JESÚS CALDERA / EXMINISTRO DE TRABAJO

El político que sí volvió a su vida: "Gano más de funcionario en Ávila que de ministro. Y vivo mejor"

Lo fue todo en política y hoy ocupa plaza de funcionario en el Ayuntamiento de Ávila

"Iván Redondo no encajaba. Siempre me imaginé que aquello acababa mal"

 "Prefiero estar en el puesto para el que me preparé y en el que empecé a trabajar"

Jesús Caldera en el Ayuntamiento de Ávila.

Jesús Caldera en el Ayuntamiento de Ávila. / R. M.

Jesús Caldera lo fue todo en política: diputado desde 1982, ministro de Trabajo, portavoz socialista en el Congreso. Por eso choca encontrarlo al otro lado de una modesta mesa de madera en un despacho en el Ayuntamiento de Ávila. A sus 64 años, lleva seis años en su plaza de secretario municipal. Cuando Iván Redondo ha salido por la puerta de atrás de la política y otros exministros se colocan en el Ibex, es un buen momento para hablar sobre ese tránsito. "Yo ya he salido de allí, de la vida pública, no quiero más, me vuelvo a mi trabajo y punto".

Pese a que está oficialmente retirado se le sigue notando la política en las respuestas comedidas. Algo que sí se salta al tratar el papel de Redondo en el Ejecutivo opina: "Aquello no encajaba. No creo que fuera la mejor fórmula sabiendo lo que es dirigir un gabinete en una presidencia del Gobierno en España. Siempre me malicié que aquello acababa mal". Aunque nacido en Salamanca, Caldera vive en Madrid y viaja a Ávila a diario. Se le nota el buen aspecto que le da su afición favorita: la montaña.

Pregunta. ¿Cómo es el día a día de Jesús Caldera? Antes le veíamos todo el día en los telediarios.

Respuesta. Soy un funcionario público por oposición, tenía mi plaza de secretario del Ayuntamiento de Ávila en situación de servicios especiales y decidí volver cuando salí de la vida pública. Lo dejé con agradecimiento, no con resentimiento. Me siento muy honrado de haber participado en un periodo extraordinario de la vida política, social y económica de España, pero siempre pensé en volver a mi actividad y tengo que agradecer que he tenido una acogida extraordinaria. Soy asesor jurídico de la entidad, es un trabajo intenso en el que toca muchos palillos. Me encuentro muy bien. En lo profesional estoy encantado y en lo personal puedo dedicar más atención a mi familia, a mis cuatro nietos. 

P. Seguro que más atención que a sus hijos.

R. Muy probablemente. Incluso les he escrito un librito. Este está ilustrado por Juan Fernando López Aguilar, que es un magnífico ilustrador. He podido tener cinco años de intensísima actividad lectora y además me dedico a mi pasión, que es la montaña. Este período me ha permitido completar Gredos, conocer la maravillosa sierra de Madrid. Me siento razonablemente feliz. A veces termino de trabajar, cojo un bocadillo y me da tiempo a ir a la sierra. 

P. ¿Por qué volvió a su plaza? ¿No tuvo ofertas de empresas?

R. No pedí nada. Siempre quise volver. Siempre, siempre, siempre. Me ha costado un año y medio ponerme al día, porque la legislación ha avanzado mucho

P. Al principio sí sería duro. A los políticos les cuesta que el teléfono no suene, dejar el coche oficial…

R. Tengo que hacer muchos kilómetros pero al contrario, tengo un sentimiento de recuperación de mi libertad personal. Yo siempre he sabido lo que era y dónde me encontraba. Nunca he pretendido pasar de escalón, ni social ni económico. Quien sabe dónde está, entiende la vida política como temporal antes de volver a tu actividad. Si ese tránsito lo haces bien, es lo mejor que te puede ocurrir. 

Nunca he pretendido pasar de escalón, ni social ni económico. La política es temporal

P. ¿Cuando uno está en el Gobierno no tiene la sensación de ser inmortal, de que eso va a ser para siempre? Los hay que se compran un chalé, llevan a sus hijos a colegios privados...

R. Pues yo nunca he llevado a mis hijos a un colegio privado, no he subido un escalón. Soy un simple servidor público cuyo salario aquí es mejor que el del ministro. 

