FÚTBOL INTERNACIONAL
Los cinco jugadores que dejaron huella en San Lorenzo a quienes Iker Muniain quiere imitar
El futbolista navarro recordó al quinteto de futbolistas vascos que pasaron por el club argentino en las décadas de los 30 y los 40

Iker Muniain con la camiseta de San Lorenzo. / Twitter
“Ojalá pueda dejar huella aquí como otros jugadores vascos en este club”. Esa fue la declaración de intenciones que hizo Iker Muniain nada más llegar a Argentina tras haber fichado por el San Lorenzo de Almagro. En concreto, se refería a cinco futbolistas: Ángel Zubieta, Isidro Lángara, José Iragorri, Emilio Alonso Larrazábal e Ignacio Santamaría. Salvo el último de la lista, el resto llegó a tierras argentinas tras finalizar la guerra civil. Y es que durante la contiende bélica la competición liguera fue suspendida sine die, pero el fútbol no se detuvo.
Fue entonces cuando el Gobierno Vasco apostó por retomar la idea de crear una selección de fútbol con un perfil un tanto propagandístico más que deportivo. No en vano, entre sus filas estaba Tomás, el hermano del lehendakari José Antonio Agirre. Se trataba de dar a conocer al resto del mundo la existencia del País Vasco y, al mismo tiempo, de recaudar fondos destinados a sostener las colonias de los niños vascos en el exilio.
Euzkadi (con z) se estrenó con éxito el 25 de abril de 1937 en París donde derrotó en el campo de los Príncipes al equipo local por tres goles a cero, con hat trick del guipuzcoano Lángara. No todo podían ser buenas noticias en época de guerra. Un día más tarde la Legión Cóndor alemana arrasaba Gernika. En aquel equipo que disputó 19 partidos en distintos países europeos como Francia, Checoslovaquia, Rusia (Bielorrusia, Georgia y Ucrania), Dinamarca o Noruega estaban cuatro de los cinco vascos que acabaron luciendo la camiseta de “Los Cuervos”.
De Zubieta a Emilín
Tras su gira europea se celebraron varios encuentros más en Latinoamérica y en la temporada 1938-1939 el combinado vasco fue incluido en la Liga mexicana. El último partido de Euzkadi tuvo lugar el 18 de junio de 1939 frente al equipo paraguayo del Atlético Corrales de Asunción. Con la guerra civil finiquitada, la mayoría de los jugadores optó por quedarse en México. Sin embargo, otros partieron rumbo a Argentina. Poco a poco, y de forma escalonada, Zubieta, Lángara, Iragorri y Alonso fueron recalando en el San Lorenzo de Almagro.
Ángel Zubieta fue el primero en fichar por los azulgranas. Era un medio centro “preciso en el pase y eficacísimo en el corte”, según la prensa argentina de la época. Con 17 años ya había debutado con en el Athletic (21 partidos y dos goles), e incluso con la selección española (dos partidos). Se convirtió así en el jugador más joven en lograrlo (17 años y 284 días), un récord que le quitaron recientemente, primero el barcelonista Gavi, y más tarde su compañero Lamine Yamal (16 años y 57 días). A aquel equipo campeón de la liga argentina en 1946 frente a Newell´s Old Boys se le atribuye la modernización de algunos conceptos futbolísticos como pasar de un 2-3-5 a jugar con tres defensas, dos medios y cinco delanteros, la táctica conocida popularmente como WM. El vizcaíno estuvo en el club 14 temporadas en las que disputó 352 partidos, anotando 29 goles, una cifra bastante elevada para un hombre que jugaba en una posición tan retrasada.
En los años gloriosos del San Lorenzo de Almagro, una gira por España le llevó a San Mamés para enfrentarse a su Athletic. Fue la víspera del día de Reyes de 1947 y “la alegre muchachada sanlorencista” se iba a medir con un equipo radicalmente opuesto a su juego de pases cortos. Junto a Zubieta se vistieron de corto los hombres más destacados de la época: Rinaldo Martino, Armando Farro, Mierko Blazina o René Pontoni. La cosa quedó en tablas (3-3), con dos goles de Zarra y otro de Panizo para los vascos. Por cierto, en aquel equipo ya estaba de vuelta Iragorri tras su reciente experiencia con el conjunto rival. Los goles azulgranas fueron obra de Pontoni, Francisco de la Mata y Martino. Hubo otro partido que no cuenta para las estadísticas disputado pocas horas después en el campo de Santa Bárbara de Galdakao, el municipio vizcaíno del que era natural Zubieta, con el resultado de 4-1 para los anfitriones.
Isidro Lángara (Pasaia 1912) ya era conocido en Argentina antes de llegar al San Lorenzo de Almagro de la mano de Zubieta. A sus 27 años su hoja de servicios era impecable. Era y es el máximo goleador del Oviedo (257), mantiene aún el récord de promedio goleador en la Liga española (1,16 goles por partido) y de la selección (1,42). Además, es el único futbolista que ha conseguido hasta la fecha tres hat tricks seguidos en la competición doméstica. Hay más datos que le hacen ser una figura recordada.
Dos leyendas
Por hacer una comparativa con el fútbol actual, forma parte del póker de cracks mundiales que han metido cien o más goles en tres equipos distintos junto a Cristiano Ronaldo, Romario y Neymar. Ante tantas expectativas, no podía defraudar el día de su debut a su nueva hinchada azulgrana. Y no hizo. El 25 de mayo de 1939 metió cuatro goles a River Plate. En las gradas del Pedro Bidegain estaba un hincha de doce años del equipo rival que se quedó boquiabierto. Un tal Alfredo Di Stefano.

