FINAL CHAMPIONS | CITY 1 - 0 INTER

Rodri salva la pizarra de Guardiola y le da la primera Champions al 'fútbol-estado': "Estaba horrible, pero Pep me dijo que era un líder"

El mediocampista español, uno de los grandes hijos futbolísticos de Guardiola, anotó el único gol del encuentro

El técnico mantuvo una charla clave con Rodri antes del tanto: "Consiguió cambiar mi cara y la mentalidad"

Así vivimos la final entre el Manchester City y el Inter de Milán (1-0)

Denís Iglesias

Denís Iglesias

Era esta una final concebida como un diálogo entre dos épocas. La del tarro de las esencias que ponía sobre la mesa el Inter y el fútbol moderno bien entendido que ejemplifica el Manchester City, el primer 'club-estado' capaz de asaltar a las democracias europeas. Triunfó Guardiola, aunque sus críticos seguirán vivos, porque el Inter pudo llevarse perfectamente la cuarta Champions. En esta sociedad tan polarizada, basta. Sin embargo, la providencia se puso del lado de la ingeniería y premió al renovador del fútbol. 35 títulos. Dos tripletes. Y muchísimo por hacer todavía.

La charla clave de Guardiola con Rodri

Aunque las cuentas salen mucho más fácil cuando el que altera los factores del producto es Rodri Hernández, suplente en la final de 2021 que sumió en una larga experimentación a Pep y que hoy es el gran jefe del centro del campo 'citizen'. ”Todo el mundo habla de Haaland, pero sin Rodri no sería posible. Se ha convertido en nuestro mejor mediocampista. Ha completado un año imperial”, le piropeaba Guardiola, anticipando al héroe de la final.

Porque las lecciones del mejor técnico de la historia -si nadie lo impide- se trabajan tanto o más fuera del campo. "He estado horrible. El míster me ha cambiado la cara y la mentalidad. Me ha dicho que soy un líder. En el gol, estuve a punto de pegarle fuerte, pero al final he optado por colocarla", contó el español tras proclamarse campeón. Una vez más, la importancia de Guardiola como entrenador total.

Los jugadores del Manchester City celebran el gol de Rodri que les dio la primera Champions.

Los jugadores del Manchester City celebran el gol de Rodri que les dio la primera Champions. / DPA

Buen plan del Inter y De Bruyne lesionado

Cuánta literatura se destila en las previas. Demasiada para buscar los escenarios que podrían darse en una final de dos entrenadores que nunca antes se habían enfrentado. Como si el fútbol fuera un metaverso donde los avatares se mueven en función de la programación. De un lado, el Inzaghi menos conocido, el que no se llama Filippo, pero que tiene nombre para todo lo que quiere. Su planteamiento inicial fue brillante.

Porque el Inter salió como un grupo unido dispuesto a saltar en cada afrenta. No estuvo tranquilo ni un segundo el City, manchado por la inseguridad. La mejor muestra, en la portería, donde Ederson ganaba papeletas para ser otro Karius. Perfiles en la historia negra del fútbol que nunca se borran. Resbalones en el campo y gritos airados de Guardiola en la banda, al que se le cayó la pizarra con la lesión de Kevin De Bruyne. Mismo cruel destino que en la final de 2021 que perdió el City contra el Chelsea.

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Kevin De Bruyne es atendido en el partido antes de salir lesionado. / ERDEM SAHIM / EFE

Guardiola alargó la charla del vestuario al límite

La responsabilidad, más que nunca, en el tejado de Pep, que vivía con el corazón en la boca. Solo Stones parecía entender el fútbol como él. Preciso, táctico e inteligente ante una armada interista que le retiró al City lo más preciado: el balón. La comparsa anticipada por los analistas, que hablaban el Manchester City - Real Madrid como la verdadera final, se había convertido en un thriller donde los sky blues corrían por un pasillo como si fuera El Resplandor.

