ENTREVISTA

Alejandro Requeijo: "Para los que mandan en el fútbol, los hinchas somos un mero atrezzo"

El periodista madrileño publica 'Invasión de campo', un tratado que reivindica las aficiones de los equipos en un fútbol cada vez más mercantilizado

"El fútbol no es un programa de televisión. Es un patrimonio rico, cultural, social y familiar. Un patrimonio estético a cuidar y a respetar", asegura

El periodista Alejandro Requeijo ante una foto del antiguo estadio Metropolitano de Madrid

El periodista Alejandro Requeijo ante una foto del antiguo estadio Metropolitano de Madrid / Jorge Ropero

David López Frías

David López Frías

"¿Un manifiesto de qué?". Fue la pregunta que hizo Gonzalo Eltesch, editor de Penguin Random House, cuando el periodista Alejandro Requeijo (Madrid, 1985) le propuso escribir un manifiesto de grada. El editor, en realidad, le había lanzado otra propuesta inicial: hacer un libro sobre los audios de Florentino. Pero Requeijo ya había jugado ese partido. Fue en julio de 2022, cuando formó parte destacada del equipo que publicó dicho material del presidente del Real Madrid en El Confidencial. Para Requeijo, el balón estaba ya en otra parte. Concretamente en la grada. Porque ahí también hay partido.

Alejandro Requeijo acaba de presentar Invasión de campo. Un libro en el que aúna su pasión por el fútbol tradicional y su rechazo a lo que califica de fútbol negocio. Tiene el ánimo de recuperar unos valores identitarios que pasan de forma indefectible por los socios y por la hinchada del estadio, en detrimento de lo que denomina "aficionado de salón", Requeijo se embarca en un viaje por los estadios más populares y las aficiones más aguerridas, para denunciar la mercantilización del fútbol moderno.

Pregunta: ¿Un manifiesto de qué?

Respuesta: (Ríe) de grada.

P: ¿Qué es y por qué era necesario?

R: Es un libro que pretende tener un espíritu de manifiesto. Que no sea solamente la pataleta de un hincha, sino intentar transmitir una tesis, una libertad, un argumento. Yo pretendía que las personas que llevamos mucho tiempo viendo el fútbol en el estadio nos sintamos reconocidos. Creo que es el momento de que el aficionado del estadio tome cierta conciencia de su papel y de su función protagonista en todo lo que rodea al fútbol. 

P: ¿Y para esos miles de aficionados que no pueden ir al estadio?

R: Para todos aquellos no han tenido ningún tipo de contacto con el fútbol presencial, con el fútbol de estadio, que piensan que el fútbol es una cosa que sale en la tele… pues que sepan que hay mucho más detrás de eso y que el fútbol no es un programa de televisión. Es un patrimonio rico, cultural, social y familiar. Un patrimonio estético a cuidar y a respetar.

P: El libro es una crítica feroz a lo que denomina ‘fútbol negocio’, que ha dejado una foto de este deporte muy distinta a la tradicional. ¿Dónde queda el hincha en esta nueva foto?

R: Para los que dirigen el negocio del fútbol, el hincha es un mero atrezo. Pretenden homogeneizar todos los estadios para convertirlos en algo absolutamente igual, reduciéndolo a un eslogan con fines comerciales para exportarlo luego a mercados internacionales. Somos como los aficionados de un videojuego donde apenas hay diferencias entre estadio, salvo los colores de las banderas. Y a veces ni siquiera ni eso, porque hasta los colores los alteran con fines comerciales.

P: ¿Cómo se sale de eso?

R: Yo creo que hay muchos modelos compatibles y que el discurso que yo defiendo no excluye al fútbol, mientras que los que solamente ven esto con un interés comercial sí que están expulsando al aficionado. Y yo me niego a que esos fines comerciales descapitalicen el fútbol. Creo que cada grada es distinta y arrastra memorias, experiencias diferentes. 

