ESQUÍ

Margot Moles, la esquiadora española que se negó a hacer el saludo fascista ante Hitler

La exitosa carrera deportiva de la atleta catalana se vio frenada durante la dictadura, hasta el punto de abandonar toda práctica

Margot Moles, atleta catalana que le negó el saludo a Hitler

Margot Moles, atleta catalana que le negó el saludo a Hitler / Cedidas por Ignacio Ramos

Iñigo Corral

Iñigo Corral

En el distrito madrileño de Vicálvaro se inauguró hace más de seis años un centro municipal de deportes de 82.000 metros cuadrados que lleva el nombre de Margot Moles. Muy pocos usuarios saben quién fue aquella mujer, ni tampoco muestran ninguna curiosidad por saberlo. Ocurre lo mismo cuando alguien pasea por el madrileño barrio de La Latina. La mayoría ignora que es en recuerdo a Beatriz Galindo, la profesora de latín de Isabel la Católica, o cuando transita por la calle Clara Campoamor, la abogada madrileña que fue una de las principales impulsoras del sufragio femenino. El pasado de Moles está vinculado al deporte y a la política. Ser mujer y apoyar al bando republicano fueron los dos factores que hicieron frenar en seco la exitosa carrera deportiva durante la dictadura. Para la historia su negativa a hacer el saludo fascista ante Adolf Hitler durante la inauguración de los Juegos Olímpicos de invierno en Garmisch-Partenkirchen (1936). La exalcaldesa de Madrid, Manuel Carmena, fue quien quiso mantener viva la figura de Margot Moles poniendo su nombre a ese centro de deportes.

Padres republicanos y vanguardistas

A principios del siglo XX Cataluña vivió una época muy convulsa. Un año después de la semana trágica que se saldó con 72 muertos, vino al mundo el 12 de octubre de 1910 Margot Moles en el seno de una familia acomodada de ideología republicana. Sus padres se habían instalado en Tarrasa (Barcelona) para abrir una escuela pública con unas ideas bastante avanzadas para la época basadas en que los niños fueran educados en el campo en contacto directo con la naturaleza. De allí se trasladaron a Lleida, y en 1927 la familia se asentó definitivamente en Madrid para que su padre, un maestro licenciado en Filosofía y Letras, trabajara en el Instituto-Escuela, otro centro público laico y mixto creado por la Institución Libre de Enseñanza que incluía también pedagogías un tanto vanguardistas, como la inclusión de la educación física dentro de las actividades escolares.

La vida de la atleta catalana viene recogida en el libro del escritor y periodista, Ignacio Ramos titulado “Margot Moles, la gran atleta republicana” (Editorial Libros.com). El autor comenta que fue en aquel Instituto-Escuela donde la joven, que por entonces tenía 17 años, se aficionó al deporte gracias a su hermana Lucinda, que trabajaba como profesora de educación física, y a Manuel Robles, un entrenador de atletismo de la Sociedad Atlética. “Le invitó a entrenar con hombres porque en aquella época las mujeres no lo practicaban y quedó encantada”, afirma Ramos. En 1929 participó en algún meeting junto a Aurora Villa, otra pionera del atletismo femenino más joven que Moles que aún estudiaba en el Instituto-Escuela. Fueron grades rivales durante muchos años.

Margot Moles, atleta catalana que se negó a saludar a Hitler

Margot Moles, atleta catalana que se negó a saludar a Hitler / Cedidas por Ignacio Ramos

Atletismo, montaña y hockey

La catalana pronto comenzó a despuntar en varias disciplinas, “sobre todo en lanzamientos, aunque en realidad, lo hacía todo bien”. En los campeonatos de España celebrados en Madrid en 1931 ganó en disco y quedó segunda en jabalina y peso. Un año más tarde, en Montjuic, venció en peso y disco, mientras que en jabalina y relevos 4x75 obtuvo la medalla de plata. Ese mismo año conquistó la mejor marca mundial de martillo (22,85 metros) que tardó más de cuatro décadas en ser superada. Hasta logró batir el récord de España en lanzamiento de disco en cinco ocasiones. Con la marca que tenía en disco podía haber acudido a Los Ángeles (1932). Por lo visto, no había dinero suficiente para llevar a una mujer como ella.

En la década de los treinta solo competían en atletismo a nivel nacional las deportistas de Castilla y Cataluña que estudiaban en los pocos centros donde se impartía Educación Física. Lo hacían de forma totalmente amateur. A raíz de la inauguración de la pista de atletismo de la Complutense las universitarias se unieron al grupo. “La mayoría –indica Ramos- eran de clase acomodada que habían estudiado en colegios con ideología republicana y liberal y que también practicaban otras disciplinas como hockey, esquí, natación o montañismo”. Fue durante esa época cuando Moles se inscribió en el club de montaña Peñalara en el que conoció al que luego iba a ser su marido, Manuel Pina, y donde a veces coincidía con Lili Álvarez, la primera mujer española en participar en unos Juegos Olímpicos de verano.