P. ¿Cómo?

R. Yo gano más aquí que de ministro y vivo mejor. Cuando digo lo del sueldo la gente se queda asombrada. Tengo una casa muy modesta, comprada en 1987, en la que continúo. Yo soy un castellano austero. Unas botas de montaña, un buen libro, mi familia, mis nietos. ¿Para qué quiero más?

P. Que gane aquí más que de ministro quiere decir que los ministros ganan poco.

R. Yo solo expongo. Yo pertenezco a un cuerpo de funcionario, los secretarios de Ayuntamiento de primera categoría. Y tienes unas retribuciones que no es que gane más que un ministro, es que es más que el presidente del Gobierno. Es un cuerpo prestigioso y que está relativamente bien retribuido de acuerdo a la responsabilidad que desempeña. 

P. El otro día Pedro Duque puso un tuit sorprendido porque al llegar de ministro descubrió que muchos funcionarios ganaban más que él. 

R. Por supuesto, para empezar, los secretarios de Estado. Cuando era ministro, un secretario de Estado ganaba 30.000 euros más que yo al año. Incluso muchos directores generales tenían retribuciones superiores. El puesto de ministro está pagado modestamente. Un ministro no llega a los 70.000 euros brutos al año. Y el de un presidente, bueno, no llega a los 80.000 euros brutos. O sea que en términos netos, un ministro hoy puede ganar el tono a 3.200 o 3.300 euros al mes netos. Eso es lo que hay. No lo critico, lo describo.

P. Entró muy joven en política.

R. Yo he sido diputado ininterrumpidamente en el Parlamento español, y a mucha honra, desde el 28 de octubre de 1982 hasta el 20 de diciembre del 2015, es decir, treinta y tres años y dos meses. No está mal, pero cuando yo fui electo diputado ya era funcionario. 

La ficha de Jesús Caldera en 1982.

La ficha de Jesús Caldera en 1982. / EPE

P. En 1982 no estaba previsto que saliera elegido.

R. Claro, yo era el número tres de la lista por Salamanca. Ni en los mejores escenarios se podía pensar que de cuatro escaños que había en Salamanca el PSOE tuviera tres, pero fue el tirón de Felipe. Yo tenía 24 años.

P. ¿Cómo era ese Congreso? 

R. La campaña del PSOE fue por el cambio. Ahí se tocaba el cambio, se palpaba, se comía, se bebía. La sociedad española estaba en ebullición. La movida, la entrada en la UE, un enorme programa de reformas de una economía. Aquello era un mundo nuevo. Los pueblos que pierden su autoestima, y lamentablemente en estos últimos tiempos una parte de España la ha perdido, están condenados a tener un futuro peor. Lo digo porque el día que Felipe González ganó las elecciones, en España había 10 millones y medio de afiliados a la Seguridad. De ellos, tres millones eran mujeres, un porcentaje ínfimo. En 2007 se alcanzó, y ahora se va a alcanzar de nuevo, el pico de afiliados a la Seguridad Social y vamos a tener 19,5 millones de afiliados a la Seguridad Social. Pero de esos, nueve millones de mujeres. Es decir, que en una generación este país fue capaz de triplicar la fuerza laboral femenina y duplicar la masculina. Es algo que ningún país ha conseguido en tiempo de paz. Es una buena imagen de cómo la democracia española, y lo que a veces se llama despectivamente la Transición, ha sido el mejor periodo de nuestra vida histórica. A pesar de tener una banda terrorista que mataba, ha sido el mejor período colectivo del desarrollo excepcional de libertades, de derechos sociales, de inversiones en infraestructuras. Debemos tener esa memoria. 

Zapatero y Caldera.

Zapatero y Caldera. / Nacho Gallego

P. En aquella época sí que todos los que entraban en el Gobierno pensaban que iba a ser eterno.

R. Eso fue quizá la primera década. Pero a partir de 1993, para quien quisiera verlo, yo desde luego lo veía, hubo una crisis de credibilidad que afectó a al Partido Socialista. Eso fue un aldabonazo notable, y más en 2000, que sufrimos una grave crisis interna cuando Joaquín Almunia, una persona extraordinaria, pierde las elecciones frente a Aznar. Que nos gana por mayoría absoluta. Yo estuve a punto de volverme al Ayuntamiento. En una conversación que tuve, lo recordará José Luis Rodríguez Zapatero, cuando presentamos la candidatura Nueva Vía a la nueva dirección del PSOE, le dije con claridad: “Esta es mi última aventura. Si puedo participar con mis criterios y mis principios, me quedo. Y si no, me voy”. Es verdad que ganamos el Congreso, a mí me nombraron portavoz del grupo parlamentario y ya me quedé durante otro largo período.