P: Dice que defiende un modelo de fútbol no excluyente, pero también se puede concluir que el modelo incluyente es el actual y que excluyente es el suyo, porque está pidiendo que el club sea solamente para los del barrio, para los de toda la vida, para los que pueden asistir a la grada. Y la premisa que están dando por la otra parte es la de universalizar el fútbol, el conseguir que un niño de Sierra Leona pueda sentir ese escudo. ¿Cuál es el discurso excluyente?

R. El discurso excluyente desde luego que es el de ellos. Ese relato que articulan es una trampa. Me explico: la presencia del aficionado en el estadio tiene que seguir siendo el elemento central y hay que reivindicarlo. Debe ser algo aspiracional. Soy consciente de que hay gente que, por geografía, no puede acudir al estadio a apoyar a su equipo. Correcto. Pero lo que no es de recibo es que, cuando tenga la intención de hacerlo, no pueda porque la entrada cuesta 100 €. Eso no está al alcance de una economía familiar. Están dándole preferencia al aficionado de salón y no de estadio para provocar que el fútbol llegue a todos los lugares del mundo. Yo por supuesto que no estoy en contra de la televisión, faltaría más, porque sería absurdo. Pero lo que sí que creo es que el fútbol no se puede adaptar a las necesidades de la sociedad, sino que al revés. 

"La presencia del aficionado en el estadio tiene que seguir siendo el elemento central y hay que reivindicarlo"

P: Por ejemplo…

R: No todo el mundo puede acudir a El Prado para ver Las Meninas. Pues, según ese relato, alguien te podría decir: “vendamos el cuadro y hagamos muchas fotos de Las Meninas para que la obra llegue a todas partes del mundo”. No tendría sentido. Por querer universalizar una cultura, te la has cargado. Todo lo que están haciendo está atentando contra esa cultura original que quieren exportar. No puedes traer las pirámides desde Egipto, hay que ir a verlas.

P: ¿A cuánto estamos de que el fútbol se convierta en la NBA, una competición en la que cambian de colores de camiseta constantemente por cuestiones de merchandising, o donde los dueños se llevan la franquicia a otra ciudad?

R: Pero si eso ya está pasando. Ha llegado un señor (Rubiales) y por su cuenta y riesgo se ha llevado una parte del fútbol español a Arabia Saudí. El presidente de la Liga, Javier Tebas, quiso hacer lo propio con un partido, el más atractivo del fútbol español, y mandarlo a Estados Unidos. Creo que ese es el final inevitable cuando el único relato que abraza el fútbol es el de que la única verdad es el dinero. Así te arrebatan los clubes. Los convierten en sociedades privadas, te impiden la capacidad de decidir sobre el futuro y la gestión de tus clubes. 

"El único relato que abraza el fútbol es el de que la única verdad es el dinero"

P: ¿Cuál es el siguiente paso? 

R: El siguiente paso es deslocalizar nuestro fútbol de élite, y eso es una forma de expolio. Porque están llevando un tesoro que nos pertenece a nosotros para que lo disfrute gente adinerada. Podríamos entrar, por supuesto, en lo que hay de blanquear dictaduras internacionales, pero no me quedo solamente con el destino elegido, sino con el mero hecho de la deslocalización. Con que el hincha ha sido desplazado por cazadores de experiencias. Gente que llega al campo con el partido empezado y se lo pasan haciéndose selfies.

P: ¿El modelo español, que tuvo la vitola de ‘la mejor liga del mundo’, está agotado?

R: Por completo. Se está demostrando que es un modelo fracasado. En el año 1990 se impulsó una ley que nos arrebató a los aficionados los clubes, porque los convirtieron prácticamente todos. 30 años después, han hecho una nueva ley del deporte y se reconoce en su exposición de motivos que aquello fue un error, porque no solucionó el problema económico de los clubes. Lo estamos viendo ahora con el control férreo de los límites salariales.

R: ¿Cuál es entonces el modelo?

