Economía

¿Está el dinero en efectivo cerca de su final?

El dinero en metálico vive un presente declinante que le lleva hacia un futuro incierto, una tendencia de años que se ha acelerado por el empuje en la digitalización que ha provocado el coronavirus

Dinero en efectivo.

Dinero en efectivo. / Manu Mitru

5
Se lee en minutos

El origen del dinero en efectivo es brumoso, curiosamente igual que su futuro. De la misma manera en que los historiadores no pueden determinar con exactitud cuándo fueron acuñadas las primeras monedas (la versión mayoritaria es que tuvo lugar en la actual Turquía entre el 700 y el 560 antes de Cristo), los expertos discrepan sobre hasta qué nivel y en qué plazo seguirá bajando el uso de las monedas y billetes para realizar pagos. Y también sobre si algún día más o menos cercano, como si de un episodio de 'Black Mirror' se tratase, llegaremos a vivir en lo que se ha dado en llamar una sociedad sin efectivo ('cashless society').

Lo que es indudable es que el dinero en metálico vive un presente declinante que le lleva hacia un futuro incierto, una tendencia de años que se ha acelerado por el empuje en la digitalización que ha provocado el coronavirus. Según los últimos datos del Banco de España, el 35,9% de los ciudadanos tenían el efectivo como medio de pago más habitual en 2020, frente al casi 80% de 2014 y el 53% del año previo a la pandemia. La llegada del covid, así, provocó que por primera vez las tarjetas de débito fueran el medio de pago preferido por la mayoría de la población (54,1%). Algo parecido puede decirse del pequeño comercio: el 26,4% de las tiendas prefieren que les paguen en efectivo (un 36,2% en 2019), mientras que las tarjetas de débito son la opción predilecta del 64,8% de los establecimientos.

Y todo ello, además, en un país que no está precisamente entre los más avanzados en el abandono de las monedas y billetes. Según la última encuesta del Banco Central Europeo (BCE) sobre la zona euro, el 83% de los pagos en establecimientos físicos y entre personas en número y el 66% en valor se realizaron en España en efectivo en 2019, porcentajes solo sobrepasados por Chipre y Malta, muy superiores a la media (73% y 48%) y a años luz de los que, ya fuera de la Unión Monetaria, se registran en los países escandinavos, los más avanzados del mundo en la adopción de los pagos digitales. Los datos, eso sí, son del año previo a la pandemia, con lo que no reflejan aún la revolución que ha supuesto el covid.

INTERESES EN EL CONFLICTO

¿Quiere todo esto decir que el fin del dinero en efectivo está cada vez más cerca? Conviene relativizarlo, porque no se trata de un debate ni mucho menos reciente. Por ponerlo en perspectiva, el fin del metálico se lleva vaticinando desde hace décadas. Como muestra, un botón: la OCDE ya publicaba estudios hace 20 años en los que se advertía de que "el dinero está destinado a convertirse en digital", al tiempo que se matizaba que "el ritmo de desaparición de los últimos vestigios de dinero físico y, al decir de algunos analistas, el hecho mismo de que el dinero esté realmente abocado a desvanecerse resultan cuestiones menos evidentes".

Otro elemento que hay que tener en cuenta es que no se trata siempre de un debate inocente. Muchos expertos expresan su opinión desinteresadamente. Pero alrededor de la desaparición o la supervivencia del efectivo también hay grandes intereses económicos. No son raros, así, estudios que apuntan a su irremisible eliminación, curiosamente financiados por empresas ligadas a los pagos digitales, como tampoco son escasas las encuestas que proclaman el eterno entusiasmo de los ciudadanos por las monedas y billetes, sospechosamente pagadas por compañías de seguridad privada que se dedican a la custodia y distribución del metálico.

El dinero en efectivo está lejos de desaparecer por completo a corto plazo y, a más largo, parece bastante remota la posibilidad de que no exista"

Así las cosas, la respuesta más relevante es la que pueden ofrecer las autoridades responsables de la acuñación de moneda. Y el BCE ha sido más que concluyente: "El efectivo seguirá siendo el principal medio de pago en el futuro próximo" y el euro digital "coexistiría" con el dinero en metálico. "Los medios de pago digitales pueden resultar cómodos para muchas personas, pero no se adaptan a todo el mundo", argumenta la institución. "El dinero en efectivo está lejos de desaparecer por completo a corto plazo y, a más largo, parece bastante remota la posibilidad de que no exista", abunda Concha Jiménez, directora general de efectivo del Banco de España.

BENEFICIOS Y DESVENTAJAS

¿Pero qué beneficios y desventajas tendría la desaparición del efectivo? Los defensores de la existencia única del dinero digital suelen argumentar que, al facilitar la identificación de sus poseedores, contribuiría a luchar contra el fraude fiscal, la economía sumergida, la corrupción y la financiación del terrorismo y otras actividades criminales. También esgrimen que aumentaría la inclusión financiera de territorios sin oficinas bancarias o cajeros; reduciría los atracos; permitiría ahorrar los costes de transportar y custodiar las monedas y billetes; y facilitaría los pagos en otros países sin necesidad de cambiar a la moneda local.

Noticias relacionadas

La alta directiva del Banco de España resume el principal argumento en contra: "El efectivo está al alcance de todos y permite realizar pagos a quienes carecen de cuentas bancarias o tienen un acceso limitado a otros medios de pago, por lo que es clave para la inclusión social de personas vulnerables, como los ancianos o los colectivos de rentas bajas. Los colectivos con menos recursos serían los más afectados si desapareciera el efectivo". Piénsese, por ejemplo, en qué pasaría con los vendedores ambulantes, los mendigos o los chabolistas.

También destaca Jiménez que la posesión de efectivo como "depósito de valor" crece en crisis como la actual por el temor a perder el dinero si se tiene depositado en un banco o invertido en cualquier tipo de activo financiero. Además, subraya que el dinero en metálico garantiza mejor la privacidad en el uso que hace cada persona del mismo, algo que no ocurre con el digital, así como que puede suponer una "red de contingencia" ante situaciones en que quedase bloqueado el sistema de pagos digitales, como un ataque cibernético, una catástrofe natural o un bloqueo en el acceso a internet.