Opinión | CANTABRIA

La España que queremos

Este 12 de octubre, día de la Fiesta Nacional de España, nace un nuevo periódico, al que deseo el mayor de los éxitos y agradezco la oportunidad de compartir en su primer número esta reflexión sobre el país que queremos. Es un buen momento para mirar al futuro, ahora que comienza a disiparse la pesadilla que nos ha marcado desde marzo de 2020.

La pandemia de Covid-19 no ha concluido, pero se encuentra ya en fase terminal, por más que aún no sepamos a ciencia cierta cuándo y cómo será su final definitivo. Aún tendremos que convivir con el virus durante un tiempo, por lo que sigue siendo necesario mantener la cautela y las medidas individuales de protección.

Pero con la vacunación prácticamente generalizada entre la mayor parte de la población española, la presión hospitalaria se encuentra en claro retroceso. Y ésa es la clave para mantener al virus controlado y asegurar a la ciudadanía la atención médica que requiere en cada momento. 

La situación sanitaria que hasta ahora ha sido la prioridad absoluta e indiscutible y la mayor fuente de preocupación para todos los gobiernos se encuentra controlada y eso quiere decir que ha llegado el momento de volcarnos, con todos los medios a nuestro alcance, en la cura de los daños económicos provocados por la pandemia. Ha llegado la hora de la economía. 

Tenemos que revertir el daño sufrido por los diferentes sectores productivos y construir nuevas oportunidades de crecimiento, de progreso y bienestar. Los fondos extraordinarios dispuestos por todas las Administraciones, y sobre todo por la Unión Europea, son una base extraordinaria para impulsar la recuperación y consolidarla en unos plazos razonables.

Afortunadamente, el remedio para la crisis del Covid no han sido los recortes y la contención que Europa impuso frente a la crisis monetaria de 2008 y que retrasaron durante casi 10 años la recuperación. La respuesta ahora ha sido la acertada: gasto público, ayudas directas e inversiones para afrontar los daños sociales y económicos causados por la pandemia y agilizar la vuelta al crecimiento de los diferentes sectores productivos.

Tenemos que aprovechar al máximo las oportunidades que ofrecen esos recursos extraordinarios para avanzar hacia un modelo productivo más competitivo, tecnológicamente más avanzado y ambientalmente más sostenible, impulsando al mismo tiempo una mayor cohesión económica, social y territorial. En ese reto será clave el trato que reciban las diferentes comunidades autónomas a la hora de repartir tanto los fondos europeos como la futura financiación autonómica. 

Un país muy diverso

España es muy país muy diverso. Los servicios públicos no cuestan lo mismo en todos los territorios, aunque en todos ellos los ciudadanos tienen el mismo derecho a disfrutarlos en condiciones equiparables. No es lo mismo asegurar la asistencia médica o el derecho a la educación de una población dispersa y envejecida en un territorio de orografía complicada como Cantabria que hacerlo en grandes urbes como Madrid o Barcelona. 

No es lo mismo asegurar la asistencia médica o la educación en Cantabria que hacerlo en grandes urbes como Madrid o Barcelona

El coste de los servicios públicos que para los cántabros alcanza cifras astronómicas es infinitamente menor en las grandes ciudades, donde la población está más concentrada. Baste un ejemplo para ilustrar mis palabras: con 580.000 habitantes, Cantabria destina 18,35 millones anuales a pagar el transporte escolar. Esta cantidad es más que todo lo que dedica Madrid, con una población de más de seis millones de personas.

Son razones como ésta las que hacen que los cántabros defendamos el coste real de los servicios como criterio para decidir el reparto de los fondos públicos. Es la única forma de garantizar la igualdad de todos los españoles, vivan donde vivan. Y esa es la España solidaria y cohesionada con equilibrio e igualdad por la que apostamos desde Cantabria.