DESEMPLEO

Manel, 55 años: "Necesito trabajo ya, en una semana me quedo en la calle"

Este barcelonés perdió su empleo en la anterior crisis, pasó a encadenar -cuando pudo- contratos temporales y desde hace dos años que está sin empleo

Manel Pèrez es un barcelonés de 55 años que lleva sin trabajar de manera estable una década.

Manel Pèrez es un barcelonés de 55 años que lleva sin trabajar de manera estable una década.

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Gabriel Ubieto

Manel Pérez tiene 55 años y hace dos años que busca empleo y no lo encuentra. Echando un poco más la vista hacia atrás, hace 10 años que no tiene un contrato de más de tres meses. Empezó a cotizar a los 17 años y hasta la crisis financiera no le faltó nunca un empleo. Tras empezar a juntar pesetas como mensajero, hizo oficio en el sector de las artes gráficas. Era montador de publicidad y rótulos, de esos que intentan atraer la mirada mientras uno espera el bus o el metro. Hasta el 2012, en pleno auge de la Gran Recesión, cuando este barcelonés perdió su empleo y ya nunca ha vuelto a reengancharse del todo. "Me ha salido algún trabajillo, pero nada estable", cuenta; estrujando con nervio los papeles que ha traído a la entrevista con EL PERIÓDICO. En ellos lleva toda su vida laboral, los documentos del paro y mil detalles más. Acredita, lúcido y metódico, todos lo que cuenta. 

El último contrato que tuvo fue como montador de packs de colonias, de esos que se venden en el supermercado. Fue en el verano del 2019, venció el contrato, firmó el finiquitio y hasta el día de hoy. "Me conozco todas las respuestas automatizadas que te salen después de enviar el currículo", confiesa. “Yo solo quiero trabajar y poder pagarme mi piso y mi comida, es algo muy básico, que debería poder hacer todo el mundo. No entiendo porque es tan complicado”, añade.

Para él la anterior crisis no acabó nunca. La pandemia no ha sido más que otro capítulo de la misma pesadilla y de la actual recuperación, que a nivel macro dibujan mes tras mes las cifras de la Seguridad Social, no quiere ni oír hablar. "Reconozco que hace tiempo que no miró las noticias. No me las creo, suficiente tengo con lo mío", cuenta. “¿Cómo pueden ser los políticos tan optimistas? Yo a mi alrededor solo veo a gente que lo está pasando mal”, añade. "Faltan ayudas para una vida digna, sobre todo para la vivienda. Hace cuatro meses que solicité el ingreso mínimo vital y no me han dicho nada...", dice.

¿Cómo se puede vivir con 451 euros al mes?

En los últimos años la vida de Manel ha sido un remar contra viento y marea. Sin trabajo, ni ingresos, tuvo que vender su piso cuando todavía no había liquidado la hipoteca. Se metió en otro más barato, que más adelante tuvo que volver a vender para seguir tirando. Entre medias murió su pareja con la que había compartido más de 10 años. Agotada la prestación por desempleo, le concedieron el subsidio para mayores de 52 años: 451,92 euros al mes

¿Cómo una persona sola puede pagar una habitación y comer con ese dinero? "No se puede, así de claro", responde Manel. "Ahí entran las tarjetas", añade. Este barcelonés acumula unos 20.000 euros de deuda durante los últimos años, sacando del plástico unos ingresos extra para llegar a final de mes con lo mínimo. Pan para hoy y hambre para mañana, porque la deuda va en aumento.

Si a más de uno le costó gestionar estar encerrado entre cuatro paredes durante el confinamiento, tener una deuda que engorda día a día mientras las solicitudes de empleo se quedan sin respuesta no ayuda. La desesperación puede jugar malas pasadas y a Manel unos crápulas le dieron la puntilla. Rastreando internet en busca de empleo encontró un anuncio para invertir en bitcoins, que no fue más que una estafa encubierta y que hoy está siendo investigada por la Policía Nacional. "Me enganchó por la desesperación", reconoce. Desde entonces colabora junto a varios afectados por la estafa con 'victifin.org', donde intentan alertar a la gente de cuáles son los trucos más habituales en este tipo de fraudes y así ayudar a evitarlos.

Una lacra colectiva, no un fracaso individual

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Manel empezó a ir hace unos días a la asociación T’Acompanyem, en la calle Biscaia de Barcelona. Un refugio donde personas paradas -pero no quietas- comparten vivencias, ofertas de empleo, hacen cursillos y se hacen ver unas a las otras que estar en desempleo no es un fracaso individual, sino una lacra que afecta a más de tres millones de personas en toda España. Este hombre de 55 años reconoce que tiene buenas sensaciones y que se ha sentido bien acogido, aunque tampoco oculta el nerviosismo que le ronda. Pues la solidaridad llega más lejos de lo que parece posible, pero no a todo. Y él sufre por el pago que a final de mes le reclamará el casero que le alquila una habitación.  

Hace dos meses tenía que renovar el subsidio –un trámite que durante la pandemia se hacía automáticamente- y se le pasó. “Necesito trabajo para ya, ayer ya era tarde. Estoy acojonado por si acabo durmiendo en la calle”, cuenta. Después de llamar por teléfono al SEPE –sin éxito- y de rebuscar en la página web, consiguió intercambiar correos con las oficinas de empleo y solucionar el problema para renovar el subsidio y no quedarse sin nada. “Hasta que no cobré el día 10 no estaré un poco más tranquilo”, afirma, retorciendo entre sus manos los papeles con la huella de sus 28 años cotizados.

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