COPA DEL REY | REAL MADRID 0 - 1 FC BARCELONA

Vinicius desequilibra a un Madrid incapaz de tirar a puerta y asfixiado en su posesión

Araújo volvió a desnortar al brasileño, que acabó transmitiendo su inocuidad a un grupo donde se desvanecieron los pesos pesados ante un Barcelona obrero

Ceballos se quedó sin jugar, Álvaro Rodríguez fue un último revulsivo para el que no llegaron balones colgados y los azulgrana terminaron con un 35% de posesión

Vinicius Junior, jugador del Real Madrid, disputa un balón con Ronald Araújo, del Barça.

Vinicius Junior, jugador del Real Madrid, disputa un balón con Ronald Araújo, del Barça. / JAVIER SORIANO / AFP

Denís Iglesias

Denís Iglesias

El primer 'clásico' copero se preveía bronco desde la previa. Una horda de aficionados blancos convirtió el silencio institucional del Real Madrid en ruido callejero que denunciaba la "corrupción en la Federación". Un cántico añejo, ambientado con una lluvia de billetes con la cara de Laporta, recordando viejas 'performances', como la del regreso de Figo al Campo Nou.

La convocatoria, con aire patronal, encendió la mecha de un partido donde el Barça se sentaba en el banquillo de los acusados y el Real Madrid en el bando de una Fiscalía que terminó sin tiros a puerta. Fue la primera vez desde 2010 que el equipo blanco no disparó contra el marco rival.

Ancelotti anticipó en la previa que la caldera estaba encendida y en ella quería meter a un Barça que llegaba en un mar de dudas. Salió Carletto con un 4-2-3-1 para desconcertar a un rival que llegaba con los recursos justos. Con Modric más adelantado, ejerciendo en la mediapunta. El poder veterano volvía a imperar, a pesar de las fábulas que el italiano siempre construye en las previas, imaginando onces sin el croata o Kroos que nunca se llegan a producir del todo.

CONTRA EL 'CAGÓMETRO'

Parecían los de Xavi -disgustado al final del partido por el juego, pero no por el resultado- parapetados detrás de un escudo antidisturbios hasta que al Real Madrid se le desconectó el marcapasos. Vinicius es el único jugador capaz de generar desequilibrio en los aliados y en los enemigos. A pesar de los esfuerzos terapéuticos del cuadro técnico, el brasileño sigue hiperventilando cuando el partido sube de revoluciones, algo que es habitual en las competiciones domésticas.

Pierde la compostura cuando un jugador como Araújo le arrebata el norte y acaba trasladando su frustración a jugadas como en la que vio la amarilla. "No estamos enfocados en los duelos individuales, el partido no ha pasado solamente por ahí, ha sido un duelo completo que tenemos que repetir en el partido de vuelta", defendió Ancelotti, quien lejos de la autocrítica, aseguró: "Si repetimos este partido en el Camp Nou creo que pasaremos".

Pudo ver la segunda cartulina en cualquiera de las múltiples protestas que protagonizó. Munuera Montero aplicó el reglamento como si de un antibiótico se tratara, disipando las sospechas con un brazo agitado con el que acabó marcando a Gavi. El mediocampista azulgrana es un futbolista que cortocircuita al madridismo, porque tiene el empuje que el Bernabéu reclama a los suyos. Lo hace sin el miedo al que incita el 'cagómetro', un término soez, pero necesariamente mencionado y 'bufoneado' por Ancelotti.

"Es un resultado muy malo, pero no merecido. Ha sido un partido bien hecho por nuestra parte, con intensidad, no hemos permitido al Barcelona jugar como quiere, han tenido un bloque muy bajo, hemos puesto mucha presión... El duelo en ese sentido fue bueno, aunque nos ha faltado un buen final. Era difícil buscar una oportunidad. Pero ellos tuvieron atrás una defensa muy fuerte por alto. Hemos entrado mucho, pero sin acierto", intentó justificarse el italiano tras el duelo.

No entender la expresión del miedo repentino que le entra al Barça cuando ve por el retrovisor al gran rival conduce a este tipo de partidos. Donde el espíritu europeo no sale a relucir. Se queda para la vuelta, dentro de un mes, donde volverá el italiano volverá a revisitar los errores, como los que cometió un Camavinga pendular. En ese contexto de trabajadores de cuello blanco, con dominio abrumador del balón, quedaron señalados futbolistas como Benzema, lejos de la frescura de la temporada pasada.

CEBALLOS Y ÁLVARO

El Barça no necesitó el esférico para defenderse, como habitualmente. Apenas tuvo un 35% de la posesión, ínfima en la cartografía azulgrana. Lo que multiplicó fue el esfuerzo de un equipo que volvió a recuperar el espíritu sufridor. "Llevamos tiempo viendo solidaridad en nuestra gente. Un rival de alto nivel no nos ha hecho ocasiones claras, pero no podemos darle el dominio al equipo contrario y satisfecho por el resultado, no con el juego", matizó Xavi desde su habitual perfeccionismo.

En la cuarta pared del feudo blanco estuvo Ceballos, inexistente en el programa de Ancelotti, a pesar de que el contexto lo requería. El Real Madrid no entiende la alternancia con los pesos pesados y acabó haciendo un fútbol de oficina contra un Barça obrero. "Tiene importancia este resultado, pero todavía queda el partido de vuelta. Veníamos de derrota y teníamos bajas y el equipo ha competido bien. Ha sido solidario y hemos hecho el gol, tapando muy bien", dijo Busquets tras el partido en el que se convirtió en el jugador con más Clásicos (46).

La incapacidad para aplastar a un conjunto que se presentaba con una analítica llena de asteriscos acabó hundiendo a los blancos. Y no en campo propio, fue en un territorio ajeno donde no supo experimentar. El enemigo íntimo, con el que comparte proyectos, volvió a escaparse libre y vivo, maltratando al rival con el mal que muchas veces sufre: posesión con obsesión y sin resolución.