Isidro Lángara jugando con San Lorenzo. / .
El nombre de Lángara, junto al de Zubieta, aparece en la web del club en el apartado de jugadores históricos. Y eso que solo jugó cuatro temporadas sin obtener ningún título. Dicen de él: “el vasco era atlético, musculoso, elástico, muy buen cabeceador y hábil con las dos piernas”. Su reconocimiento como futbolista no fue siempre el mismo. De joven jugaba en el Tolosa y trabajaba en la Algodonera Fabril Subijana.
Un día, el hijo del dueño se desplazó a Oviedo por negocios y ofreció sus servicios a un cliente que, casualmente, era directivo del Oviedo. El club lo fichó de inmediato por 500 pesetas (menos de tres euros) cuando estaba en Segunda División. Alguien escribió sobre él que no sabía dar dos pases seguidos, “pero cuando apuntaba a la portería tenía una potencia y precisión únicas”.
En San Lorenzo de Almagro es una leyenda. Es el séptimo máximo goleador de su historia, pero con el mejor porcentaje de goles por partido (0,86), y ostenta también el récord de goles en una sola temporada (35). Lángara pudo volver a España en 1946 gracias a la mediación de Felipe Polo, que además de ser directivo del Oviedo, era el cuñado de Franco. Dos temporadas en su antiguo club, y de vuelta a México. No le gustó nada el ambiente de posguerra. Venía a España de vez en cuando. Solo quiso regresar de forma definitiva cuando le diagnosticaron Alzheimer. Falleció en Andoain el 21 de agosto de 1992. Habían pasado 55 años desde que dejó escrito: “El 24 de abril de 1937 le dijimos adiós a la patria. Estalló la tragedia por todos conocida y varios jugadores decidimos alejarnos ella”.
La llegada de José Iragorri, El Chato, a Buenos Aires aumentó a dos la presencia de jugadores de Galdakao en el club azulgrana. Al contario que su paisano, el nuevo fichaje no era un recién llegado al mundo del fútbol. De hecho, ya había sido internacional con España en siete ocasiones. Además, diez años antes había conseguido el título de Liga con el Athletic sin perder ningún partido formando parte de una delantera histórica junto a Lafuente, Bata, Chirri II y Gorostiza. Las cosas no le salieron nada bien en Argentina. Al quinto partido se lesionó, y ya no volvió a jugar con ellos. Sin embargo, no regresó a España hasta 1940.
El Exilio de Emilín
Durante su periodo de inactividad futbolística llegó a entablar cierta amistad con Ernesto Rafael Guevara Lynch (padre del Ché), un hombre que heredó una gran fortuna. Su bisabuelo, Patricio Julián Lynch, fue considerado en su época el hombre más rico de Suramérica. En gran cantidad de biografías del revolucionario argentino se cuenta que el Ché coleccionaba cromos de futbolistas y que sus favoritos eran los vascos por su calidad futbolística y el compromiso que adquirieron con su pueblo tras estallar la guerra. Su figura recobró vigencia hace pocos años cuando se comprobó que fue él quien el 27 de mayo de 1934 logró un tanto de penalti contra Brasil en el Luigi Ferraris de Génova durante la Copa del Mundo de Italia. Hasta entonces siempre se pensó que había sido Lángara.
Al trío se unió más tarde Emilio Alonso Larrazábal, Emilín (1912-1989). Solo duró un año en Buenos Aires antes de instalarse definitivamente en México. Comenzó a despuntar como futbolista en el Arenas de Getxo hasta que el Real Madrid se fijó en aquel rápido y habilidoso extremo capaz de desbordar a cualquier defensa. No solo vino a la capital de España por dinero. Mil pesetas mensuales (seis euros) más primas no daban para grandes excesos.

Emilín, con la camiseta del Madrid, en el diario Crónica en 1936 / .
Quería estudiar Química, algo que no se estilaba mucho en los jugadores de la época. A lo largo de tres temporadas con los blancos, anotó 29 goles en 87 partidos. Tras el estallido de la guerra regresó a su pueblo. De allí, al exilio. De fuertes convicciones republicanas, jamás quiso volver. Su hermano Santos, también futbolista, formó parte del VIII Batallón de la UGT, conocido con el nombre del histórico socialista francés Jean Jaurès. Fue uno de los gudaris que luchó en el monte Artxanda contra las tropas franquistas antes de su entada en Bilbao el 19 de junio de 1937.
Nada tuvo que ver la guerra civil con la llegada al San Lorenzo de Almagro de Ignacio Santamaría, un defensa donostiarra que se enfundó la camiseta de “Los Cuervos” en 54 ocasiones (dos goles) entre los años 1962-1966. Los otros jugadores españoles que ya conocen el vestuario donde ahora tiene su taquilla Iker Muniain son: Fernando García (dos partidos en 1941), Antonio García Ameijenda, un gallego conocido como “El Tano” (144 partidos entre 1967 y 1974), Gonzalo Bozzoni, un canario de padres argentinos (dos partidos entre 2011 y 2012) y Javier Artero, un madrileño que se retiró pronto del fútbol tras diagnosticarle esclerosis múltiple (tres partidos en 1999).
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