HISTORIA

Así consiguió el rugby, de Francia a Nueva Zelanda, sobrevivir durante la Segunda Guerra Mundial

El entonces IV Naciones fue el único campeonato suspendido durante la contienda, manteniéndose activos los campeonatos domésticos en Europa y Oceanía

Equipo de rugby de Irlanda en 1938.

Equipo de rugby de Irlanda en 1938. / The Rugby History Society

Iñigo Corral

Iñigo Corral

El rugby fue otra de las víctimas colaterales de la II Guerra Mundial. Su luz se diluyó en buena parte de la zona aliada durante los años de la contienda bélica, si bien nunca se apagó. Solo el IV Naciones, el torneo con más pedigrí del deporte del balón ovalado, fue suspendido entre 1939 y 1946. El resto de competiciones domésticas no llegaron a desaparecer. Es cierto que muchos partidos se disputaron casi de forma clandestina y con la vista puesta en el cielo ante el peligro de los bombardeos.

Como en toda guerra, cada historia tiene sus luces y sus sombras. De lo que no cabe duda, es que muchos jugadores de ambos bandos cayeron en el campo de batalla. El libro 'Final Scrum' del guionista de televisión Nigel McCrery habla de 90 muertos. Alemania, sin apenas tradición rugbística, tuvo 19 bajas. Por la parte aliada Escocia, Inglaterra y Gales fueron los más afectados con 15, 14 y 11 fallecidos, respectivamente. Le siguen en esta luctuosa lista Australia, Irlanda y Francia (8), mientras que Nueva Zelanda tan solo registró dos víctimas mortales. Sudáfrica no contabilizó ninguna.

Francia fue la única potencia del mundo oval invadida por los alemanes. Lo que ocurrió en aquellos años se comprende mejor al repasar los antecedentes. Tras la I Guerra Mundial el rugby se popularizó mucho por todo el país, sobre todo, en la mitad sur. Dominaban la competición clubes como Lyon, Aviron Bayonnais, RC Narbonne, CS Vienne, Perpignan o Biarritz Olympique. La mayoría de los equipos más próximos a los Pirineos se fueron poco a poco alejando del amateurismo para tirar de talonario con el objetivo de tener las plantillas más fuertes.

"Rugby de la muerte"

Era tal la dureza con la que se empleaban los jugadores que aquello pasó a llamarse "rugby de la muerte". Al otro lado del Canal de la Mancha los británicos vieron en ese incipiente neoprofesionalismo un problema a resolver, así que cortaron por lo sano. Francia fue expulsada en 1931 del V Naciones tras un partido a cara de perro contra los galeses y no regresaron a la competición hasta 1947.

Cartel de la Segunda Guerra Mundial.

Cartel de la Segunda Guerra Mundial. / EPE

Este fue el motivo de que en 1934 naciera en territorio galo un campeonato con jugadores profesionales de Rugby League (o rugby XIII). En cuatro años surgieron 225 equipos, toda una declaración de intenciones frente al rugby tradicional (Rugby Union). La invasión del país tuvo un efecto devastador para la nueva competición. La capitulación de Francia hizo que el país quedara dividido en dos mitades. En el sur, la zona donde el rugby no paraba de crecer, se instaló el gobierno colaboracionista con los nazis del mariscal Philippe Pétain. Hitler quería promover deportes que se alinearan con su ideología y que enfatizaran los valores de la raza aria.

El fútbol era un buen ejemplo de esos valores. A esa idea contribuyó de una manera muy activa la Unión Francesa de Rugby (lo que viene a ser ahora la Federación Francesa de Rugby) que con su lema "pureza en el deporte" compartía el ideal amateur como los alemanes.

Tres años de parón

Después de tres años de parón, la liga se retomó en la temporada 1942-43 con el triunfo de los vascos del Aviron Bayonnais. Los nazis, mientras, tuvieron muy claro desde el principio qué hacer con el Rugby League. En 1936 llegó al poder el Frente Popular, una coalición formada por socialistas, liberales y comunistas y la recién nacida modalidad de rugby pasó a identificarse con los movimientos progresistas. No fue casualidad que un socialista, el entonces subsecretario de Estado para el Deporte, Leo Lagrange, asistiera en representación del Ejecutivo galo al primer partido internacional de rugby XIII entre Francia a Inglaterra.

