NEGOCIO MILLONARIO

La Casa de las Carcasas no es una tapadera: es un ejercito femenino vendiendo productos chinos a comisión

  • La compañía, de la que muchos desconfían, es un boyante negocio que el año pasado obtuvo 12 millones de euros de beneficio

  • Cada empleada suma medio euro a su salario base por cada cristal protector vendido; por el resto de accesorios se llevan entre 20 y 30 céntimos

  • El ambiente entre compañeras es bueno, pero la compañía usa cámaras de videovigilancia laboral en las tiendas y ha ejecutado despidos por embarazo o por ser víctima de violencia de género

Viandantes y clientes en una de las tiendas de La Casa de las Carcasas en Madrid

Viandantes y clientes en una de las tiendas de La Casa de las Carcasas en Madrid / Alba Vigaray

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La Casa de las Carcasas "huele a tapadera". Es "una trama", una "operación de blanqueo de dinero", un "cartel de droga que sustenta una estafa piramidal" y un misterioso "melón" que nadie se atreve a abrir. Al menos, eso dicen decenas de comentarios en redes sociales —en Twitter y en TikTok, red que usan sobre todo jóvenes— que han convertido a esta tienda española de fundas para móviles en un meme, en una idea que se repite en el tiempo medio en broma medio en serio. Y que ya ha traspasado fronteras: un influencer estadounidense la incluyó recientemente en su lista de "cosas de Madrid que no tienen sentido". "Hay muchas tiendas como esta, pero no veo a nadie comprando en ellas. No lo pillo", dice sorprendido en un vídeo que acumula más de dos millones de visitas. "Hasta el guiri", celebran los usuarios españoles, "se ha dado cuenta de la trama de las carcasas".

"Mis amigas me lo preguntan y la gente graba los locales. ¿Cómo puede ser, si está vacío? Y es verdad que había días flojos, pero incluso en tiendas pequeñas se factura un montón", explica una joven que trabajó en un local de la provincia de Toledo. "Entre semana hacíamos unos 2.800 euros de caja diaria. En fin de semana se superaban los 3.000. La mayoría del público es mayor: gente que salía del Yoigo, el Vodafone o el Movistar y venía con el móvil nuevo, así que había que ofrecer cristal, funda y accesorios. Los tickets eran de 30 euros para arriba".

La Casa de las Carcasas, la marca que da nombre a la mercantil Carcamóvil S.L, no es una tapadera. Es, de acuerdo al análisis de todas sus cuentas anuales (auditadas por una empresa externa) y de las entrevistas con varias dependientas, un negocio millonario y muy bien engrasado con márgenes elevados. Los productos —carcasas, cristales protectores de pantalla y complementos como colgantes y tarjeteros para el móvil— vienen de China, según explicó el fundador y CEO Ismael Villalobos en una entrevista en El Español. Pasan por la central de Jaraíz de la Vera, en Cáceres, y desde allí se distribuyen a las 209 tiendas de todo el país. Una vez en el establecimiento, el objetivo de las vendedoras es claro: que ningún cliente salga con las manos vacías y que, si compra, no se lleve solo la funda sino algún producto más. "No puedes dejar que alguien se vaya de la tienda con una sola cosa. El ticket mínimo ha de ser de dos unidades", dice una antigua trabajadora. "Si no, te echan la bronca".

Los cristales protectores comisionan mejor que el resto: por cada uno vendido, la empleada suma cincuenta céntimos a su salario base mensual. Por el resto de accesorios se llevan entre veinte y treinta céntimos. Las fundas no tienen comisión. "Los cristales son el punto fuerte", dice otra trabajadora, que ha pasado por cinco tiendas en Madrid. "A mí me resulta fácil venderlos porque no me corto. Digo: 'madre mía, tienes el cristal hecho polvo, ¿no lo quieres cambiar? Da un poco de vergüencilla'. Y al final te dicen: 'pues tienes razón, cámbiamelo'. No puedes valorar el bolsillo del cliente así que le ofreces el de 9,99, el de 12,99 y el de 19,99 euros. Al principio te da corte por si te dicen que no, pero luego aprendes que también te pueden decir que sí. Tú lo que quieres es cobrar más. Hay clientes que bromean y dicen que se van porque les he vendido media tienda. Y yo siempre digo: ¡no te he obligado a nada! He llegado a vender 900 euros en un turno de seis horas".

