CHAMPIONS | ATLÉTICO 1 (2) - 0 (4) REAL MADRID
El Real Madrid gana "gracias a Dios" y Valverde en una tanda de penaltis que indulta a Vinicius
El uruguayo ejerció de capitán y pulmón en un encuentro "al que salimos como si ya hubiéramos ganado" y en el que el brasileño falló una pena máxima provocada por Mbappé

Courtois detiene el lanzamiento de penalti de Llorente en el Atlético-Real Madrid. / Juanjo Martín / EFE

El Atlético y el Real Madrid firmaron una eliminatoria maravillosa. Un estallido emocional de contrastes entre una constelación de estrellas que se expresan desde una individualidad excelsa y una escuadra donde el esfuerzo es motivacional. Dos vidas de currículums diferentes que convergen en el mundo único de la Champions. Una competición que penaliza los errores con una violencia psicológica que no existe en el deporte y que encumbra un detalle, por pequeño que sea, si sirve para ganar.
Pero este tipo de debates, poco intelectuales, al Real Madrid siempre le sale cara, como en los penaltis, aunque Vinicius, indultado por sus compañeros, falló uno en el tiempo reglamentario. "Solo Dios sabe lo que va a pasar", aseguraba Simeone, pero cuando se apela a la máxima autoridad espiritual, esta siempre anima al campeón de 15 títulos, reforzado por una mano de Courtois para proseguir con la historia.
"Hicimos un partido regular de local. Aquí salimos como si el partido estuviera ganado y nos jodió bastante. Le dimos el poder con el gol. Fuimos a los penaltis. Estábamos muy cansados y gracias a Dios ganamos. Yo sufrí muchos nervios, se te pasan muchas cosas por la cabeza. Al final, si tropiezas sabes que tienes mucha gente detrás, compañeros, trabajadores de la ciudad deportiva... Pero hemos ganado, gracias Dios. Esto tiene que servir de empujón para seguir empujando y luchando por todo. Con la victoria se te olvida el cansancio", dijo Valverde, el mejor del partido y de la temporada en un discurso que refleja a la perfección lo sucedido en el Metropolitano.
De la titularidad de Modric a la rectificación de Asencio
El Atlético es el único equipo que saca de sus casillas al Real Madrid. Es lo que tiene la rivalidad por barrios, que no se enciende de igual manera con ningún otro equipo, por clásico que sea el enfrentamiento. Además, el conjunto blanco tenía un peso histórico que defender ante un club al que privó de conquistar la Champions en dos ocasiones. Sin esos precedentes, el 'euroderbi' habría sido un partido normalizado, con aroma de cara a cara tribal, pero encajado en la lógica rivalidad de cualquier ciudad. No sucede así en la capital española, multicolor en otras competiciones, pero monocromática en la que más importa. A partir de esa dicotomía se construyó una previa infernal, en la que los madridistas se refugiaron a 20 minutos andando del Metropolitano, al que llegaron protegidos por sus cánticos.
Vivieron con inquietud la llegada y su aterrizaje en un estadio que explotó ante el gol de Gallagher, el más tempranero del Atlético en la historia de la Champions. Era justo lo que necesitaba Simeone para manejar el tempo del partido y no especular con el cronómetro, como le habría sucedido ante la espera de un tanto que empatase la eliminatoria. Tan pronto se le rompió el plan al Cholo en la ida como a Ancelotti en la vuelta, donde optó por una secuencia imprevista como es la repetición de Modric en la titularidad de su esquema. La dosis de fútbol necesaria -dio una masterclass hasta su cambio- en un equipo con mucho más talento individual que su rival, el Atlético de los operarios como Giuliano, movido por el odio paternal hacia el dominador de esta competición.
Al Real Madrid solo le hace falta una pizca de magia para decantar la mayoría de encuentros. Sin embargo, los colchoneros obligaron a los visitantes a sabotear la lentitud que aparece en sus piernas cuando la clase, por si sola, no sirve para desmembrar el enjambre obrero. Es la esencia de un Asencio que falló en la primera jugada, pero que se repuso en un entorno de dudas expresadas desde el misterio estadio de Mbappé o la ausencia prolongada de Bellingham, que despertó en la prórroga. Lo que mejor hace el canterano, alzado a una titularidad que ni en sus mejores soñaba. Es de los pocos jugadores que ha tenido que ganarse el puesto y que no le ha venido dado por el nombre que atesoran la mayoría de componentes del Real Madrid.
El penalti fallado de Vinicius y los cinco pulmones de Valverde
Si quieren, pueden empezar a leer a partir de este párrafo, porque cada una de las partes de esta eliminatoria han sido diferentes. El pack para ganar una Champions sabe cuál es perfectamente el Real Madrid: un buen portero, Courtois; y un gran delantero, esta temporada, Mbappé. Ni siquiera necesitó entrar en juego para forzar un penalti majestuoso. Llevaba escrito su nombre desde que agarró el balón, movilizó a los dos centrales y con una fina cintura provocó que Lenglet le agarrase para una pena máxima decisiva. Ahí es donde entró la gestión azarosa de los penaltis del conjunto blanco que es difícil de entender. Una suerte de intercambios y generosidades con lo más sagrado, que es el gol.
Mbappé falló frente al Athletic y contra el Liverpool desde una distancia en la que metió tres tantos en la final del Mundial de Qatar que casi le arrebata a Messi. Es imposible que le tiemble el pulso. Pero como si fuese una concesión en la relación que mantiene con Vinicius, de apariencia en el campo, pero difícil internamente, el francés le cedió el disparo al brasileño. Todavía, a estas horas, sea cual sea su huso o acceso, el extremo está pensando cómo envió el balón a un limbo donde desaparecen oportunidades de oro como la que habría matado para siempre la eliminatoria. A partir de ahí empezó la llamada de los héroes, jugadores que superan la flaqueza y la razón para definir un partido que perdió el sentido a partir de la prórroga.
Pase lo que pase, el encuentro iba a tener una carga emocional inasumible para los próximos compromisos, en los que se determinará la Liga, la Copa y la Champions, que, pese al eterno desgaste de este cruce, todavía no tiene ganador. Aunque se haya entendido como una muerte súbita. Al Real Madrid, en el último suspiro, le apoyaba la historia y el físico, que es superior en el cuerpo a cuerpo al de un Atlético donde Simeone exprimió los cambios hasta el final, consciente de lo que se venía encima. Y sin embargo Valverde, al que los genetistas tendrán que buscar una nueva categoría. La prórroga fue del Real Madrid y la tanda de penaltis, también, tras un desarrollo que, como siempre, terminó en lágrimas para el Atlético.
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