ANÁLISIS

La absolución de Louzán en el Supremo pone fin a un año y medio de crisis en la RFEF

El fútbol español puede ya pensar en un futuro sobre bases sólidas y duradera, un escenario inédito desde el beso de Rubiales a Jenni Hermoso

El presidente de la RFEF, Rafael Louzán, este jueves en Madrid.

El presidente de la RFEF, Rafael Louzán, este jueves en Madrid. / JJ Guillén | EFE

Sergio R. Viñas

Sergio R. Viñas

Madrid

Lo que comenzó el 20 de agosto de 2023 termina el 6 de febrero de 2025. Año y medio de crisis institucional en la Real Federación Española de Fútbol ha finalizado este miércoles (al menos de momento, que con la RFEF nunca se sabe) con la absolución de Rafael Louzán en el Tribunal Supremo. La sentencia deja sin efecto la pena de siete años de inhabilitación para cargo público que le había impuesto la Audiencia Provincial de Pontevedra. Lo que, en la práctica, significa que podrá seguir siendo el presidente del fútbol español durante los cuatro próximos años, un horizonte a largo plazo desconocido en Las Rozas desde que el beso de Rubiales a Jenni Hermoso, que ahora se juzga en la Audiencia Nacional, lo dinamitara todo.

Louzán y los suyos jugaron fuerte. Arriesgaron a la hora de elegirle a él como nuevo presidente, como líder de un 'establishment' imbatible, el conformado por los barones territoriales. El dirigente gallego era consciente de que, quizá, su presidencia durara dos meses. Eso es lo que habría sucedido si el Supremo hubiese adoptado la decisión de validar la sentencia de la Audiencia Provincial de Pontevedra. Pese a sus mensajes públicos en sentido contrario, a Louzán no le habría quedado más salida que abandonar la presidencia. Si no lo hubiese hecho él por su propio pie, el Gobierno habría activado el botón rojo, agarrándose a la implacable literalidad de la Ley del Deporte y los estatutos de la RFEF, para expulsarle de la Federación.

El Gobierno se ha quedado con ganas de hacerlo. No gusta un presidente de la RFEF con su historial, antiguo miembro destacado del PP de Galicia, gran aliado de Alberto Núñez Feijóo desde hace dos décadas, aupado por muchos de aquellos barones que rendían sumisa pleitesía a Luis Rubiales tiempo atrás, aunque el propio Louzán no respondiera a ese patrón, siendo uno de los más críticos con el proscrito expresidente. Pero, o se saca un conejo inesperado de la chistera, o el Gobierno tendrá que convivir con Louzán hasta 2028.

Las palabras gruesas de las últimas semanas contra él quedan ahora en el archivo. Como aquellas contra Pedro Rocha, en las que se afirmaba con rotundidad que no podía representar al fútbol español en los palcos de la Eurocopa. Lo hizo, por mucho que finalmente quedara descarrilado por la inhabilitación del TAD, debido a decisiones que había tomado fruto, precisamente, de la presión del Gobierno, de los tiempos en el CSD de un Víctor Francos cuya gestión al frente del deporte español (y ciertos comportamientos en ejercicio de esas funciones) nadie en Moncloa desea recordar.

Supremo, Audiencia Nacional, TAD...

Volviendo a Louzán, hoy es presidente de pleno derecho, con el creciente apoyo de todo del fútbol español a excepción del Real Madrid. Y han tenido que pasar tres procesos electorales (uno de ellos anulado), una vista en el Supremo, otra en la Audiencia Nacional, varios expedientes en el Tribunal Administrativo del Deporte y un buen número de diligencias judiciales en varios juzgados para llegar a este punto. Una secuencia que resulta sintomática del fango en el que se ha movido la RFEF en los últimos años.

Rafael Louzán presenta la renovación de Luis de la Fuente hasta 2028

Rafael Louzán presenta la renovación de Luis de la Fuente hasta 2028 / RFEF

Y todo esto comienza, recordemos, con el beso de Rubiales a Jenni Hermoso, con su suspensión y posterior inhabilitación por parte de la FIFA. Y mientras ya se investigaba el llamado caso Supercopa, del que en este año y medio han ido apareciendo indicios de que Rubiales urdió una trama para cobrar comisiones de obras, aprovechando su puesto en la RFEF.

La defenestración de Rubiales colocó en el sillón presidencial, primero de forma interina y luego consolidada, a Pedro Rocha. El extremeño, por más que intentó tender puentes con instituciones a las que su predecesor había declarado la guerra, nunca pudo quitarse de encima la etiqueta de haber sido elegido por el propio Rubiales. Excederse en sus funciones mientras era solo presidente de la gestora acabó siendo su tumba. En abril de 2024 fue elegido presidente y en julio acabó inhabilitado por el TAD, una pena que fue efectiva en septiembre tras denegarle la Audiencia Nacional las medidas cautelares que solicitó.

Unas elecciones anuladas

Se convocaron entonces unas nuevas elecciones parciales, en las que la extremeña María Ángeles García Chaves, 'Yaye', fue la única candidata, con el objetivo de conducir a la institución hasta las ordinarias, para elegir a un presidente para cuatro años. Comicios que fueron anulados por el TAD y que desembocaron en el proceso electoral ganado por Louzán en el mes de diciembre frente a Salvador Gomar, presidente de la federación valenciana.

Desde entonces, Louzán ha centrado esfuerzos en hacer una 'limpia' de empleados en la RFEF heredados de la era Rubiales; en cerrar la renovación y actualización del contrato de Luis de la Fuente; y en reconstruir los puentes que Rubiales destruyó sin miramientos durante sus cinco años de presidencia. Un objetivo, este último, en el que profundizó mientras el Supremo le absolvía, con una reunión con los clubes de LaLiga y una representación de los árbitros. Una reunión que parecía una temeridad para él, pues podría haber coincidido con su condena y no con su absolución, pero volvió a jugar y ganar.

A ese cónclave (en el que se puso sobre la mesa, de manera somera, una reforma del estamento arbitral) faltó el Real Madrid, que continúa con su sobreactuación tras la no expulsión de Carlos Romero en el Espanyol-Real Madrid del pasado sábado. No le va a ser fácil a Louzán contentar al mismo tiempo a Florentino Pérez y a Javier Tebas. Contentar, en definitiva, a todo el mundo a la vez. Pero parece decidido a intentarlo.

Lo iba a hacer de alguna manera si el Supremo hubiera ratificado la condena. El plan b pasaba por lograr que un valido (el extremeño Sergio Merchán) fuera elegido presidente y él fuera nombrado CEO o director general de la RFEF. Finalmente, no ha necesitado acudir a la argucia. La crisis federativa se ha acabado. En su mano está que no existan recaídas.