Las trabajadoras o ex-trabajadoras consultadas por EL PERIÓDICO DE ESPAÑA son de distintas provincias y no se conocen entre sí. Omitiremos sus nombres para evitar represalias por parte de la empresa, que no ha respondido a varias solicitudes de información. Algunas han trabajado en tiendas pequeñas —de ciudades de menos de 100.000 habitantes— y otras en tiendas muy turísticas, como la de La Rambla de Barcelona. Hay experiencias de local a pie de calle, de stand en centro comercial y de aeropuerto. Y todas son mujeres, lo habitual en la empresa. A cierre de 2021, Carcamóvil contaba con 1.688 empleadas y 248 empleados. Las mujeres son mayoría en puestos directivos (el 79%) y en tiendas (el 90%), pero minoría en almacén (46%). Villalobos, el joven extremeño que ha levantado el imperio, afirmó haber tenido "malas experiencias con chicos en la primera tienda", por lo que decidió contratar solo chicas. "Y viendo cómo son las fiestas de empresa, mejor que solo haya un sexo", dijo.

Un gran margen de beneficio

Ismael Villalobos acaba de cumplir 33 años. Empezó Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid pero no terminó. Fundó Carcamóvil en 2013, con 24 años y siendo concejal del Partido Popular en Jaraíz de la Vera, su pueblo. El PP estaba en la oposición y Villalobos accedió al puesto tras la renuncia de la número dos de la lista. Antes presidió las Nuevas Generaciones de la localidad. No tuitea demasiado, pero si lo hace es para compartir contenido político.

La compañía empezó, según ha contado siempre el emprendedor en los medios, vendiendo fundas compradas en China a través de internet. Un año después abrió su primer stand en el centro comercial Madrid Xanadú. Y así ha seguido hasta la fecha: expandiéndose por toda la geografía nacional con tiendas propias, no franquicias, en locales alquilados en las principales calles y centros comerciales de las ciudades. En 2021 gastaron once millones de euros en alquileres, lo que supone que de media pagan 4.385 euros por local al mes. A estos costes hay que sumar los salarios de los empleados —28 millones de euros—, los aprovisionamientos o compra de mercancías —16 millones de euros— y otros gastos de explotación. El año pasado ingresaron 81 millones de euros, de los cuales 12 fueron de beneficio.

Es un margen de beneficio muy alto, pero no tan extraño en el sector de los nuevos 'todo a cien'. La valenciana Ale Hop, que vende accesorios para móviles, papelería, regalos y pequeños artículos del hogar, facturó en 2019 (antes del covid) 140 millones de euros y declaró 30 millones de beneficio.

Con estos sólidos mimbres, la gestora de capital riesgo Proa Investments se hizo en septiembre del año pasado con una mayoría de La Casa de las Carcasas. Desembolsó, según aseguraron entonces fuentes financieras, 100 millones de euros. El joven fundador permanece al frente de la empresa. Meses después de la venta se compró un ático de 1.200 metros cuadrados frente al Bernabéu. Y este año ha adquirido una empresa de la competencia: la murciana Fundas Inspiral a través de una sociedad de nueva creación, Alton Capital.

"Él quiere el monopolio de las tiendas de carcasas", valora una de las empleadas entrevistadas, que ha tenido oportunidad de conocer a Villalobos y cree que es "una persona muy cercana". Una de las ventajas de especializarse en este producto es que casi todo el mundo es cliente potencial porque casi todo el mundo tiene un teléfono móvil. Las consultadas explican que el cliente tipo no solo es una persona mayor que acaba de comprar uno. También son muy habituales los turistas, que suponen entre el 80% y el 90% de la clientela en determinadas localizaciones y "se pueden dejar 100 euros entre fundas y accesorios", dice una de ellas. "Extranjeros. Los que se dejan la pasta son los de fuera", dice otra, que trabajó en el aeropuerto de Madrid. "Por lo que comenta la gente de Suiza, Alemania y Reino Unido, allí los accesorios telefónicos son muy caros. Se llevan los protectores y las fundas de dos en dos. También hay mucha gente de Latinoamérica que se vuelve loca con las carcasas con brillos".

Todo controlado por cámaras

A cierre de 2021, casi la mitad de las trabajadoras de tiendas tenían un contrato temporal. La empresa reconoce en su memoria que esta es la naturaleza de su actividad, ya que depende "mucho de las diferentes campañas comerciales". El sueldo medio en tienda es de 1.368 euros mensuales en mujeres y 1.371 euros en hombres, según este mismo documento, que reconoce una brecha salarial del 2% y no aclara si el dato de remuneración va en bruto o en neto. La mayoría de trabajadoras entrevistadas no tenían un contrato de cuarenta horas, así que sus sueldos difieren de la media oficial. "Yo cobraba 560 euros por 24 horas semanales y el resto en comisiones. Si no te las curras, cobras una mierda", dice alguien que ha trabajado en los últimos meses en la empresa. Otros sueldos comprobados por este diario (en sentencias públicas por despidos nulos) son de 736 euros brutos por 25 horas y de 806 euros brutos por 30 horas.

