Opinión | CHAMPIONS | LIVERPOOL 2 - 5 REAL MADRID

El Madrid 'yoyó' honra a Amancio

Sería un desperdicio que el conjunto blanco se fuera a la Superliga, donde la rutina del negocio acabaría con noches mágicas como la de Anfield, en las que la leyenda blanca recibió un doble homenaje: del Liverpool en la previa y de su equipo en una goleada épica.

Los jugadores del Real Madrid, durante el minuto de silencio en homenaje a Amancio.

Los jugadores del Real Madrid, durante el minuto de silencio en homenaje a Amancio. / PHIL NOBLE / REUTERS

Por todo lo vivido, Amancio era de los que vivía los partidos en silencio. Tal vez hacía algún chasquido, sobre todo ante las malas paradas o las defensas desajustadas. Nunca se desprendió del olfato de fabricante de magia que le valió el apodo del 'Brujo'. Para el gallego, lo sucedido en la primera parte en Anfield fue un ejercicio de 'meigas', con dos metas de primer nivel envenenados en un capítulo más del Madrid 'yoyó'.

Ese equipo que viene y va sin cansarse mentalmente. Que parece simple, pero que permite mil y un trucos con un juego tradicional que le permite evitar el siniestro total para pisar a fondo el acelerador en la siguiente curva. Sin miedo a un Liverpool con ritmo de Premier. Solo el Real Madrid europeo puede aguantar el tirón. Es un homenaje a la resistencia que empezó con las primeras Copas de Europa y que se ha mantenido a lo largo del tiempo. Para este club no hay bestias negras, porque las tiñe de los colores que le apetece con artistas como Vinicius.

Durante una época, escuchar "Liverpool" despertaba los sudores fríos de la final de la Copa de Europa de 1981, donde Agustín, Camacho, Del Bosque o Santillana hincaron la rodilla ante Kenny Dalglish y compañía, quien brindó un precioso homenaje a Amancio en la previa a un duelo que le habría gustado al héroe de la 'Sexta'. Porque no hubo jugadores pensando en ganar "con la 'pajarita' puesta", como recriminó al Real Madrid tras la derrota frente al Wolfsburgo en cuartos de Champions.

No era Amancio de manifestar odios públicos, pero le repelían los que invocaban el 'Espíritu de Juanito'. "Dejadle tranquilo", insistía, contrario a simplificar una tradición de lucha y remontada en un verso que pintarrajear en una sábana. Los jugadores del Real Madrid saben que el escudo que llevan bordado se mete por debajo de la piel nada más pasar el control de seguridad del aeropuerto. De ahí esa obsesión de Vinicius por llevarse a los labios un emblema contrario a la Superliga, a pesar del marketing financiero.

Seguramente este equipo le daría trascendencia histórica a una nueva competición, pero carecería del encanto que proporciona ver a los de Ancelotti saltarse el límite financiero de la Premier con un discurso futbolístico arrollador como el que desplegó en una segunda mitad donde el Liverpool caminó solo. Sin nadie por el pasillo oscuro al que te encamina este Real Madrid interclasista al que algunos, como advirtió Carletto, dieron por muerto en enero.

Como si este club no tuviera perfectamente claro que su temporada empieza en febrero. Justo en la transición hacia la primavera. Cuando a todos los rivales les entra una alergia incontrolable y al antimadridismo, que tantas veces vertebra el país de norte a sur, empieza a echar cuentas de cuántos goles necesita para el homicidio voluntario.

Esta vez no habrá cábalas ni gloria. Tampoco espiritismo. Por una vez en bastante tiempo, el menú se servirá en la vuelta del Bernabéu con el orden acordado. Sin esperar el postre. Y Amancio, sentado en la cabeza de la mesa, dirá: "Estos jugadores no se preocupan del peinado". Solo de tener la cabeza en un sitio al que Klopp y los suyos ni siquiera se asomaron.