Giro del Gobierno sobre el Sáhara

Las familias que acogen a niños saharauis se rebelan: "Es ceder ante Marruecos"

Después de dos años de pandemia, centenares de niños del Sáhara vuelven a pasar el verano en España

Las familias que los acogen no entienden la "traición" del Gobierno con su giro sobre la política del territorio

Un grupo de niños saharauis en el interior de una 'haima', en una foto de archivo.

Un grupo de niños saharauis en el interior de una 'haima', en una foto de archivo. / RICARD CUGAT

Dos años de pandemia después, los niños saharauis vuelven a pasar el verano en España con familias de acogida que les hacen olvidar los campos de refugiados, en medio del desierto argelino, en el que viven. El cambio de postura histórico del Gobierno, que ha reconocido el plan de Autonomía de Marruecos sobre el Sáhara, no ha cambiado esto.

Si acaso, ha enfadado aún más a unas familias que saben que cuando los niños abandonen su casa volverán a un territorio olvidado por España, que lleva más de 40 años esperando un referéndum de autodeterminación que no llega y que sigue ocupado por Marruecos. "Es un giro incomprensible, por intereses comerciales, un 'yo te doy y tú me das'. Y por eso se ha cedido ante Marruecos", asegura Aga Guillén, un vitoriano que lleva desde 2013 acogiendo a niños saharauis todos los veranos.

El giro del Gobierno al ponerse del lado de Marruecos en el conflicto del Sáhara pilló a todo el mundo por sorpresa. Incluidos los responsables del programa 'Vacaciones en Paz' que se encargan de llevar a niños saharauis de entre nueve y 12 años a España durante los veranos. El objetivo es que en esos meses vivan una vida normal, olvidando el desierto, el hambre y la sed.

Los últimos dos años, la pandemia había impedido este viaje y ahora que la Covid lo permite, en el programa esperan que la decisión de Sánchez no impida la llegada de estos niños. "Esperamos que esta posición del Gobierno de España con respecto al Sáhara Occidental no afecte también al programa Vacaciones en Paz", ha señalado la coordinadora regional del programa de Vacaciones en Paz en Castilla La Mancha, Ana Garrido, que espera que los niños empiecen a llegar en julio.

Sin embargo, Garrido señala que, a quien sí afecta es a las familias que acogen a los niños que son "solidarias con el conflicto del Sáhara Occidental y que son conscientes de la traición que otra vez un gobierno socialista ha hecho al pueblo saharaui".

Aga Guillén, desde luego, está enfadado. Lleva desde 2013 acogiendo a niños saharauis junto a su mujer y este verano quiere repetir. "Se ha abandonado otra vez al pueblo saharaui", asegura a

EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, "todo por un giro incomprensible que el Gobierno ha tomado sin tener en cuenta ni a los socios ni a la oposición".

La familia de Julen también lleva años acogiendo a niñas saharauis en Jaén. La primera vez que sus padres lo hicieron él no tendría más de 15, ahora tiene 33 y dice que tiene cuatro hermanas, "dos de sangre y dos saharauis", las niñas que durante más de 6 años seguidos acogieron sus padres. Y por eso, tampoco comprende como el Gobierno ha decidido apoyar a Marruecos en lugar de la independencia del Sáhara. "Es horroroso, llevan 40 años olvidados, dependiendo de las ayudas de las asociaciones. Creo que ya siempre va a ser así, que ningún Gobierno va a mirar por el Sáhara", dice a este medio, aparentemente resignado, "hay que ser realista", concluye.

Campamento saharaui en Tinduf

Campamento saharaui en Tinduf / Europa Press

Tres generaciones viviendo en campos de refugiados

"Son tres generaciones que han nacido en los campos de refugiados, que se fueron pensando que volverían a sus casas cuando llegaron los marroquíes", explica Guillén. En el año 2014 viajó a los campamentos de refugiados del Sáhara para conocer a la familia de una de las niñas a las que acogió y sabe lo que se vive allí: "Es una zona de Argelia de lo más inhóspita, solo hay arena, los que se dedican a algo es al pastoreo, realmente viven de la Ayuda Internacional".

