Opinión | LA RIOJA

Pensar la España de mañana en beneficio de su ciudadanía

En la 71ª carta a un amigo de controvertida existencia llamado Lucilio, Séneca escribió que quien intenta disparar una flecha debe conocer su blanco para luego dirigir y regular con la mano el disparo. Fallan nuestros planes porque no tienen una meta. Para el que ignora el puerto al que encaminarse, ningún viento le es propicio. Esta invitación del filósofo latino, oriundo de Corduba, a dirigir nuestros esfuerzos hacia un objetivo futurible concreto cobra una especial dimensión de principio de responsabilidad para quienes tenemos el honor de ocupar un cargo público.

Enfrentar la tarea de prospectiva de imaginar la sociedad española del futuro, los retos a los que nos enfrentaremos y los medios con los que contaremos dentro de diez años es, además de un ejercicio con larga tradición institucional, una premisa necesaria para gobernar bien ahora y el día de mañana. Una necesidad que la pandemia ha convertido en imprescindible. Desde la primavera de 2020, tener en cuenta que cualquier eventualidad, por improbable que sea, debe ser contemplada es la opción más sensata y beneficiosa para la ciudadanía. Eso implica ampliar los márgenes de los desafíos predecibles para los que tenemos que estar preparados de manera individual y colectiva. Hay que esperar lo mejor y estar preparados para enfrentar lo peor.

En ese contexto, imagino la España de dentro de diez años desde la única óptica con la que, desde mi posición como mujer trabajadora y presidenta de La Rioja, puedo contemplar a este país: desde un optimismo racional y realista. Soy consciente de dónde estamos, pero también de dónde venimos. El avance de la sociedad española en todos los aspectos durante los años de democracia es inédito y asombroso. Por ello, estoy convencida de que estamos tejiendo los mimbres precisos para avanzar hacia una sociedad futura más equitativa, solidaria, cohesionada socialmente y equilibrada en el ámbito territorial.

La España del mañana debe contar con instituciones públicas fuertes y comprometidas con el pluralismo político, la promoción de los derechos fundamentales y las libertades públicas. Esa será la defensa más efectiva del orden democrático frente a cualquier amenaza interna o externa. No podemos permitir que la crisis del coronavirus suponga un aumento de la desigualdad, que es el caldo de cultivo perfecto de populismos, extremismos y antipolítica.

"Estamos tejiendo los mimbres para tener una sociedad más equitativa, solidaria y con equilibrio territorial"

También imagino un país creativo y tenaz. Con la capacidad de promover las condiciones productivas propicias para favorecer un crecimiento económico sostenible y sostenido, que genere empleo de calidad. Un impulso que debe ser alimentado por un modelo productivo más digital, respetuoso con el medio ambiente y asentado en los cimientos fuertes de la industria de alto valor añadido, la innovación empresarial, la investigación científica, la formación y capacitación del inmenso capital humano de nuestro país por un sistema educativo moderno, y la internacionalización de los productos y servicios de nuestras empresas. La mejora sustancial de las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras de este país durante los próximos dos lustros debe ser un asunto prioritario.

En este sentido, desde las administraciones públicas debemos centrar con mayor ahínco el foco de nuestra acción en los jóvenes durante los próximos años. La España del futuro debe ser un país capaz de ofrecer oportunidades a las próximas generaciones. Oportunidades laborales y formativas, pero también a la hora de acceder a la vivienda para facilitar su emancipación y el desarrollo de su proyecto de vida personal. En este aspecto, más que en ningún otro, nos jugamos el futuro, no sólo de ellos y ellas sino también el del bienestar común; de esos jóvenes depende en gran medida la sostenibilidad en el tiempo del Estado de Bienestar español.

Condición necesaria del deseable escenario expuesto es que desde los poderes públicos acometamos un proceso profundo de refuerzo de los servicios públicos para enfrentar las consecuencias económicas y sociales del Covid-19. El paso al frente que ha dado la Administración Pública durante la pandemia debe tener continuidad para frenar la desigualdad que el virus está acrecentando. Debemos aumentar los medios técnicos y humanos de nuestro sistema sanitario público y seguir avanzando en la configuración de un escudo de protección social efectivo para dar oportunidades a los miembros más vulnerables de nuestra sociedad. Hay que seguir apostando por herramientas como la predistribución en un sistema fiscal más progresivo y las prestaciones económicas no contributivas como el ingreso mínimo vital. Durante este tiempo, este es el camino que debe transitar nuestro entramado asistencial público para ayudar a las personas que más lo necesitan.

Y, por último, nuestro país dentro de 10 años debe haber acometido, de manera decidida, comprometida y desde todos los ámbitos, el mayor desafío que tenemos todos los territorios de este planeta: el ambiental. La crisis climática y la de biodiversidad condicionarán el futuro de la Humanidad en mucha mayor medida que cualquier otro fenómeno. Está en nuestra mano cambiar la inercia actual y legar a nuestros hijos e hijas un patrimonio natural que tenemos obligación de conservar y proteger. Esa es la España que imagino dentro de diez años. Ese es el país en el que aspiro vivir y la sociedad por la que trabajo todos los días con enorme ilusión y empeño.