R: Yo tengo dos ejemplos cercanos. Uno es Alemania, que no creo que sea un país precisamente atrasado y cuyo fútbol es, por ley, de los aficionados. Ellos tienen que tener el 50% más uno de la propiedad de sus clubes. Yo en Alemania veo estadios seguros, llenos de atmósfera; estadios con tifos espectaculares como los del ‘muro amarillo’ del Borussia Dortmund. Con gradas de pie y no pasa nada. Donde se bebe alcohol en los estadios, como en Inglaterra. Es el otro ejemplo. La Premier League es el modelo de éxito en el que se fija todo el mundo. En buena parte porque no llevan, como nosotros desde hace 30 años, fomentando un relato único entre el Real Madrid y Barcelona, sino una competición más abierta. 

P: La Premier, en estos términos, tal vez sea un modelo cuestionable. Los clubes no son de los socios y el campeonato es el más popular del mundo gracias exclusivamente al empujón de fortunas extranjeras. A dinero yanqui o petrodólares procedentes de dictaduras que no respetan derechos los humanos, que no tienen cultura de club y que se han comprado uno, a miles de kilómetros de distancia, como capricho y herramienta de blanqueamiento. Estos parece que pueden comprarse Las Meninas y las pirámides… ¿Es el modelo que quiere?

R: Ya, ya, alguien dirá que no, que ellos también tienen capital extranjero. La gente del United está muy enfadada con los Glazers, que son los nuevos propietarios norteamericanos. Hay quien verá con miedo la entrada de capital árabe como en el City o al Newcastle. Vale, vale… pero sus finales se van a seguir jugando en Wembley y el día 26 de diciembre va a seguir jugándose el Boxing Day. Muy poca gente lo sabe, porque en España no se habla de eso, pero en la Premier no puedes cobrarle más de 30 libras a un aficionado visitante. Aquí, por un partido normalito, te cobran 90 € en el cuarto anfiteatro. También te digo que creo que la inmensa mayoría de los inversores que han llegado de fuera a la Premier han sabido respetar la idiosincrasia que se han encontrado en sus clubes. No creo que el dueño del City haya alterado mucho el día a día y por eso es un tipo querido.

P: Los dueños del City, que son jeques, se han fumado el escudo histórico, han cambiado el estadio, su nombre… y nadie se ha enfadado. Igual la clave es el dinero y los éxitos deportivos…

R: Sí, pero muy poca gente sabe que en Inglaterra, si un club quiere tomar alguna decisión que tenga que ver con cuestiones identitarias, como un cambio de escudo, un cambio de colores, un cambio de nombre o un cambio de estadio, tiene que hacer una consulta seria ante todos los aficionados antes de hacerlo. Pero de eso no se habla de España, porque eso no interesa. Los aficionados hemos sido insultados, expulsados con las decisiones unilaterales que toman nuestros dirigentes y que atentan contra los símbolos que nos representan. Si Dios quiere, continuaremos con nuestros hijos, nuestros nietos o nuestros sobrinos.

Alejandro Requeijo, en un momento de la entrevista.

Alejandro Requeijo, en un momento de la entrevista. / JORGE ROPERA

P: El otro modelo del que habla, la Bundesliga, adolece (Bayern aparte) de una carencia importante de prestigio en los campeonatos europeos. Raramente ganan algo. El Eintracht se impuso en la última Europa League, pero ese trofeo no se iba a Alemania desde que el Schalke lo ganó... en 1997. Y su realidad actual viene determinada por unos delirios de grandeza que acabaron con la quiebra de Kirch en 2002, el gigante que ostentaba los derechos de televisión. Alemania reventó y se obligó a reinventarse. ¿Cree que el modelo español necesita reventar para reinventarse?

R: Habría que ver qué entendemos por reventar. Si significa que no todos los años un equipo español va a ganar la Copa de Europa, o que no todos los años vamos a fichar a Mbappé, a mí no me importa que reviente. Porque creo que en la experiencia de vivir el fútbol hay muchos otros asideros identitarios por los que merece mucho la pena seguir yendo a los estadios de fútbol. Pero lo que sí creo es que el fútbol nunca antes había generado tanto dinero. Pero los clubes argumentan, por ejemplo, la creación de una competición secesionista y excluyente como la Superliga, alegando que es que están arruinados. Entonces estaremos de acuerdo en que el modelo es un fracaso y que es un error apostar en el mismo modelo, que probablemente sea necesario crear otras realidades más plurales, más abiertas, más influyentes, que logren que la afición se sienta más identificada y no expulsada.