P. ¿Cómo fue aquel congreso? José Bono iba ya repartiendo cargos cuando Zapatero hizo aquel discurso de “no estamos tan mal”. 

R. Fue inesperado y demostró la vitalidad dentro de un viejo partido como el PSOE. Es un partido que siempre ha practicado lo que sería el espíritu crítico. Es la única organización en este país que la practica a fondo. Nosotros veíamos una posibilidad con la candidatura de Zapatero, aunque sabíamos que era muy difícil. Al entrar en el congreso aquello se empezó a poder materializar, porque veías a gente que te llegaba y te decía: ‘Aunque yo he firmado por tal candidato, os voy a votar. Aunque yo firmo por el otro candidato, os voy a votar’. Al final se dio esa increíble sorpresa que yo creo que Bono no lo esperaba. Jugaron un papel determinante Alfonso Guerra y Juan Carlos Rodríguez Ibarra. No lo he hablado con ellos personalmente. Apoyaban teóricamente a Matilde Fernández pero un porcentaje importante de su voto vino hacia la candidatura.

P. Y luego en cuatro años, también contra pronóstico, al Gobierno. 

R. Todo se suele focalizar en el 11-M y en lo mal que lo gestionó Aznar. Pero en nuestro programa había elementos que entonces no se consideraban esenciales, como la atención a la dependencia. Habíamos palpado que el gobierno de la derecha sí había tenido éxito económico pero que no hubo respeto a los ciudadanos ni una buena distribución de ese crecimiento. El atentado provocó una mayor participación, varió entre cuatro y cinco puntos. Y normalmente ese aumento de participación era en un votante que tenía cierta reticencia, siendo del espacio progresista cierta reticencia con el PSOE y que decidió votarlo.

Jesús Caldera en su despacho en Ávila.

Jesús Caldera en su despacho en Ávila. / R. M.

P. Hicieron una oposición muy dura.

R. Hicimos una oposición dura, pero yo lo ofrecí a Rajoy un pacto sobre inmigración. Hicimos un pacto antiterrorista que a nosotros nos suponía un esfuerzo notable y aprobamos la Ley de Partidos. Esa norma que fue el principio del fin de ETA y se aprobó con Aznar. Yo, como portavoz, participé en el debate apoyando el nombre de mi grupo. Eso también permitió que nos vieran, aunque jóvenes, solventes, que se podía creer en nosotros. 

P. Había crispación pero también pactos entre PSOE y PP. 

R. El Pacto de Toledo, por ejemplo. Lo que me duele de la ruptura de la institucionalidad del PP es que es imposible alcanzar ningún acuerdo. Es inexplicable y es otro elemento que genera desafección y que empeora la calidad de nuestra vida democrática. Y no solo eso, también empeora nuestras perspectivas de crecimiento económico. 

P. ¿Con quién de la oposición se llevaba bien?

R. Cuando hicimos la Ley de Partidos Políticos Luis de Grandes era el portavoz del Grupo Popular. Hicimos una gira por las capitales europeas para presentar ese texto. Eso tuvo más influencia de la que parece e íbamos de PSOE y PP. Javier Arenas, Luis de Grandes y Javier Zarzalejos por el PP y nosotros íbamos Alfredo Rubalcaba, Juan Fernando López Aguilar y yo. Estuvimos en París, Berlín, Londres, Bruselas. Mi relación era muy cordial con Javier Arenas y tenía una relación extraordinaria con los portavoces del PNV, con los de CiU, incluso de ERC. Tengo la mejor de las opiniones de Joan Tardà. Siempre le decía: ‘Sólo tienes un defecto, que eres nacionalista”. 

P. En su mandato se aprobó la ley de dependencia y se regularizó a miles de inmigrantes. Pablo Iglesias dijo al salir del Gobierno que se había dado cuenta de que no se manda tanto en el Ejecutivo. 

