COPA DEL REY | CACEREÑO - ATLÉTICO

Cuando Jesús Gil ignoró a Luis Aragonés y le vendió a Cáceres un partido del Atlético: 18,5 millones de pesetas, banderas nazis y una Liga perdida

Hace casi 33 años, el equipo rojiblanco jugó como local y ante el Deportivo el único partido de Primera División que se ha celebrado en el estadio Príncipe Felipe, donde este jueves se enfrentará al Cacereño en la Copa del Rey (19.00; TDP)

Miembros del Frente Atlético desplazados a Cáceres para el Atlético-Dépor de 1992

Miembros del Frente Atlético desplazados a Cáceres para el Atlético-Dépor de 1992 / EPE

Daniel Gómez Alonso

Daniel Gómez Alonso

Madrid

Fue otra de las (tantas) ocurrencias de Jesús Gil y Gil. Visionario o tipo sin ningún tipo de escrúpulo, según el prisma desde el que se mire, como todo lo que ocurría alrededor de un personaje con el que no existían los grises. El caso es que venía el Atlético de Madrid de jugar en diciembre de 1991 en el Vicente Calderón contra el Sevilla un partido de esos de lío y disparate, tan típicos de su época como dueño. Que si penaltis no pitados, que si el estadio clamando contra los árbitros, que si en esas cae una goleada en contra y se escapa LaLiga... Y en ese ambiente eléctrico hasta chamuscarse, que el propio Gil no solo no ayudaba a sofocar, sino que auspiciaba en primera persona, a alguien se le terminó de ir la pinza y le tiró algo al árbitro Merino González. Y resulta que le dio.

No se sabe muy bien ni quién ni con qué, unos dicen que un vaso, otros que una botella, pero el resultado fue el que fue: un colegiado sangrando con una herida en la cara y sanción al canto, un partido de clausura del Vicente Calderón, que casualmente coincidía con el derbi madrileño. Lo que faltaba ya para que Gil terminara de estallar, si es que en algún momento llegaba a vivir en otro estado que no fuera el de combustión. Bramó contra la competición y los árbitros, nada nuevo en él, al grito de que existía "la orden de que no ganemos ni Liga ni Copa" y de que si "eran maniobras del Gobierno". Y también de otras lindezas difícilmente reproducibles.

Hasta tal punto llegó el cisma que 25 de los 39 afiliados a la Asociación de Árbitros de Fútbol (ADAF), entre los que estaban nombres reconocibles como Andújar Oliver o Ramos Marcos, firmaron un escrito para dejar de arbitrar al Atlético. Incluso se plantearon la opción de ir la huelga, mientras el club y Gil empezaban a urdir un plan para ganar el tiempo necesario para sacarse de la chistera otra de sus ocurrencias. Recurrió a la sanción y el Comité de Apelación suspendió cautelarmente el cierre del estadio, lo que permitió que finalmente el derbi se jugara en el Calderón. Y se ganara, 2-0 con goles de Vizcaíno y Manolo, reenganchándose a la lucha por el título.

El exilio ante el Dépor

Todo parecía salir de cara al Atlético. Aun así, y tras gastar la bala de la cautelar vio cómo, esta vez sí o sí, tendría que mudarse por un día. Y Gil, experto en eso del "no hay mal que por bien no venga", uno de esos tipos al que no se le escapaba una si de hacer negocio se trataba, que para eso se metió al fin y al cabo en un mundo del fútbol que ni le gustaba, terminó de ver la oportunidad en todo el lío. Y se le ocurrió convertir un exilio que obligaba al Atlético a jugar su partido de la jornada 18 y ante el Deportivo de la Coruña como local lejos del Calderón en una subasta pública para que cualquier ciudad de España pudiera albergar el choque.

Crónica del Atlético-Dépor jugado en Cáceres en 1992 (El Periódico de Extremadura).

Crónica del Atlético-Dépor jugado en Cáceres en 1992 (El Periódico de Extremadura). / E.P.E.

Dos fueron las que mostraron más interés. Y al final, como solía ocurrir con Gil, primó lo monetario sobre lo deportivo, hasta el punto de que la diferencia la marcó medio millón de pesetas. "Se nos ocurrió en la reunión de la junta directiva y pensamos que era una buena oportunidad. Cuando parecía que estaba ya todo arreglado por 18 millones apareció el Salamanca metiéndose por medio. Y el Atlético resolvió que el primero que ingresase 18 millones y medio en un número de cuenta en el BBV sería quien se llevase el partido, así es que la mañana siguiente, a las ocho, estábamos mi padre y yo en la puerta de la sucursal para formalizar el aval que le costó el dinero a él", contaba a El Periódico Extremadura estos días José Félix Nevado, entonces presidente del Cacereño y que trabajó codo con codo con su padre, Rosendo Nevado, en las gestiones que acabaron llevando el partido al Estadio Príncipe Felipe

18,5 millones y el telón político de Gil

Y hasta Cáceres que se fueron el Atlético y el Dépor un 19 de enero de 1992. Al mandato de Gil, y a un campo de un equipo que por aquel entonces estaba en Tercera División y luchaba por ascender a lo que sería la Segunda B, con todo lo que eso conlleva. "Fue algo espectacular", recuerda José María Ortiz, redactor de la sección de Deportes de El Periódico Extremadura, sobre la que fue "una de las primeras crónicas que escribí en mi vida".

