto no es un camino de rosas... pero ella hace vida como si fuera nuestra hija. Y para el pequeño, desde que entró en casa, es parte de la familia”, confiesan satisfechas.

No todo el mundo estaría dispuesto a cuidar como uno más en su hogar a un adolescente en conflicto que cumple una medida judicial. Más, si la causa fuese la violencia familiar. Pero en Galicia hay personas implicadas que sí lo hacen. Se trata de una problemática en ascenso, que solo el año pasado provocó, según datos provisionales, 133 medidas notificadas y 58 delitos de menores en

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. Y esas cifras son solo la punta del iceberg de la conflictividad infantil y juvenil, puesto que las medidas ejecutadas a menores ascendieron a 740, según la memoria de 2020 de medidas judiciales del Instituto Galego de Estatística.

Los jueces determinan a veces imponer la convivencia con otras personas. Hay jóvenes que, a pesar de haber recorrido un corto camino, ya buscan una segunda oportunidad. Y para empezar de nuevo, qué mejor que cambiar de vida. En eso trabaja la Asociación Arela –entidad de utilidad pública que trabaja con niños y adolescentes en situación de desprotección o de conflicto social– a través de contratos con la Xunta.

El Juzgado de Menores de Pontevedra realizó nueve derivaciones de expedientes para cumplir esa medida de convivencia a la asociación Arela en la trayectoria de su programa “Convive.COMigo”. Impulsan la creación de un banco de personas o familias que están dispuestas a acoger a un adolescente que tenga que cumplir la medida judicial de convivencia, como es el caso de Oriana y su familia. Y este programa, que nació como proyecto piloto en 2017 en la provincia de A Coruña, se extendió a la provincia de Pontevedra y desde lo 2020 se mantiene solo activo en el Juzgado de Menores de Pontevedra. En 2020 se ejecutaron tres medidas judiciales a través del mismo, que funciona en convenio con la Consellería de Política Social. Llegó a involucrar hasta a siete núcleos familiares.

Para esta familia gallega –que omite el lugar de residencia para no identificar a la menor–, el balance del cambio ahora que llevan siete meses de convivencia, no es, para nada, negativo. “Era una niña muy transgresora, caótica, pero fue capaz de tejer redes sociales de otro tipo aquí; con grupos más sanos de amistad”, explican Oriana y Noelia. Tampoco ha sido una tarea fácil para las ‘acogedoras’. Las cosas, como son. Si las dudas sobre la educación ya asaltan a los educadores con un hijo, se multiplican si estas tienen la responsabilidad de dirigir una especie de segunda oportunidad para un joven. “A veces te asaltan los temores: ¿lo estaremos haciendo bien? Ahí, es vital el asesoramiento que hacen desde Arela y que siempre les puedes llamar y consultar”, relata la familia. Aún así –reconoce Oriana– “teníamos pánico a que en algún momento ella se plantara en el no, pero eso no ha ocurrido”. Algún chascarrillo sí ha habido (“me lleváis a ‘pijolandia’”, les espetó un día). Y por ambas partes (“le encanta la música, mejor cuanto más poligonera”, atacan con retranca ellas).

Tanto es así que intentaron “inculcarle” hábitos como la lectura. “Era como pretender que un pingüino hiciera gimnasia artística”, sonríen. “Pero al final, leyó... ¡una biografía de Omar Montes!”, completan entre carcajadas. Entre los hábitos semanales, disfrutan de un día en que todos salen a cenar. Y también de paga. En cierto modo, el grupo se ha adaptado a ella: “Celebramos la noche de Reyes porque en su casa lo hacían”, recuerdan. “La experiencia es espectacular. La chica ha aprendido mucho y nosotras, de ella. Ahora tiene el corazón dividido porque la situación con su familia ha mejorado muchísimo, pero al mismo tiempo, aquí está bien. Hablamos con normalidad de inquietudes con las drogas o el sexo y ella consulta mucho”, aseguran. Y es que a veces en la vida, no es de dónde vengas, si no hacia dónde vas, para dirigirte a lo que quieres.

La educadora social Eva Piñeiro y el director de Arela, Julio Barreiro.

La educadora social Eva Piñeiro y el director de Arela, Julio Barreiro. / FDV

“Se busca cambiar el ambiente para que no reincida”

El director de la asociación Arela, Julio Barreiro, destaca la apuesta que desde el Juzgado de Menores de Pontevedra se hace por la derivación de jóvenes para cumplir la medida de convivencia. “Buscamos familias y personas con una alta sensibilidad hacia la adolescencia que quieran hacer una apuesta temporal [de seis meses a un año] por un menor con dificultades”, explican. Se persigue un ambiente socializador que les permita a los adolescentes la posibilidad de modificar las circunstancias que motivaron la medida y que no reincidan en los mismos hechos o comportamientos y actitudes. “Al banco de personas y familias del programa, se incorporaron 9 miembros y están disponibles 3 grupos familiares activos en Padrón, Cangas y A Estrada”, confiesan. Las familias que quieran formar parte de la iniciativa deben pasar una serie de entrevistas, cuestionarios, visitas y formaciones para llegar a comprender a estos jóvenes y saber ayudarlos, explican en Arela (www. arela.org).