P: Entonces, un no rotundo a la Superliga...

R: Rotundo porque, como te he dicho, es un modelo excluyente y secesionista. Yo estoy a favor de que todo el mundo juegue y disfrute del fútbol. Y te pongo un ejemplo: la Copa de Europa hace 30 años abarcaba mucho más países y mucho más ciudades que ahora, pero en condiciones protagonistas. Había un sorteo puro donde jugaban los campeones de cada campeonato europeo y había muchos más que ahora. Hay muchos más que no tenemos hasta ahora muchas más opciones para ciudades, barrios, culturas o realidades. Con la Superliga no. ¿Dónde está el Steaua? ¿Dónde están el Estrella Roja o el Partizan? ¿Dónde está el Malmö?

P: Dedica un episodio entero a hablar de Florentino Pérez. ¿Qué papel ocupa en este fútbol que usted rechaza?

R: Un papel central, liderando esa competición elitista, excluyente y secesionista como la Superliga. Es el presidente de un club presidencialista. Un club que forjó su identidad saliendo a Europa y ganando, en un momento en el que España no atravesaba por su mejor momento. Los españoles veían que había unos señores de blanco que salían a Europa y plantaban cara. Eso hizo que el Madrid se conformase una entidad propia que, como dice Valdano, consiste básicamente en ganar. Esa es la identidad del Real Madrid. Y por eso, a lo largo de la historia el Madrid ha sabido justificar el pisotón de Juanito o el dedo de Mourinho. Su relato y su discurso, teniendo claro que su entidad es la narrativa. Y al ser el equipo hegemónico en España, creo que hace una suerte de fuerte poder centrífugo y nos arrastra a todos los demás a ese relato que yo personalmente no comparto y que hay mucha gente que no comparte.

P: En realidad comparte usted un porcentaje mucho más alto del discurso de Florentino Pérez del que parece. De hecho, hay citas que se las podríamos atribuir directamente a él. Por ejemplo: fue el primer dirigente en advertir de que los chavales de ahora ya no se concentran 90 minutos en un partido. O que el club ha de ser de los socios; él lo ha mantenido, pero otros clubes importantes, como el Atleti, no. O que hay que blindar el club ante la llegada de jeques. Todo eso sale en su libro.

R: En absoluto. Y rebato punto por punto todo lo que me acabas de contar como algo positivo. Respecto a que Florentino ha cambiado los estatutos del Real Madrid, no creo que sea por una intención altruista de salvarle de los jeques, sino para blindarse en el poder. Es cierto que lo hace con una Asamblea de Compromisarios que le da su visto bueno. Hasta ahí, no puedo decir nada, pero dudo mucho que la intención sea salvar al Madrid de inversiones extranjeras, sino blindarse. A las pruebas me remito: es imposible optar a desafiarle en las elecciones, por la cantidad de dinero que hay que avalar. No creo que lo haga pensando en el Real Madrid, sino en sí mismo. Sobre lo de que a los jóvenes ya no les interesa el fútbol… Bueno. Creo que buena parte de culpa tiene que ponga las entradas a esos precios, y que el Bernabéu sea un producto, o sea, algo prohibitivo para las economías mayoritarias de este país. Florentino Pérez ha alterado el ecosistema de una grada como la del Bernabéu, con una identidad marcadísima y particularísima, para dar cabida a un aficionado/cliente que acude al Bernabéu con el único objetivo de captar una experiencia durante su viaje de turismo. Y esto te lo digo por amigos míos, que son socios del Real Madrid y que me alertan de cómo está cambiando la fisionomía de su club y, cómo cada vez más, el aficionado de toda la vida está siendo desplazado por turistas adinerados que aparecen cargados de bolsas de compra. Y sobre el otro punto, lo de que el equipo tiene que seguir siendo de los socios y lo de que aún vota el socio de Chamberí, cuyo carnet de socio todavía tiene dos dígitos… Ok, a mí me parece muy bien. Una cosa que hace el Madrid es que el abono es hereditario. Es decir, que de esa manera lo que haces es mantener un vínculo familiar con la presencia en la grada. Pero al mismo tiempo, cada vez hay más presencia de lo que te comentaba antes. Precios prohibitivos. Y yo lo he sufrido como aficionado visitante. Yo he tenido que dejar de ir acompañado de mi equipo al Santiago Bernabéu porque los precios son absurdos.