Fue la gota que colmó el vaso y a partir de entonces el Rugby League fue visto como una amenaza por sus vínculos con la clase obrera. Los alemanes siempre lo tuvieron en cuenta y lo prohibieron tras un decreto publicado por Pétain el 19 de diciembre de 1941. La actividad del rugby XV, en cambio, no cesó. El gobierno colaboracionista fidelizó su eslogan de "Travail, Familie, Patrie" (trabajo, familia y patria), propio de la derecha francesa donde uno de sus valores más arraigados era el amateurismo.

El ruso Alexander Obolensky, miembro de la dinastía Rurik.

El ruso Alexander Obolensky, miembro de la dinastía Rurik. / EPE

El 'Príncipe Volador'

Para entonces, Gran Bretaña ya llevaba más de dos años en guerra con los alemanes. Su selección había dejado de competir y Tommy Kemp, un médico que sirvió en la Royal Army Medical Corps, se convirtió en el capitán del XV de la Rosa en tiempos de guerra. En sus filas estaba todo un príncipe como el ruso Alexander Obolensky, miembro de la dinastía Rurik que había huido a Inglaterra durante la revolución bolchevique y que llevó a Lenin al poder en 1917. El 'Príncipe Volador', como se conocía al ala ruso, seguro que llegó a escuchar antes de fallecer en combate en 1940 las andanzas de Norman Wodehouse, un exinternacional que llegó a disputar 14 partidos con Inglaterra entre 1910 y 1913, seis de ellos como capitán.

El jugador sirvió durante la I Guerra Mundial en el acorazado HMS Revenge en la batalla de Jutlandia como oficial de artillería y tras la contienda fue nombrado ayudante de campo del rey Jorge VI. En 1939, poco antes de que estallara el conflicto bélico se convirtió en contralmirante de Gibraltar. Falleció el 4 de julio de 1941 a bordo del buque mercante Robert L. Holt cuando fue hundido al suroeste de las islas Canarias por los torpedos de un submarino alemán.

Durante aquellos años, el rugby clásico apenas tenía presencia en la isla porque la liga de Rugby Union se suspendió en 1940. Mientras, los equipos, e incluso la selección, se organizaban para montar algún partido con el objetivo de recaudar fondos para organismos como la Cruz Roja. Dada la gravedad de la situación la Rugby Football Union (RFU) llegó a permitir que los jugadores profesionales de Rugby League compitieran frente a los amateurs pero siempre bajo los códigos de Rugby Union. Fue el caso del encuentro disputado el 23 de enero de 1943 ante 8.000 espectadores entre Northern Commannd Rugby League XV y el Northern Command Rugby Union XV.

Durante los primeros años de la contienda la competición de Rugby League solo estuvo parada solo unas semanas. En principio, se disputaron dos ligas regionales, Lancashire y Yorkshire, que en 1941 se fusionaron bajo el nombre de Wartime Emergency League (Liga de Emergencia de Guerra) en la que compitieron 18 equipos.

La situación en Irlanda

En Irlanda, cuando en el Aviva Stadium de Dublín suena el 'Ireland´s Call', los espectadores cantan aquello de "llegó el día y llegó la hora, (…). Hemos venido a responder la llamada de nuestro país". En 1939 este himno aún no existía, pero el espíritu combativo de los irlandeses sí. A la llamada acudió presto Robert Blair Mayne, 'Paddy', un tipo algo singular. Fue boxeador (peso pesado), abogado y, por supuesto, jugador de rugby. Debutó con su país en 1937 frente a Gales y un año más tarde fue de gira a Sudáfrica con los 'British and Irish Lions'. Durante la II Guerra Mundial participó en una incursión del Servicio Aéreo Especial (SAS) en el desierto de Egipto el 26 de julio de 1942 en la que atacaron el aeródromo de Sidi Haneish destruyendo 40 aviones. Falleció en 1955.