R. No creo que sea así. También depende del concepto que tengas un modelo democrático. Claro que el poder está limitado. Es que no sé qué piensa Pablo Iglesias, al que no conozco, de lo que es el poder. Me temo que tiene un concepto del poder distinto del mío. El poder incluye balances y contrabalances. Zapatero el primer día que llegamos al consejo de ministros lo dijo: ‘Nosotros no somos todopoderosos, no lo somos. Somos el Ejecutivo. Tenemos mucha capacidad de influir en la vida de la gente, pero no toda. No toda. Tenemos una parte. Hay un control jurisdiccional. Hay un lugar donde reside la soberanía del pueblo español, que es el que nos ha elegido, que es el Parlamento. Y cada poder tiene sus competencias y las ejerce’. Y vivimos una sociedad muy compleja. ¿A alguien se le ocurre, por ejemplo, adoptar decisiones esenciales en relación con el mercado laboral, sin al menos desarrollar el procedimiento de diálogo social? Hay múltiples poderes que están muy distribuidos. Puedes influir, pero que puedes influir hasta cierto punto. Es verdad que vivimos una época muy diferente entre 2004 y 2008, con un gran crecimiento económico y se hicieron normas muy avanzadas, como la Ley de Dependencia, la Ley Orgánica de Igualdad entre Mujeres y Hombres, modificamos el Reglamento de Extranjería, subimos el SMI.  Sí se pueden tomar decisiones que tienen notable importancia en la vida de la gente pero tú no tienes el poder completo.

Jesús Caldera en un acto del PSOE.

Jesús Caldera en un acto del PSOE. / EFE

P. La crisis no la vieron venir. ¿Eso lo tiene clavado?

R. La crisis fue muy grave, claro, pero hay mucho mito alrededor. Los análisis del Banco Central Europeo, digan lo que digan, apuntaban a una desaceleración que para el caso de España en particular, era suave. Yo recuerdo a Pedro Solbes en el Consejo de Ministros que decía ‘la burbuja inmobiliaria se va a desacelerar’. A nosotros lo que nos decían todos los institutos de estudios, la oficina económica del Presidente, los datos de la Comisión Europea, todos del Banco Central, era que se produciría un ajuste, pero un ajuste no brusco, no un ajuste suave, suave, suave. Luego aquello estalló como estalló y la crisis financiera nos vino importada. Menos mal que nos pilló con una tasa de endeudamiento público muy baja porque se había desarrollado una política bastante ortodoxa desde el punto de vista fiscal durante nuestro período. El problema estaba en el endeudamiento privado estaba en el 400% del PIB.

P. ¿Y nadie le repreguntaba a Solbes si estaba seguro? ¿Nadie le decía en el consejo de ministros ‘pues en mi pueblo no se venden ya casas’?

R. Todavía se vendían. Yo no quiero autojustificarme. Había elementos encima de la mesa, pero los datos hablaban de una desaceleración, pero luego fue tan brusca que no daba tiempo ni a pensarlo cuando cae Lehman Brothers y la Unión Europea no reaccionó adecuadamente. 

P. En su época en política no había redes sociales ni tantos medios. No se auditaba tanto. Un expolítico decía que no volvería a serlo, que hoy te pillan en un restaurante con unos mejillones, alguien hace una foto y dice que es una mariscada. 

Yo valoro por encima de todo mi privacidad, no quiero estar en boca de nadie. Cuando leo que hay programas de televisión donde expolíticos van a participar me horrorizo

R. El buen periodismo es indispensable y si alguien se va a tomar una mariscada cada día con los gastos de representación del ministerio es bueno que se sepa. En mi época, yo invitaba a menú del día. Pero ahora se está llegando en redes a una situación asfixiante. Yo valoro por encima de todo mi privacidad, no quiero estar en boca de nadie. Cuando leo que hay programas de televisión donde expolíticos van a participar me horrorizo.

P. ¿Y cuando ve lo que ganan los que acaban en consejos de administración de eléctricas o en consultoras? 

R. Bueno, es una opción personal. Eso debería estar mejor regulado. Aunque ya hay límites probablemente debería haber más exigencias. Pero quien ha tenido experiencia pública pueda participar en la vida privada y viceversa. 

P. ¿No le han defraudado compañeros de su Gobierno que acabaron en grandes compañías como Salgado, Trinidad Jiménez, Solbes o ahora Blanco con su consultora? 