El proceso de venta está exquisitamente definido en el libro de bienvenida —el Welcome Pack— que reciben las trabajadoras al entrar. Son siete pasos: saludar al cliente con una sonrisa, preguntarle para qué modelo busca funda, quedarse a pocos metros del cliente si está mirando "para que se sienta libre pero vea que seguimos ahí", preguntar si quiere la funda con tapa o sin tapa, exponer el producto, ofrecer probarlo, dar el ticket y despedir con otra sonrisa. El manual invita a ofrecer más productos, por ejemplo: una segunda carcasa, la promoción semanal, accesorios y el cristal. Es "de vital importancia" ofrecer todos los tramos de precios empezando por los más bajos. Omitirlos, dice el manual, "disminuye la conversación con el cliente" y provoca que identifique la marca como "cara".

El documento, adornado con amables dibujos y tipografía tipo Mr. Wonderful, incluye las reglas de imagen de tienda. Entre otras, focos y televisión encendidos, música alta, limpieza y cierre de caja al cerrar (y estas horas no se pagan, según las consultadas) y vestuario compuesto de polo verde corporativo y pantalones lisos. "Nuestro objetivo de apariencia es ir a la moda de forma discreta", apunta. Además, las empleadas tienen acceso a una intranet con manuales. "Si te quedas sola en tienda y no sabes qué hacer, ahí está todo explicado", relatan.

El control de la experiencia de compra es tal que la empresa utiliza cámaras en las tiendas para vigilar que las dependientas cumplan el protocolo. Las dependientas cuentan situaciones diversas. "Muchas veces hemos estado hablando entre nosotras y han llamado por teléfono para preguntar por qué. O ha entrado un cliente que se ha ido sin comprar y han llamado", dice una. "A lo mejor estás aburridísima porque no hay nadie, te pones a hablar con una compañera y te llaman: ¿qué hacéis hablando?", añade otra. "Y te mandan una captura de pantalla con el círculo en rojo para demostrártelo".

"Me choca que siendo una empresa tan joven sean así de estrictos. Usar el móvil está prohibidísimo", dice una tercera. "Yo llevo casi tres años en la empresa y nunca me han llamado para regañarme", agrega una más. "Es verdad que hay cámaras y que no te puedes sentar, que tienes que estar siempre en disposición de atender al cliente, pero creo que lo que se intenta es que des la mejor atención".

La videovigilancia en el trabajo es legal siempre que el trabajador sepa que le están grabando y, "sobre todo, que esa grabación puede ser utilizada por la empresa con el fin de controlar su actividad", explica el abogado laboralista Luis F. Pallarés. Las empleadas de La Casa de las Carcasas lo saben. Sin embargo, y vistas las situaciones anteriores, Pallarés cree que hay "desproporcionalidad" y "vulneración del derecho a la intimidad. Una cosa es usar las cámaras para sancionar a alguien que hace algo grave y otra muy distinta es convertir los centros de trabajo en un Gran Hermano". A su juicio, sería más sencillo y proporcional que hubiera siempre un responsable en la tienda.

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Pese a todo, el ambiente en las tiendas es bueno y las cámaras no son el mayor problema de las consultadas. Algunas han mencionado los despidos "sin miramientos". En 2021, la compañía despidió a 129 personas, 110 de ellas mujeres, según sus propios datos. Y cuenta con al menos tres despidos declarados nulos: uno por despedir cuando estalló el COVID alegando que no se había superado el período de prueba (sentencia 5933/2021 del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña), otro por despedir a una trabajadora que se quedó embarazada (sentencia 628/2019 del TSJ de Madrid) y otro por despedir a una trabajadora al enterarse la empresa de que era víctima de violencia de género (sentencia 945/2020 del TSJ de Madrid). Esta empleada solicitó la baja y le contó a una persona de la empresa que su novio la había agredido la noche anterior. A los tres días, fue despedida por "falta de interés" y "poca implicación".

En las tiendas a pie de calle las empleadas se encuentran con un problema añadido que es, en ocasiones, el que colma su paciencia: el frío. "Las puertas están completamente abiertas. La tienda de La Rambla hace esquina y tiene varias entradas. Las carcasas están apoyadas en la pared y cuando hacía mucho aire se volaba todo", rememora una joven que trabajó hace varios años en ese local. Una trabajadora que estuvo en un stand en un centro comercial al aire libre cuenta anécdotas similares. "De repente había carcasas volando por la carretera. Y yo allí sola, sin saber qué hacer, con la gente de la calle ayudándome a recogerlas", continúa la ex-trabajadora de La Rambla. "Además hacía un frío inhumano pero no podías cerrar las puertas. La respuesta era darnos guantes. ¿Qué crees, que soy un pingüino? Al sexto mes dije que no renovaba y me fui".