CRISIS ENERGÉTICA

La red de búnkeres que controla todo el gas que llega a España

  • España cuenta con tres centros de alta seguridad que son el cerebro que gestiona todos los grandes gasoductos, plantas y almacenes de gas. Una infraestructura estratégica que tiene ahora un papel aún más clave en plena crisis energética.

  • En un centro principal siempre operativo y dos gemelos que se activan en caso de emergencia, un equipo de apenas 50 personas garantizan en todo momento la continuidad del suministro con los mercados tensionados por la guerra.

  • Enagás ha creado un modelo único en Europa que hace que todo el sistema gasista funcione como un solo almacén: las compañías pueden inyectar gas en una planta y venderlo por otra a cientos de kilómetros de distancia. 

Centro de control de Enagas.

Centro de control de Enagas. / José Luis Roca

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Es el punto neurálgico de todo el sistema gasista español. El gran centro de control desde donde se dirigen los gasoductos, los almacenes y las plantas de gas del país para garantizar el abastecimiento en todo momento. Y el cerebro que ejerce esta labor de vigilancia y de ajuste constante de los suministros se esconde en una red de búnkeres que está considerada una infraestructura estratégica para el país y cuya ubicación es confidencial.

Un solo gran centro de control, pero con tres sedes para reforzar aún más la seguridad y garantizar que funcionan en todo momento en caso de fallo de alguna de ellas. El baluarte que siempre está operativo es el Centro Principal de Control, en el que se centraliza toda la información y todas la labores de manera habitual.

Pero también existen dos centros gemelos localizados en otros puntos del país que entran en funcionamiento en caso de emergencia: el Centro de Control de Reserva, la primera opción en caso de fallo y que se activa cada pocas semanas para comprobar su capacidad de respuesta; y el Centro de Control de Último Recurso, que como su nombre anticipa es la última bala en caso de problemas en cadena.

Tradicionalmente la entrada siempre al centro de control ha estado muy restringida, con permisos específicos y controles de seguridad rigurosos. Durante los últimos dos años, en plena pandemia, el acceso ha estado totalmente vetado para cualquier persona ajena al equipo de 50 empleados que trabaja directamente en los centros de control. Incluidos en el listado de infraestructuras críticas españolas, las medidas de seguridad anticovid se extremaron y los centros han estado cerrados a cal y canto desde entonces (la primera visita externa al Centro Principal tras dos años de cerrojazo total es, de hecho, la realizada por el equipo de EL PERIÓDICO DE ESPAÑA).

Centro de control de Enagas.

/ José Luis Roca

Un mercado en tensión

Designado por ley como gestor técnico del sistema, desde hace dos décadas Enagás es el encargado de operar esta maquinaria que vela por la seguridad de suministro y por encajar las piezas en el complejísimo juego de oferta y demanda de un mercado energético que ahora se ha instalado en una preocupante dinámica de extrema volatilidad.

La invasión militar lanzada por Rusia contra Ucrania ha despertado todos los miedos que Europa venía arrastrando por su enorme dependencia del gas ruso. Con los mercados energéticos en máxima tensión, en mitad de una crisis de precios histórica y con algunos países del continente temiendo problemas de suministro, España ha sacado pecho y ha reivindicado su seguridad energética por la amplia red de instalaciones gasistas y por la diversificación de sus proveedores.

El potente sistema gasista español cuenta en sus puertos con seis plantas regasificadoras -las que permiten recibir gas por barco- que concentran un tercio de la capacidad total de la Unión Europea; más de 13.000 kilómetros de grandes gasoductos de transporte que recorren el país; seis interconexiones internacionales con Francia, Portugal y Argelia; cuatro almacenamientos subterráneos… La supervisión y la compleja coordinación de todo este engranaje es la misión que se desarrolla en esos búnkeres de manera ininterrumpida.

Adaptación continua

Desde la sala de máquinas -un recinto repleto de grandes pantallas con los mapas de todas las infraestructuras- se gestiona la recepción de 30.000 datos en tiempo real que llegan de todas las instalaciones para monitorizar su funcionamiento. Y desde allí se dan las directrices necesarias para resolver incidencias en remoto, para optimizar los flujos de gas abriendo o sellando válvulas ubicadas en la otra punta del país o para reordenar las entradas y salidas del sistema de manera que en todo momento esté garantizado el suministro.

El gas lo traen y se lo llevan los comercializadores o los traders, ellos lo compran y lo venden, Enagás sólo es la pieza clave para hacer posible que esas operaciones se materialicen, garantizando que todo funciona y que las cuentas entre el consumo que se esperaba y el gas que hay disponible cuadran a la perfección. Para ello es fundamental el papel del gestor del sistema tanto en la previsión de la demanda esperada (un proceso conquistado ya por la inteligencia artificial y el machine learning) como en el ajuste constante de la programación de las entregas y descargas del gas que viene y se va por barco.