"La ciudad se enteró cuando ya estaba hecho, hasta ese momento no se supo nada. Y de repente, de buenas a primeras, se anunció que iban a venir dos equipos de Primera a Cáceres a jugar un partido de Liga. Fue todo un acontecimiento", rememora Ortiz, que hace hincapié en que "el ídolo de casi todos los cacereños era Manolo, que era canterano del club y que de repente venía a jugar" con 27 años recién cumplidos, ya habiendo sido pichichi.

Llegó el Atlético con él, pero sin Paulo Futre, que "no estaba en forma" y fue baja. Y las gradas, como no podía ser de otra forma, se llenaron para el primer partido de Primera que albergaba en su historia la ciudad (el único hasta la fecha). Y con un entrenador como Luis Aragonés, que ya era contrario a la decisión incluso antes de jugar y de que el Atlético perdiera (1-2), despidiéndose esta vez de forma definitiva de la lucha por el título al iniciar con él una racha de tres derrotas.

4.000 desplazados

"Gil es mi jefe y por tanto le debo respeto, pero el campo en el que jugamos el domingo es el peor de todos los que nos hemos encontrado esta temporada. Y perjudica al superior y este es el Atlético", se quejó en la previa un Luis que, tras perder, paradójicamente, evitó buscar excusas. El club, por su parte, adquirió para repartir entre sus socios 2.200 entradas de a pie al Cacereño, que instaló gradas supletorias para aumentar el aforo a hasta las 12.000 personas. Tampoco gustó esto a muchos socios y peñistas rojiblancos, que viajaron asegurando que entrarían al campo sin pagar la entrada, únicamente con su carnet. En total, se desplazaron 4.000 por lo que casi la mitad lo hicieron sin ticket.

Página de El Periódico de Extremadura sobre el Atlético-Dépor que se jugó en Cáceres en 1992.

Página de El Periódico de Extremadura sobre el Atlético-Dépor que se jugó en Cáceres en 1992. / E.P.E.

Un clima que desembocó, como cabría esperar, en más caos organizativo y deportivo. Como se puede ver en los vídeos del partido, multitud de gente lo vio colgando de los muros del Príncipe Felipe... y fuera de él hubo hasta peleas entre el Frente Atlético, que se desplazó hasta Cáceres, y miembros de los Riazor Blues. También la liaron los ultras del Atlético dentro, portando banderas nazis y protagonizando incidentes con la Policía, tal y como recogen las crónicas de la época de El Periódico Extremadura. También hubo hueco para las polémicas arbitrales, con hasta tres posibles penaltis que reclamaron los rojiblancos -"uno de ellos muy claro a Toni", dijo Luis- y que, para sorpresa de pocos en medio de la guerra de Gil con la ADAF, no fueron señalados.

Del sainete, inimaginable en la actualidad, se fueron sabiendo más cosas con el paso del tiempo. Al menos, así lo dejaron los protagonistas, desvelando Aragonés los que a su juicio eran los motivos secretos detrás de la extraña decisión, además del reconocido móvil económico. "Dijimos de jugar en Salamanca, que estaba más cerca de Madrid y era un buen campo, pero fuimos a Cáceres, a un campo en mal estado. Gil dijo que quería ganar adeptos para su partido político, porque decía que quería ganar las elecciones a presidente del Gobierno", aseguró 'el Sabio' en una entrevista con el diario As.

Al Cacereño, por su parte, le salió rentable la inversión. Los 12.000 espectadores dejaron 30 millones de pesetas (180.000 euros), sacando un rendimiento económico que le permitió fichar a un ex del Atlético como Pedraza, que en su último año como futbolista ayudó en el ascenso a Segunda B. Ahora, 33 años han pasado, el Atlético vuelve a Cáceres para jugar, por fin, como debe, de visitante (19.00; TDP). Como ya lo hizo en 1982, en la vuelta de una eliminatoria de Copa que supone el único precedente entre los rojiblancos y el Cacereño. Y solo dos de sus jugadores, canteranos como Koke y Pablo Barrios (ambos con el filial), saben lo que es jugar en un estadio que no trae especiales recuerdos a un club que le dio, a cambio de un buen pellizco, su único partido de Primera División en toda su historia.

La ficha de aquel día

1 - ATLÉTICO DE MADRID: Abel, Tomás (min. 30, Moya), Juanito, Solozábal, Toni, Donato (min. 60, Losada), Schuster, Vizcaíno, Manolo, Alfredo, Sabas.

2 - DEPORTIVO DE LA CORUÑA: Liaño, López Rekarte, Martín Lasarte, Djukic, Mariano, Kanatlarovski, José Ramón (min. 39, Mújika), Fran, Kiriakov, Claudio (min. 69, Villa), Antonio.

GOLES: 0-1: min. 46, Mújika. 0-2: min. 79, Villa. 1-2: min. 94, Vizcaíno.

ÁRBITRO: Vico Díaz (catalán). Enseñó cartulina amarilla a Solozábal, Juanito y Manolo por el Atlético y a Kanatlarovski (dos y expulsado en el minuto 93) y López Rekarte por el Deportivo.

INCIDENCIAS: Partido de la decimoctava jornada de Primera División de la temporada 91-92. 12.000 espectadores en el estadio Príncipe Felipe.