ANDALUCÍA

Tiendas centenarias en Córdoba: la capacidad de salir adelante contra todo pronóstico

La ciudad cuenta con comercios de más de un siglo de historia en los que la tradición familiar ha sido esencial para su supervivencia

Taller de sombreros de Mario Roldán, en Córdoba.

Taller de sombreros de Mario Roldán, en Córdoba.

Pilar Montero

Todas las zonas comerciales de Córdoba han sufrido el impacto de la pandemia, que ha dejado locales vacíos o transformados. Algunos negocios, sin embargo, sobreviven fieles a su esencia y con mayor fortaleza, a sabiendas de que una pandemia no es suficiente para terminar con una fórmula que, tiempo atrás, logró superar contratiempos como la epidemia de gripe que hubo entre 1918 y 1920, la Guerra Civil y hasta la crisis económica que empezó en el 2008. Ejemplos de perseverancia hay varios, como el de Librería Luque, fundada en 1919 por Rogelio Luque Díaz en un pequeño portal de la calle de La Plata y con sucesivas mudanzas hasta terminar en Jesús y María. Al igual que esta familia de libreros, la generación de comerciantes que está al frente de negocios centenarios coincide en que la clave de la trascendencia consiste en el esfuerzo, pero, sobre todo, en el apoyo familiar.

Sombrerería Rusi: sacrificio por la artesanía cordobesa

Especialistas en el sombrero cordobés, de montería y en cualquier modelo de calle a medida, este mes de febrero Sombrerería Rusi cumple 120 años "gracias a Dios y al trabajo de toda una familia", en palabras de Mario Roldán, el actual dueño de las dos tiendas contiguas en la calle Conde de Cárdenas. El tío bisabuelo de Mario Roldán, José Rusi, adquirió el local en 1902 para vender lo que producía en su fábrica de sombreros de la calle Agustín Moreno. El negocio prosperó, por lo que abrió otro punto de venta, en 1904, en la calle Gondomar. El éxito de ambos locales llevó al cierre de la fábrica de sombreros en 1908. Con el fallecimiento de José Rusi, su viuda, Aurora Vázquez, regentó el negocio de la calle Conde de Cárdenas y la hermana de José, Eloísa Rusi, el de Gondomar, que cerró en el 2011 por la falta de relevo generacional. Cuando Aurora Vázquez falleció, dejó el negocio de Conde de Cárdenas a sus sobrinos, uno de los cuales era el padre del actual dueño. 

"Mi padre decía que, antiguamente, como regalo de cumpleaños, te quitaban el pantalón corto y te ponían en seguida el largo para trabajar y él pasó su vida en la tienda y fue quien me enseñó a hacer los sombreros a mano", cuenta Mario Roldán ante las hormas de los sombreros con los que trabaja cada día para caballistas, ganaderos o clientes extranjeros. Según ha averiguado en el Archivo Histórico Provincial, José Rusi llegó a tener el título de proveedor oficial de la Casa Real, aunque cree que varios de esos documentos fueron ocultados en la República. La clave de esta supervivencia es, según afirma, "mucho sacrificio, sobre todo, por responder a un legado de más de un siglo", comenta. Una tradición de la que ya es aprendiz uno de sus hijos.

Calzados Maldonado: empeño en la piel de producción española

El abuelo de Manuel Maldonado Rivas se trasladó a Córdoba desde Jaén, donde fabricaba zapatos para los mineros de la comarca de Linares. Llegó a la plaza de La Corredera de Córdoba en 1920 con su amigo El Malahorma, cuando aquella era una zona comercial y había unos 30 zapateros. Se especializó en botas camperas cuya suela llevaba a cabo a partir de neumáticos y que fabricaban en casa antes de venderlos en aquel portalito de la plaza. El padre de Manuel Maldonado continuó el negocio, aunque sin fabricar. Sin embargo, al obtener el negocio en 1981, Manuel quiso hacer algo distinto, volver a lo tradicional, así que mantuvo la fabricación artesanal del zapato. En el 2010 se trasladó a Claudio Marcelo, donde continúa actualmente. 

"Creo que el éxito del negocio se debe a que no he parado ni un día de mi vida de trabajar, salvo en el confinamiento", declara el zapatero, quien mantiene una clientela fija y satisfecha de contar con un artículo de calidad, realizado en la fábrica de Valverde del Camino. "Todos mis encargos son a medida, personalizados en colores, pieles y estilo y realizados íntegramente en España", explica.

Relojería suiza: minuciosidad y entrega a la clientela

Este local ubicado en el número 17 de la calle Claudio Marcelo, de 155 años de antigüedad, se mantiene prácticamente sin alteraciones desde 1866, cuando la familia Piacet fundó una relojería y joyería que mucho después adquirieron los hermanos Velasco Bonilla. El padre de María Velasco Pascual, quien se encarga de atender a los clientes junto a su hermana y la atenta supervisión de su madre, aprendió el oficio de engastador de joyas a los 12 años. Fue él quien impregnó en la familia la habilidad que todavía mantiene el negocio de replicar y arreglar joyas, así como los mecanismos de todo tipo de relojes. También llevan a cabo medallas personalizadas, santorales, así como insignias de profesiones, entre muchos otros encargos de plata y oro.

"Es un trabajo que siempre ha requerido mucha dedicación, porque ya no solo se trata de arreglar las piezas, sino de ponernos en contacto con los grabadores y platadores, de conseguir piezas extrañas de cualquier reloj", explica María Velasco, quien reconoce lo mucho que les ha afectado la crisis sanitaria que consiguen superar "gracias al apoyo familiar, porque nos vamos turnando y ayudando entre todos", declara.

Curtidos Varo: trabajo del cuero de tres generaciones

Fundada en 1917 por Francisco Varo Cruz, un zapatero que decidió mudarse a la capital desde Aguilar de la Frontera, esta empresa familiar comenzó dedicándose a la fabricación de calzado en la calle González Francés hasta que en 1947, con los hijos de Francisco Varo en el negocio, ampliaron la venta a las pieles curtidas y los suministros de los talleres de zapatos. En 1952, el éxito de la propuesta llevó a la familia a ampliar el negocio en un local en María Cristina, donde comenzaron a trabajar más a fondo los curtidos, las pieles y todo lo relativo a la guarnicería. En 1960 el negocio pasó a los cinco hijos de Francisco Varo, quienes introdujeron la venta de maletas y artículos de viaje. En 1975, sin embargo, la empresa se vio obligada a cambiar de local. 

El Ayuntamiento quiso adquirir el edificio, por lo que en 1981 la familia trasladó su modo de vida a un local que obtuvo en la calle Alfaros. A partir de 1992, con la explosión del mundo de la equitación, decidieron ampliar su local para hacer frente a esa oferta con la que siguen trabajando los nietos de Francisco Varo en la actualidad. Uno de ellos, José Varo, cuenta que "hemos pasado momentos duros en los que no hemos recibido ningún tipo de ayuda, solamente la de nuestra propia familia", que todavía satisface a una clientela fiel pese "al daño del auge del comercio electrónico". Ellos saldrán adelante, como siempre.

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