Por su parte, los Peaky Blinders nerazzuri gozaban con las refriegas. El más feliz, Acerbi. Unos 35 años cargados con la pasión del que tiene todo por ganar. Solo le frenaba Marciniak, colegiado del encuentro, quien no soporta las protestas. Aunque el italiano tenía tiempo hasta para hablar con Dios. El Inter se iba al descanso sintiéndose superior en todo. Pero sobre todo moralmente.

La finura del City estaba enterrada, más si cabe con De Bruyne fuera de combate. Volvía a resurgir la máxima que Guardiola exigió a sus discípulos en el Bayern tras un rondo y que recoge Herr Pep de Martí Perarnau: "Solo tengo una exigencia: hay que correr. Podéis equivocaros en un pase o en una jugada, pero no podéis dejar de correr". Apuró el entrenador español la charla hasta el límite. Sus jugadores salieron del vestuario con un rostro de tensión mientras los interistas conversaban como si estuvieran alrededor de una mesa discutiendo sobre la espuma del capuccino.

Francesco Acerbi reza antes del inicio de la segunda mitad.

Francesco Acerbi reza antes del inicio de la segunda mitad. / MURAD SEZER / REUTERS

Rodri hace historia con el Manchester City

En la grada, hace tiempo que el Inter había ganado. Solo se escuchaba a los tiffosi, con el clasicismo ultra que convierte en local los feudos neutrales. Mientras, pavor en el sector inglés, donde esta final solo se concebía con victoria. Porque de lo contrario volverían a casa con la mofa habitual de la historia por los campos de segunda, los Gallagher desafinando en un balcón y Alf-Inge Haaland tirando aperitivos al público tras no ver a su hijo en el campo.

El balón se aburría del City, que lo masajeaba con total incapacidad. Entonces apareció el metrónomo del conjunt inglés: Rodri Hernández. Una anomalía genética del 'centrocampismo' español. Ancla, pivote, pero sobre todo la extensión de Guardiola en el campo. La guinda para una Champions simplemente perfecta. La calma en medio de la tormenta. Un jugador de fútbol sala, como evidenció con el gol que trasladó a la gloria al City, confirmado al fin como el 'club-estado' que ha roto el statu quo del fútbol europeo. Algo solo al alcance del defenestrado Chelsea de Román Abramóvich.

Con Pep como responsable de un laboratorio donde ha encontrado la pócima para curarse el "dolor de estómago" de las derrotas del pasado. Una patada para los críticos que tendrá la sana consecuencia del 'guardiolismo' en las resacas: reinventarse. Él se rige por una ley propia, la de los 32 minutos, el único lapso en el que consigue desconectar. Y cada vez menos, porque el fútbol confía en su talento para seguir vivo y evolucionando. En su cabeza, la final ya está rebobinando. Pero esta vez solo hay gloria en los destellos de la pantalla gigante donde exhibe su cine de autor.

Rodri Hernández, con la medalla de ganador de la Champions, junto a su mentor Pep Guardiola.

Rodri Hernández, con la medalla de ganador de la Champions, junto a su mentor Pep Guardiola. / PAUL ELLIS / AFP

FICHA TÉCNICA: MANCHESTER CITY 1 - 0 INTER

MANCHESTER CITY: Ederson; Akanji, Rúben Dias, Aké; Stones (Walker, min.82), Rodri; Silva, De Bruyne (Foden, min.36), Gündogan, Grealish; y Haaland.

INTER DE MILÁN: Onana; Darmian (D'Ambrosio, min.84), Acerbi, Bastoni (Gosens, min.76); Dumfries (Bellanova, min.76), Barella, Brozovic, Çalhanoglu (Mkhitaryan, min.84), Dimarco; Dzeko (Lukaku, min.57) y Lautaro.

GOL: 1-0, min.68: Rodri.

ÁRBITRO: Szymon Marciniak (POL). Amonestó con tarjeta amarilla a Haaland (90+2) y Ederson (min.90+4) en el Manchester City, y también a Barella (min.59), Lukaku (min.83), Onana (min.90+2) y Inzaghi (min.90+6) en el Inter de Milán.

ESTADIO: Estadio Olímpico Atatürk (Estambul, Turquía), 71.412 espectadores.