"Se ha abandonado otra vez al pueblo saharaui"

Julen también viajó allí para descubrir la realidad que vivían sus hermanas. "Casi nunca llueve, pero, cuando pasa, las casas de barro se deshacen, todo se cae, la gente se queda sin casa, duerme debajo de un camión. Los hospitales, sobre todo los paritorios, dan pena. Mis hermanas iban al cole allí, en el campamento, pero cuando llovió se cayó el techo y tuvieron que dejarlo". Los niños viven al final con las condiciones mínimas de higiene, salud y alimentación, en viviendas precarias, si no son tiendas de campaña, bajo un calor abrasador, prácticamente sin sombra y asediados habitualmente por tormentas de arena, cuentan.

Y por eso, los meses que pasan en España con sus familias de acogida son vitales. "Allí comen mucho arroz y legumbres, el pescado, la fruta y la carne casi ni los ven, por eso les vienen muy bien para su salud esos meses en España. También se les hacen revisiones médicas, oftalmológicas, dentales...", cuenta Guillén. Además hacen campamentos, van a la piscina, conocen a otros niños saharauis, les llevan a ver el mar. Les enseñan lo que es una vida normal.

Pero a los niños les sorprenden más las pequeñas cosas. "Una de las niñas, cuando vio el grifo la primera vez que se bañó, se lo quería llevar al Sáhara. Con el mando de la tele era una locura, pero cuando vieron por primera vez el mar se les abrieron los ojos de la emoción", cuenta Julen, apenado porque estos niños conozcan poco más que la arena del desierto.

Muchos de los niños, cuando llegan, ya saben español, como cuenta Guillén, porque hace algunas décadas sus abuelos tenían DNI, eran españoles, y les han enseñado la lengua. Otros lo saben porque sus padres ya eran niños que viajaban a España en verano. Y los que no lo hablan, dice, lo aprenden rápido. "Algunos, si están con una familia euskaldún, se van de aquí hablando castellano y euskera", asegura entre risas. "Se adaptan muy bien, con la gente de mi pueblo las niñas eran un miembro más, como si llevaran allí toda la vida", explica Julen.

"Las despedidas son brutales"

Al final, tras dos meses de convivencia, entre los niños y las familias se genera un vínculo que es difícil romper cuando se acaba el verano. "Las niñas a mis padres las llaman papás, mis hermanas son sus hermanas. Después de dos meses lo pasábamos fatal, las despedidas son brutales", asegura Julen. "Lo pasamos peor nosotros", dice Aga, "ellos al final vuelve con sus padres, pero tú los quieres como si fueran tus hijos, es como si tuvieras dos familias, la de allí y la de aquí".

"Una de las niñas, cuando vio el grifo la primera vez que se bañó, se lo quería llevar al Sáhara"

Sin embargo, las redes sociales y la tecnología hacen más fácil esta despedida. Ambas familias siguen manteniendo el contacto con las que fueron sus niñas de acogida. Algunas están casadas, otras estudiando, pero siguen hablando por el móvil, siguen en contacto, eso facilita las cosas.

Pese a lo duro de la despedida, ambas familias recomiendan la experiencia de ser familia de acogida. "Es una experiencia que te cambia, que te hace conocer otras culturas, apostar por un mundo un poco más justo, si tienes peques, como nosotros, les enseña a ser solidarios, a comprender..", dice Aga.

El problema para Julen es pensar en la vida que les espera a los niños después. "Cuando vuelven saben que van a tragar desierto, que España no ayuda al Sáhara y que Marruecos sigue en su contra. Quieren hacer la guerra contra Marruecos", cuenta Julen. A él, dice, le gustaría que sus hermanas "tuvieran un futuro como aquí, que puedan ir a la escuela, tener educación, una economía, algo normal. No quiero una TV de plasma, solo que puedan beber agua sin tener diarrea, que se puedan comer un plato de comida tranquilamente, que la tierra sea suya". Pero eso, creen ambos, no se va a conseguir sin el apoyo internacional, sin un referéndum de autodeterminación que parece que el Gobierno no está por la labor de impulsar.