BARCELONA

El granjero urbano más viejo del mundo

Hasta Jordi Hurtado le preguntaría por el secreto de su longevidad. Joan Carulla ha cumplido esta semana 99 años

Es el primer “payés de las azoteas”. Hace medio siglo que cultiva un huerto entre tejados en Barcelona

Joan Carulla posa entre cosechas en su huerto urbano del Clot, en la azotea de su casa.

Joan Carulla posa entre cosechas en su huerto urbano del Clot, en la azotea de su casa. / JORDI COTRINA

Ana Sánchez

Hasta Jordi Hurtado le preguntaría qué hace para estar tan bien a su edad. Esta semana ha cumplido 99 años y sigue paseándose por su huerto con rutina de payés. “Esto es buenísimo”, te arranca un par de nísperos de un árbol mientras señala cosechas a discreción con tejados de fondo. Aquí crecen patatas, tomates, pimientos, olivos. Habrá unos 30 árboles frutales a 5 pisos de altura. “Esta parra da cada año 100 kilos de uva”, enseña racimos a medio hacer. Era de prever que cosecharía por todo lo alto. Es el primer “payés de las azoteas”. “El abuelo de los tejados verdes”, lo llaman. Hace medio siglo que Joan Carulla cultiva entre terrados en el Clot. 

“El granjero urbano más viejo del mundo”, hace años que le colgaron la etiqueta. “Seguramente”, asiente él sin aspavientos. “Soy también el ecologista más viejo de España”. Carulla tira de un currículum eco que haría palidecer a Greta Thunberg. “En el año 59 –recuerda- empezamos la lucha desde la Unesco para ver si ayudábamos a salvar la pobre Tierra”. Sigue quitando las malas hierbas pidiéndoles perdón. 

Joan Carulla muestra un árbol cargado de nísperos.

Joan Carulla muestra un árbol cargado de nísperos. / JORDI COTRINA

Siempre ha dicho que la horticultura es la gimnasia perfecta. “Hombreee, es la más completa de todas –asiente-. Ahora te estiras aquí, te estiras allá, te agachas…”. Su fitness agrícola se expande por 260 metros cuadrados, entre dos terrazas y la azotea. 70 toneladas de tierra en total, con capa de tela asfáltica y sistemas de drenaje para mantener a raya raíces y humedades. “Lo hicimos por etapas –resopla-. Los cuatro (él, su mujer y sus dos hijos) trabajábamos 16 horas diarias”. 50 años después, Joan Carulla se ha convertido en el agromesías de las azoteas. Es la inspiración de todos los agricultores urbanos. Aparece en documentales y libros con moraleja eco. La asociación Replantem le acaba de entregar un premio honorífico por “la contribución de toda una vida”. 

Joan y su hijo Toni riegan las cosechas de patatas y pimientos.

Joan y su hijo Toni riegan las cosechas de patatas y pimientos. / JORDI COTRINA

“Ahora si esto está bien es gracias a él”, Joan señala a su hijo Toni. “Cuando las piernas le funcionaban más –asiente el hijo-, hacía vida en el huerto”. Hace apenas cuatro años –Joan tenía 95-, estaba limpiando el cobertizo de abajo e hizo “un mal gesto”, cuenta. Le tuvieron que operar. “Me quedó mal la pierna”, frunce el ceño dándose toquecitos en el muslo derecho. Eso no le impide subir escaleras y enseñar cada cosecha sin una mueca de dolor.   

99 años. 2 hijos, 4 nietos, 9 bisnietos. Nunca ha ido al gimnasio. Nunca ha hecho vacaciones. “Me aburro”, se ríe. La carne, confiesa, no la sabe ni cortar. Se hizo vegetariano “a la fuerza”, asegura. “Cuando tenía 13 años vino la guerra y empezaron a escasear los productos –se le empañan los ojos-. Había muertos por todas partes”. 

Es imposible sentarse a charlar con él menos de hora y media. Interrumpirlo debería ser considerado un atentado histórico. Lo mismo te habla de cuando vino la República que recuerda bombardeos de la guerra civil. “Casi un año escondidos de los aviones”. 

Memorias centenarias

Suele contar que nació “en una habitación más helada que el establo de Jesucristo”. Eso fue en Juneda, (Lleida), allá por 1923. Es hijo, nieto, bisnieto de payeses. Ha pasado penurias. Muchas. “Ya lo verá en mis memorias”, resopla. Se las está escribiendo el periodista Carlos Fresneda, adelanta. ¿Qué descubriremos? “Qué le voy a decir –se ríe-, si le he mandado 180 folios”. ¿En resumen?  “Si hay voluntad –promete-, se sale de todo”. 

Él salió de la guerra, salió de Juneda, salió de las penurias. Acabó abriendo una tienda de ultramarinos en Barcelona: una de las primeras que funcionó como súper. “Las colas daban la vuelta al local”, recuerda Toni. El padre rescata de una librería uno de los boletines del gremio de alimentación que hizo durante 45 años. Fue presidente. “Y de la federación catalana –añade con orgullo-, y de la federación nacional”. 

De esta azotea han salido racimos de uvas de 2,700 kilos y patatas de 950 gramos, saca pecho Joan. “Puede coger los que quiera –el payés señala un árbol plagado de nísperos-. Ya verá lo dulces que son, y tienen poco hueso”. No se equivoca, no. Te comes cinco de una tacada. 

“Les debemos mucho a las plantas, hay que quererlas”, afirma Joan con devoción. “Son nuestros padres los vegetales. Porque sin los vegetales no habría animales en el mundo. A través de la fotosíntesis convierten la luz y el calor del sol en materia. Mucha gente no es que no lo sepan, es que lo olvidan”.

Entre tomateras en la terraza de su piso.

Entre tomateras en la terraza de su piso. / JORDI COTRINA

Todo lo que les sobra se lo regalan a los vecinos. ¿Que si el huerto ayuda en la cesta de la compra? “Un ahorro, no –responde Toni-, pero hace una ilusión que no tiene precio”. “El gozo de recibir las vibraciones positivas de las plantas –añade su padre-. Hay una especie de comunión. Esto lo digo por intuición, no lo he leído, pero he escrito mucho. Esto te da una paz. ¿Hay alguien que no se encuentre bien en medio del bosque?”.

“Yo muchas cosas las digo por intuición –se justifica el payés-. A partir de lo que leo, añado un poco de intuición y hago mini inventos”. Y señala unos depósitos caseros escondidos entre la vegetación. “Mire, aquí recogemos agua de lluvia para regarlo casi todo”. Unos 9.000 litros acumulan en total. Aquí no se tira nada. Hasta las facturas desaparecen en el compostaje. Que no se enteren los del PP.  

Ahora Joan se detiene frente a un hibiscus florido: “Nace cada mañana cada flor y por la noche ha muerto ya, pero mientras tanto nos alegra”, suspira. “Nosotros vivimos un sueño también. Al menos que sea un sueño alegre –sonríe-. Que estemos amando a los demás”. 

Dice que ahora sufre por sus bisnietos. “Exceso de caricias, exceso de juguetes. Ya no les estimula nada –resopla-. Si yo tengo un poco de inventiva es porque desde jovencito me hacía los juguetes yo”. 

¿El secreto de su longevidad? Joan se encoge de hombros. “Piensa en cosas agradables –aconseja-. No pienses en los que merecen odio. Ese ha sido uno de mis principios”.