Otro héroe irlandés lleva el nombre de Charles Francis George Thomas Hallaran. El entonces comandante, que había defendido la camiseta del XV del Trébol en quince ocasiones, no dudó en lanzarse al mar para ayudar a otro marinero. Logró hacerlo, sin embargó una enorme ola hizo que su cabeza se chocara contra el barco y se partió el cráneo. Se le concedió a título póstumo la medalla Albert.

Erick Lidell, cuya historia fue narrada en 'Carros de Fuego'.

Erick Lidell, cuya historia fue narrada en 'Carros de Fuego'. / EPE

Eric Lidell y 'Carros de fuego'

¿Quién no recuerda dentro o fuera de Escocia la figura de Eric Lidell? Su historia la recoge la película 'Carros de fuego'. Se hizo famoso por renunciar a participar en la carrera de 100 metros lisos en las olimpiadas de París de 1924 por motivos religiosos porque las eliminatorias se disputaban un domingo, el Día del Señor, según sus creencias. Aun así, ganó el oro en los 400 lisos. Falleció el 21 de febrero de 1945 en el campo de concentración de Weixien (China), país al que se trasladó de misionero y donde los japoneses le habían capturado. Antes había llegado a disputar cinco partidos con la selección del cardo.

Otro jugador escocés caído en combate fue Roy Kinnear al ser abatido en 1942 el avión que pilotaba. Es el padre del actor Roy Kinnear, que falleció en España cuando rodaba 'El retorno de los mosqueteros' y que intervino en la película de los Beatles Help!. Por parte galesa, su medio de melé Maurice Turnbull representa el sacrificio de vidas que supuso para los aliados el desembarco de Normandía. Fue asesinado por un francotirador alemán en el pueblecito de Montchamp.

También en el sur

En el hemisferio sur los sudafricanos estaban divididos ante la posibilidad de entrar en guerra. Los angloparlantes, a favor, y los afrikáners, en contra. Además, los de origen neerlandés se negaban a disputar partidos para financiar la guerra. En cualquier caso, la Currie Cup, la liga de rugby sudafricana, no se disputó entre 1940 y 1945. Por su parte, los australianos no dudaron mucho en declarar la guerra a Alemania porque lo hicieron el 3 de septiembre de 1939, el mismo día que otros países como Inglaterra o Francia. Semanas antes, su selección había salido en barco desde el puerto de Sídney. Llegaron a suelo inglés el 2 de septiembre. Total, que se tuvieron que dar la vuelta tras una breve estancia de 24 horas sin jugar un partido. En la isla, al contrario que en la I Guerra Mundial, la competición no se suspendió. Y eso que muchos jugadores, lo mismo que los de Rugby League, se enrolaron en el ejército para luchar primero en Europa o en el norte de África, y más tarde en el Pacífico. Allí ayudaron a frenar el avance de los japoneses.

Los neozelandeses, al igual que los australianos, participaron desde el principio en la II Guerra Mundial. De la anterior contienda guardaban el recuerdo de quien fuera el primer capitán de los All Blacks, Dave Gallaher. Pese a haber cumplido con creces los 40 años se alistó en el ejército. Lo hizo tras la muerte de su hermano menor. Ya en el viejo continente el 4 de octubre de 1917 recibió un impacto de bala en pleno rostro cuando luchaba en Flandes (Bélgica). Su cuerpo fue enterrado junto a otros 1.500 solados de la Commonwealth en el cementerio militar de Nine Elmes (Poperirnge), no muy lejos de la ciudad portuaria francesa de Dunquerque que se hizo tristemente famosa durante la segunda contienda mundial. En su lápida luce el helecho plateado que distingue a quienes se han enfundado la mítica camiseta negra.  Nueva Zelanda también recuerda a otra leyenda de los All Blacks como George Fletcher, 28 ensayos en once partidos, que sirvió como capitán y murió de un balazo cuando los aliados se dirigían a Roma tras la batalla de Montecasino.