Enagás está acostumbrado a actuar para solventar las variaciones inesperadas en la oferta o la demanda de gas, pero normalmente motivadas por circunstancias habituales como un aumento del consumo en una ola de frío o la necesidad de cubrir consumos extra de centrales de gas para producción de electricidad (si la producción renovable es menor de la esperada o hay un parón de una central nuclear no programado). En los últimos meses, la compañía está teniendo que lidiar con variaciones de calado en la operativa provocadas por el cierre del mayor gasoducto entre España y Argelia, y ahora por la incertidumbre sobre el impacto que tendrá la agresión militar sobre Ucrania y las sanciones económicas impuestas a Rusia.

Susana de Pablo, directora del Centro de Control y Diego Vela, director general del Gestor Técnico del Sistema Gasista.


/ José Luis Roca

“Nuestra obligación es tener disponible toda la capacidad de sistema gasista e ir adaptándola continuamente a la oferta existente”, explica Diego Vela, director general del Gestor Técnico del Sistema, que lanza un mensaje de confianza en que la seguridad de suministro está garantizada a pesar de las tensiones especiales. “Si el sistema necesita más barcos por situaciones especiales, tenemos la flexibilidad suficiente para ofrecerlos. No cambia nuestra forma de operar, simplemente nos adaptamos”.

España activó ya el pasado verano un plan de choque para disparar el número de barcos que traen gas al país, antes de la decisión de Argelia uno de los gasoductos. Enagás ha estado celebrando subastas extraordinarias de slots para aumentar la capacidad de descarga en las plantas regasificadoras del país. Ya ha adjudicado ya 58 slots adicionales a compañías gasistas para elevar el suministro por barco, y para el periodo invernal -entre noviembre y marzo- se han repartido 149 slots de descarga en las seis plantas regasificadoras, frente a 86 barcos que llegaron el invierno pasado.

Hasta el cierre del gasoducto argelino, a finales de octubre, las importaciones de gas de España se repartían prácticamente a partes iguales entre las que llegaban a través de tubería y las que se recibían en barco. Ese equilibrio se ha roto y la balanza se ha descompensado a favor de las llegadas en metaneros a las plantas, que ya concentran el 70% del gas importado por España.

Un modelo único

Fue hace justo dos años, en abril de 2020, con todo el país confinado en sus casas en lo peor de la pandemia, cuando Enagás revolucionó por completo la forma de gestionar las entradas y salidas del gas en España. Tras meses de trabajos de preparación, la fecha prevista para el arranque de la profunda reordenación acabó coincidiendo con el arranque del primer estado de alarma, pero el calendario se mantuvo a pesar que hubo que ponerlo en marcha con todo el personal teletrabajando.

Desde entonces, España cuenta con un modelo de gestión de las entradas y salidas de gas de sus plantas que es único en Europa y que hace funcionar todo el sistema gasista nacional como si fuera un solo almacén gigantesco. Todo el gas que una compañía trae a España por gasoducto o por barco es como si se metiera a una hucha común y esa empresa puede sacar esa misma cantidad para revenderla por cualquier otro punto del país, por cualquier otro gasoducto o en barco desde otra planta de regasificación.

Centro de control de Enagas.

/ José Luis Roca

En otros países, el vendedor y el comprador de gas deben contratar el servicio de entrega en una misma planta de regasificación. El modelo de tanque agrupado, que así se llama el invento, permite que en España se pueda descargar un barco en una planta en Galicia y que otra compañía recoja esa misma cantidad en la planta del Puerto de Barcelona, a cientos de kilómetros de distancia. O el gas puede entrar en barco en Sagunto (Valencia) y acabar siendo comercializado a través de los gasoductos que unen España y Francia.

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“El sistema funciona como si fuera un banco, donde tú metes dinero y puedes operar con él por diferentes vías”, explica Susana de Pablo, directora del Centro de Control. “Una vez descargado el gas por las comercializadoras, todo computa como si hubiera un único almacén virtual. Esto nos da una gran flexibilidad para ajustar la programación de cargas y descargas en todas las instalaciones del país. Es gran ventaja competitiva para España en tiempos en que las operaciones están sujetas a tantas variaciones”.

Y es que este modelo, destacan desde Enagás, permite al sistema gasista español y a las comercializadoras que en él operan adaptarse más rápidamente para ajustar oferta y demanda cuando el suministro puede verse condicionado por un conflicto bélico, cuando hay una ola de frío, cuando falla uno de los barcos programados o si hay una avería. Y ahora que los mercados están patas arriba, que oferta y demanda están en máxima tensión, funcionar como un gigesco almacén único supone una ventaja frente a otros países y refuerza la seguridad.