R. Yo respeto a cada uno. Mientras la norma lo permita y si se respeta el periodo de incompatibilidad y no tocar los asuntos de los que hayas participado directamente. Eso perfectamente legal. Lo que le parezca a cada cual es diferente.

P. Eso preguntaba: ¿qué le parece?

R. No opino. Yo respeto la decisión de cada uno.

P. ¿No cree que alguien con su experiencia podría ser más útil a la Administración en otro puesto? Rubalcaba volvió a dar clase de Orgánica y quizá podría haber dado en Políticas.

R. Eso fue algo que le honra. Lo hablamos muchas veces. Prefiero estar en el puesto para el que me preparé y en el que empecé a trabajar. Eso sí ennoblece la política. Yo ya he salido de allí, de la vida pública, no quiero más, me vuelvo a mi trabajo y punto. Yo desde luego me inclino por eso y en mi caso estoy encantado. 

P. Lo que pasa es que entonces solo se pueden dedicar a la política los funcionarios. 

R. Ese es otro problema que tiene nuestro modelo. Por eso digo que si impides que quien ha estado en la vida pública pueda participar en la vida privada entonces la condena es que solo seamos funcionarios. Por eso digo que es legal y me parece correcta esa transferencia que llaman vulgarmente puertas giratorias. Si el problema no es ese, el problema son las desigualdades, que el presidente de una gran eléctrica o los consejeros del Ibex no se ajusten como nos hemos ajustado los demás. 

MILITANTE Y FUNCIONARIO

Caldera ejerce en Ávila, cuyo alcalde tiene su propia historia. Jesús Manuel Sánchez Cabrera era uno de los cachorros de Nuevas Generaciones, amigo de Pablo Casado, Santiago Abascal e Isabel Díaz Ayuso. En un golpe de mano se hizo presidente de la diputación en contra del criterio de Génova, así que cuando hubo que nombrar candidato a la alcaldía, cayó en una de las purgas de Teodoro García-Egea. Sánchez Cabrera no se resignó y formó su propio partido, Por Ávila, y ganó las municipales. No solo eso sino que es clave en la Cámara regional y en la diputación. Cuenta que cuando conoció a Caldera le preguntó cómo compaginaba ser un militante y que le sorprendió la respuesta de Caldera. "Me dijo: 'Yo salgo de casa con el carné del PSOE en la boca pero al llegar al Ayuntamiento lo dejo fuera y soy un funcionario".

P. En su trabajo la política de partido le seguirá marcando.

R. Me considero un ciudadano honesto, que procuro cumplir con mi país, con las leyes. Aquí hemos tenido que aplicar las normas de Montoro, que son muy restrictivas. A veces me decían en los plenos municipales: ‘Esto es que esto es una injusticia, esto del austericidio tal’. Y yo a veces pedía expresar mi opinión fuera de acta: ‘La ley es sagrada, la ley se cumple. Tenemos una ley que hay que aplicar, que es democrática y que es legítima’. Yo había votado en contra porque todavía era parlamentario cuando se aprobó pero cuando tenía que aplicarla yo decía esto es sagrado.

P. ¿Cómo se encontró la vuelta al ayuntamiento?

R. Nosotros no tenemos exclusión social severa, ni un solo caso en esta ciudad, ni uno, ni tenemos pobreza aguda, no tenemos casos. ¿Por qué? Pues porque las administraciones llegan. En política social destinamos cerca de seis millones de euros al año. Atendemos a transeúntes, a quien llega en situación necesidad, tenemos pisos para alojamiento de mujeres víctimas de violencia de género. Vivimos en una sociedad que, a pesar de la crisis, está razonablemente articulada y eso es para sentirse satisfecho. Y me refiero a gobiernos locales gobernados por el PP y por el PSOE. 