P: Pero eso es en cualquier campo…

R: Pero tú me hablas del Madrid. ¿Crees que los socios del Real Madrid están contentos con su equipo al verlos jugar un clásico contra el Barcelona en el Bernabéu vestidos de negro?

P: Yo creo que el socio lo ve como algo meramente anecdótico. Pero ya que toca los colores, hablemos entonces de los suyos. ¿Cuánto hay del Atleti en este libro?

R: Yo soy del Atlético de Madrid, nunca lo oculto y probablemente este libro tenga mucho que ver con que sus dirigentes han sido los que más han tratado de capitalizar la identidad y la idiosincrasia del club, en el que éramos tan observantes de los códigos, de los valores que nos hacían únicos. Los representó el campo Vicente Calderón en el año 2017, en aquella pancarta que decía "Orgullosos de no ser como vosotros". Muchas veces me he preguntado qué quería decir ese vosotros. Evidentemente tiene un componente claro, porque ese día jugábamos contra el eterno rival. Pero ese vosotros podía ser cualquiera, porque era la manifestación de una grada orgullosa de ser diferente a toda la grada única. Y creo que los dirigentes del Atlético de Madrid de los últimos años han tratado de reducir todo eso a un eslogan con fines comerciales y ha provocado una fractura social de una afición tradicionalmente unida. Una idiosincrasia muy asentada. Todavía hay una parte muy importante dentro de la masa social a la que no le vale ganar a cualquier precio. Y se dio con el caso de Cristiano Ronaldo. Lo explicó el Cholo, que verbalizó una anécdota que le había sucedido este verano en la que un aficionado se le acercó y le dijo: “Cholo, todos queremos ganar la Copa de Europa, pero no a cualquier precio”.

P: A ustedes les han usurpado el campo y el escudo, pero no da la sensación de que salgan mucho a protestar a la calle, como sí que salen los del Valencia…

R: Yo creo que sí hay suficiente movilización ciudadana. En la grada del Atlético de Madrid sigue habiendo un militante de la sociedad civil. Si me lo permite, sería muy rebelde que en todos los partidos se manifestase. Pero también es cierto que al calor del relato único del fútbol presentado como un espectáculo y por tanto, desposeyéndolo de los valores sentimentales, quizás, con los años, se ha ido moldeando un aficionado/cliente para el que el fútbol es una mera opción de ocio de fin de semana. Este libro precisamente lo que pretende es hacer un llamamiento a los nacidos con esa forma de entender el fútbol. Que vean que, poco a poco, vamos perdiendo la capacidad de ejercer de contrapeso. Yo soy partidario de acudir al estadio en actitud militante.

P: ¿Puede que el libro suene un poco a que “cualquier tiempo pasado fue mejor”?

R: No, no. Eso sí que me gustaría dejarlo claro. Yo comparto el odio eterno al fútbol moderno. No me gusta la deriva que está tomando el fútbol desde hace ya muchos años, pero creo que precisamente el eslogan nos aboca inexorablemente a regocijarnos en la nostalgia. Y este libro es una reivindicación de todo lo contrario, de que hay partidos, de que hay modelos alternativos, de qué está pasando en un país, de un retorno. Creo que las gradas europeas viven actualmente en su mejor momento histórico, repletas, identificadas con sus equipos, con esferas brutales. Lo vemos habitualmente en los medios de comunicación con. Se rinden en elogios ante el muro amarillo del Borussia de Dortmund. Claro, habrá que explicar a la sociedad española por qué eso sería impensable en España. Por qué no se permite una pancarta porque va a tapar la publicidad. Habrá que explicar la lucha. Esa es la verdadera intención del libro