Margot no le hacía ascos a nada, así que decidió probar con el hockey. Comenzó en el modesto Deportiva Tranviaria, donde jugaban los trabajadores del tranvía. “Cuando el club desapareció todas las chicas se fueron al Athletic de Madrid”, recuerda Ramos. Con las rojiblancas ganó tres veces seguidas la liga (1934-1936) actuando de capitana y siendo casi siempre una de las jugadoras más destacadas. Fue, sin duda, una mujer adelantada a su época. En su última final de hockey disputada el 15 de mayo de 1936 frente al Madrid CF dejó caer la posibilidad de cambiar la indumentaria, es decir, sustituir una incómoda falda que les llegaba por debajo de las rodillas por unos pantalones cortos y camiseta sin mangas. Las blancas, que perdieron 3-1, se negaron y por eso Moles y sus compañeras confeccionaron unas faldas-pantalón. Con el esquí también ocurrió algo perecido al ser una de las primeras en ponerse pantalones largos, lo que le costó que fuera conocida en algunos ambientes como la chicazo.

Margot Moles, atleta catalana que se negó a saludar a Hitler

Margot Moles, atleta catalana que se negó a saludar a Hitler / Cedidas por Ignacio Ramos,

Margot y el Führer

Su pasión por el esquí le llevó junto a Ernestina Menza a ser la primera mujer en acudir a unos juegos olímpicos de invierno. La ceremonia de inauguración la iba a presidir Adolf Hitler. En una entrevista publicada el 28 de enero de 1938 en Marca su compañera hablaba de una “enojosa” discusión entre el delegado y parte de los deportistas (cuatro hombres y dos mujeres) sobre la posibilidad de desfilar o no ante el Führer con el brazo en alto “al igual que lo hicieron la mayoría de los participantes de otros países”. Margot se negó a realizar el saludo fascista frente al dictador. Fue lo más destacado de su actuación en Garmisch-Partenkirchen. En el plano deportivo, salió con el dorsal 39 y quedó antepenúltima en la prueba de descenso. Al día siguiente ni quiera pasó el corte en la primera manga.

Durante la guerra civil Margot Moles se encargó junto a su hermana Lucinda de dar asilo a los hijos de soldados que combatían en el frente en un centro instalado en el parvulario del Instituto-Escuela. Después formó parte del Consejo de Educación Física del gobierno de la República donde colaboró en la preparación de los reclutas. También tuvo tiempo de participar en 1937 en las Olimpiadas de Obreras de Amberes. Allí desfiló puño cerrado en alto junto a la delegación española y , como indica Ramos, ”arrasaron las rusas”, aunque la catalana obtuvo el bronce en disco.

Su marido, con el que se casó en 1934, fue llamado a filas para combatir con el bando republicano. Llegó a ostentar el grado de teniente de Infantería en el Ejército de Tierra y durante la contienda se unió al batallón alpino de esquiadores que combatieron en la sierra de Guadarrama para tratar de impedir la llegada de los nacionales a Madrid. Acabada la contienda trató de huir a bordo del mercante inglés Stanbrook que estaba amarrado en Alicante. El barco fue interceptado por la marina de Franco y obligado a regresar. Sus 2.638 ocupantes fueron detenidos. Manuel Piña fue uno de ellos. Después, fue conducido al campo de concentración alicantino de Albatera. Allí paso un tiempo hasta que fue trasladado a la prisión de Orihuela. Un tribunal militar le condenó a muerte y fue fusilado en 1942 en las tapias del cementerio de la Almudena. Hubo algún intento de amigos suyos falangistas por salvarle la vida. Todos resultaron infructuosos. Así que apenas tuvo tiempo de conocer a su hija Lucinda, a la que llamaba Luli, nacida a principios de 1939.

La familia de Margot decidió exiliarse al término de la guerra civil. Sus padres se fueron a México y su hermana se instaló en Estados Unidos. Ella prefirió quedarse. Nunca quiso abandonar a su marido. Le resultó duro enviudar a los 32 años y tener que educar sola a una niña. No pudo regresar a las actividades deportivas que tantas satisfacciones le habían dado antaño. Su antiguo equipo de hockey, que en 1940 pasó a llamarse Atlético Aviación, le vetó por razones ideológicas. Además, el atletismo femenino fue prohibido porque “masculinizaba” a las mujeres y eso perjudicaba la verdadera razón de ser de su existencia que no era otra que la de traer niños al mundo. Ni tan siquiera le permitieron volver a la docencia. De hecho, el Instituto-Escuela pasó a ser un colegio religioso. De ahí que convirtiera su casa situada en la calle María de Molina de Madrid en una especie de taller de costura. Como no le daba para vivir, también se vio obligada a alojar a estudiantes norteamericanas que venían a nuestro país para aprender español.

Muy pocos detalles se conocen de la vida de Margot durante la posguerra hasta su fallecimiento en Madrid el 19 de agosto de 1987. Se sabe, por ejemplo, que su hija se educó en el colegio Estudio, el único con tintes algo liberales para la época o que años después se quedó sola porque Luli se casó con un estadounidense y se instaló al otro lado del charco. Allí murió de cáncer hace dos décadas. Margot Moles no solía hablar con nadie de su pasado. Por eso, cuando Ignacio Ramos contactó con una de sus cuatro nietas comenta que se quedó “flipada” por las andanzas de su abuela. Desconocían su activismo durante la guerra civil, e incluso que hubiera sido de joven una deportista de élite. Por expreso deseo suyo, como explica Ramos, sus cenizas fueron esparcidas en la Bola del Mundo, una cumbre de la sierra de Guadarrama. Tal vez, si alguien repara solo en su faceta de deportista dejando de lado las cuestiones políticas, se pueda llegar a la conclusión de que la figura de Margot Moles se merezca algo más que el nombre de un polideportivo.