RAPHAËL GALLARDO | Economista jefe de Carmignac

"La UE no da dinero mágico, hay que hacer reformas"

El economista jefe de Carmignac, la gestora de fondos más prestigiosa de Francia, aplaude que la Unión Europea abandone la austeridad y cree que existe la posibilidad de un acuerdo Alemania-Francia-Italia que fortalezca el liderazgo del continente en las políticas de transición ecológica. Insta a los países del Sur a cumplir con las reformas prometidas para no propiciar el populismo en el Norte, y aboga por una estrategia energética que apueste más por la diplomacia y no solo por las reglas.

Raphaël Gallardo, economista jefe de la gestora de fondos Carmignac /

Raphaël Gallardo, economista jefe de la gestora de fondos Carmignac / / CARMIGNAC

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¿Cómo va a venirle a la economía europea el despliegue de los fondos Next Generation?

Nosotros calculamos que el impulso presupuestario para este año es del 1,2% del PIB, y el año que viene será del 0,6%. Es muy importante al compararlo, por ejemplo, con EEUU, donde calculamos un impacto presupuestario negativo de sus programas de cerca del -3%. El hecho de que Europa se esté separando de EEUU y esté borrando su historia de austeridad es muy importante, y también el contenido del plan: la resiliencia económica, la transición ecológica, ayudar a los sectores sociales víctimas de la pandemia… Es una visión a largo plazo, no sólo empujando la demanda, sino también trabajando sobre la oferta, y eso me parece muy positivo. No es una herramienta permanente, pero quizá el nuevo Gobierno alemán pueda discutir con Italia y con Francia para dar un impulso a una visión mucho más activa de estas políticas.

¿Es realista, entonces, pensar que la estrategia Next Generation puede convertirse en un estímulo para una unión económica más fuerte en la UE?

Me parece que hay una ventana de oportunidad en los próximos meses, porque tenemos una coalición de tres partidos en Alemania que nunca habíamos visto. Los Verdes dicen en su programa que quieren invertir el 1,5% del PIB en la nueva economía y la transición energética, algo inaudito para Alemania; y Francia e Italia tienen siempre en los labios las palabras “inversión pública”. Si Alemania da luz verde a una visión más proactiva de las políticas de inversión pública pueden cambiar las cosas, y es algo que se necesita si Europa quiere mantener un liderazgo en la transición ecológica y disminuir su dependencia de las importaciones de tecnología y materias primas. Es un desafío, porque la ventana temporal es bastante corta: pronto, Francia va a entrar en modo electoral, y no sabemos qué va a decidir Draghi sobre su porvenir político, así que hay que tomar decisiones muy rápidamente.

Los fondos europeos están ligados, en España, a reformas como la de las pensiones o el mercado laboral ¿en qué sentido deberían ir estas medidas?

Si queremos conservar esta situación de cooperación entre países, hay que mantener la confianza de los acreedores en las economías endeudadas. Los Gobiernos [del Sur] tienen que mantener esa buena fe con los países del Norte, en los que hay un riesgo populista y aislacionista que puede manifestarse [si se incumplen los compromisos]. Es muy importante que nos demos cuenta de que no hablamos de un dinero mágico que podemos invertir donde queramos; hay que demostrar cómo se va a mantener la solvencia de los sistemas de pensiones, de las finanzas públicas en general y que las inversiones no van a ser una chispa que dure seis meses. Si queremos salir de la trampa de la deuda, no se va a hacer con más deuda y más esfuerzo en la demanda; lo más importante es aumentar el crecimiento potencial de nuestras economías.

¿Qué desafíos afronta Europa en los próximos tiempos?

El reto fundamental es reformar las reglas presupuestarias de la UE: vivimos en la mentira de que vamos a regresar al 3% de déficit y al 60% de deuda sobre PIB en veinte años; no es posible. Hay que acordar nuevas normas y articularlas con una nueva mirada sobre inversión pública; cómo hacer que la inversión pública no cuente para el déficit, por ejemplo. El segundo reto es la transición energética, porque la política energética no puede ser sólo dar buen ejemplo al mundo y crear más reglas para las empresas: hay que pensar cómo vamos a abastecernos de tecnologías y materias primas. Esto implica mantener la estabilidad geopolítica con los proveedores de energía (evidentemente Rusia, pero España por ejemplo tiene problemas en el suministro de gas con Argelia, y el Brexit también tiene una dimensión energética), y hay que pensar asimismo cómo nos vamos a abastecer de las materias primas estratégicas para la transición ecológica: por ejemplo, China está comprando minas de cobalto en el Congo, un mineral clave para las baterías de los vehículos eléctricos. Y el tercer reto es cómo se posiciona Europa en el enfrentamiento China-EEUU; de momento, no ha querido tomar partido claramente.

¿Cuánto miedo tenemos que tener al actual repunte de la inflación?

La situación es muy diferente según el país. En EEUU, la inflación tiene algo que ver con los cuellos de botella del sector manufacturero, pero éste es un fenómeno mundial y transitorio; las fuerzas que nos asustan son domésticas: primero, el mercado laboral, que está muy tensionado. La Fed [la Reserva Federal, el banco central estadounidense] decía que 5 millones de personas habían dejado el mercado laboral, pero que iban a regresar pronto, y nosotros lo que decimos es que hay 3 millones que se han jubilado antes de lo previsto y no van a regresar. La segunda fuente de inflación son las tensiones en el mercado de alquiler de vivienda, resultado de las políticas monetarias ultrasuaves de la Fed. La sobrevaloración de la vivienda en EEUU está en torno al 40%, diría yo, y eso se traslada con un decalaje de año y medio a una subida de los alquileres: los millennials no pueden adquirir vivienda a esos precios, se mueven del mercado de adquisición al de alquiler, y así el mercado se tensiona rápidamente.

En Europa, me parece que la inflación va a mantenerse elevada, alrededor del 3%, en la primera mitad de 2022, por los shocks de la energía y de las materias primas alimenticias; pero la diferencia fundamental con EEUU es que no hay efecto de segunda ronda entre salarios y precios y el peso de la vivienda y los alquileres en la inflación subyacente no es tan importante. Y en China el riesgo es más bien la deflación, porque está intentando desinflar su burbuja inmobiliaria, un proceso muy delicado.

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¿Cómo puede afectar a las perspectivas de recuperación mundiales la actuación de los Bancos Centrales si continúan con su plan de retirar estímulos?

En Europa el debate va a ser muy tensionado, porque muchos miembros del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) ya están hablando de la necesidad de anclar las expectativas de inflación, del riesgo de sobrecalentamiento del mercado laboral… no me parece un riesgo muy realista para este año, pero hay que estar atentos, y todo esto va a influir en cómo el BCE retira los estímulos del PEPP [el programa de emergencia de compra de activos por la pandemia]. Habrá que sustituir el PEPP por otro programa de compra de activos más flexible que el que había antes de la pandemia, y va a ser un debate muy acalorado. En EEUU el debate también está cambiando rápidamente: cada vez se habla más de acelerar la retirada de estímulos, acordada hace tan solo unas semanas; será una pérdida de credibilidad para la Fed si lo hacen, pero se están acercando a nuestra visión, que es la de que hay un riesgo de que la inflación arraigue en EEUU. Si retiran estímulos más rápido, es que están preparándose para subir los tipos; podría pasar en el segundo trimestre de 2022.