Si este modelo actual se instala en el año 77, no hubiéramos llegado hasta donde estamos en niveles de bienestar y desarrollo

P. Hizo carrera con el bipartidismo. ¿Los nuevos partidos han aportado algo, han mejorado la situación? 

R. En mi opinión, no. Estamos viendo ya los resultados. Con todo el respeto a la libertad de elección de los ciudadanos, creo que es evidente que no solo no ha supuesto ninguna mejora de nuestras prácticas democráticas ni de nuestra calidad democrática, sino un empeoramiento que está convirtiendo la vida pública en un campo de Agramante donde solo se puede ir con la lanza por delante. Esto es algo que no se ha vivido en la democracia española desde la Transición. Si este modelo actual se instala en el año 77, no hubiéramos llegado hasta donde estamos en niveles de bienestar y desarrollo. ¿Quiere decir que yo sólo creo en el bipartidismo? No, pero creo que fue esencial y que aportó una gran estabilidad. Y solo hay que ver los resultados económicos y sociales de ese periodo de tiempo. Lo que sí digo es que si se amplía el espectro político no debe ser a costa de posiciones radical-extremistas ni de rupturas. Es decir, que la carta de presentación sea una ruptura con el orden constituido. No, lo mejor es, en mi opinión, es que los defectos se reforman y lo mejor son proyectos reformistas. A mí siempre me pareció muy grave la actitud que algunos dirigentes de Podemos tenían con respecto al llamado despectivamente régimen del 78, cuando ellos son hijos de ese régimen, del que nos sentimos muy orgullosos, y tienen una magnífica educación de la que nos sentimos muy orgullosos. Ellos pudieron estudiar fuera de España. Yo no pude. Ellos sí. Ellos pudieron formarse, viajar por el mundo, de lo que me siento orgullosísimo y me parece fantástico. Ellos no vivieron un país roto o casi roto, como eran la dictadura española, y sin igualdad de oportunidades. Ahora no tenemos los mejores resultados educativos pero la educación sí es accesible a cualquiera. Tenemos un sistema sanitario que aguanta los embates de la terrible pandemia con un 8% del PIB y en Estados Unidos peores resultados han tenido con un 18% del PIB. Tenemos muchos problemas, claro, muchos, pero quien se dedica a denostar lo mejor de su pasado, incluso de su presente, no puede conquistar el futuro. Yo celebro que ahora esas posiciones se están corrigiendo. 

P. ¿Del rey Juan Carlos también es para estar orgulloso? ¿No han comentado entre los de su época en el Gobierno que debieron pararle los pies?

R. Creo que su comportamiento no ha sido ejemplar, pero en mi opinión no debería haberse ido de España. La justicia debe ser lo más rápida posible. Una justicia tardía no es justicia y cuando decide la justicia hay que respetarla. Creo que el actual monarca está haciendo un notable esfuerzo por conectar mejor a la opinión pública española con una institución esencial como es el modelo de monarquía parlamentaria.

P. Es un hecho que recibió 100 millones de dólares de Arabia.

R. Como yo solo creo en la verdad judicial de momento dice el fiscal suizo que no. 

P. Dice que no es delito, no dice que no lo cobrara.

R. Y dice que no es delito, que sería delito si fuera una comisión. Por eso he dicho que su comportamiento no me parece ejemplar. 

P. ¿Qué pensó cuando el presidente, Pedro Sánchez, hizo jefe de Gabinete a alguien de fuera del partido consultor como Iván Redondo? Usted que ha tenido tanta vida de partido.

R. Yo no sabía de su existencia, solo fugazmente por lo de Extremadura. No lo conozco pero era una pieza que no encajaba. Yo que apoyo a mi Gobierno y que les deseo lo mejor, en mi entorno siempre dije esto no iba a acabar bien. Esto no acaba bien y acabó mal antes de lo que yo pensaba, incluso. No acabó bien, normal. 

Yo leo algunos artículos que escribe Iván Redondo y son inconcebibles, vamos, no lo entiendo.

P. Y aún puede acabar peor.

R. Puede acabar peor. Yo leo en La Vanguardia algunos artículos que escribe y que son inconcebibles, vamos, no lo entiendo. Yo soy un simple espectador ajeno, pero sí digo que aquello no encajaba. No creo que fuera la mejor fórmula sabiendo lo que es dirigir un gabinete en una presidencia del Gobierno en España. Siempre me malicié que aquello acababa mal.

P. ¿Pero por qué? 

R. Por las actitudes, por la prepotencia que mostraba esta persona en ocasiones, por el papel que se arrogaba. Los éxitos son siempre los mismos y los fracasos, de los demás. Eso es muy viejo en política. Para mí no fue una sorpresa cuando le cesó el presidente del Gobierno.