BUNDESLIGA

El Union Berlin, el club obrero y disidente en la extinta RDA que ha estado a punto de fichar a Isco

El equipo sobrevivió gracias a sus socios, que lo salvaron en numerosas ocasiones de la desaparición por las dificultades económicas e institucionales derivadas de las dos guerras mundiales y la posterior división de la capital alemana

Ahora, en su tercera temporada en la Bundesliga, marcha segundo a solo un punto del todopoderoso Bayern y pasa por el mejor momento deportivo de su historia, asentado en la élite del fútbol alemán

Aficionados del Union Berlin homenajean a sus familiares en el primer partido del club en Bundesliga.

Aficionados del Union Berlin homenajean a sus familiares en el primer partido del club en Bundesliga.

Daniel Gómez Alonso

Daniel Gómez Alonso

Para llegar al An der Alten Försterei, donde juega sus partidos como local el Union Berlin, hay que adentrarse a pie en las entrañas de la pedanía de Köpenick, al sudeste de la capital de Alemania. Ahí, escondido en el bosque Wuhlheide, tiene su guarida este particular equipo en el que iba a recalar Isco Alarcón en busca de relanzar su carrera tras su fugaz y decepcionante paso por el Sevilla. El acuerdo estaba hecho, medios alemanes y españoles así lo acreditaban, pero en el último día del mercado de fichajes estalló.

"Nos hubiera gustado ver a Isco con nosotros, pero tenemos nuestros límites. Contrariamente al acuerdo anterior, estos fueron superados hoy [por este martes], razón por la cual no se produce el traspaso", expresó el club alemán, por boca de su director deportivo, Oliver Ruhnert, en un inusual comunicado.

Isco se quedará sin jugar en un An der Alten Försterei, estadio que abarrota cada dos fines de semana 22.000 aficionados que ven en sus gradas su segunda casa. Y esta vez, esa no es una frase hecha, porque el estadio, como el club, es de ellos.

En 2013, Dirk Zingler, presidente del Union Berlin, lideró la puesta a la venta de participaciones de la propiedad del estadio entre los socios del club para ayudar a financiar la segunda fase de la remodelación del estadio. “Vendemos nuestra alma, ¡pero no a cualquiera!”, era el lema de la campaña, acompañada por unos carteles en los que esos “cualquiera” eran personajes como Silvio Berlusconi, Joseph Blatter, entonces presidente de la FIFA, o la marca de bebidas energéticas Red Bull, dueña del Leipzig, que para los aficionados del Union representa su némesis.

De los 15 millones necesarios entonces, diez fueron pagados por patrocinadores, dos por el club y los tres restantes por los propios aficionados, a un coste de 500 euros la acción. Fueron los mismos que al finalizar las obras llenaron el terreno de juego de sillones para ver a Alemania proclamarse campeona del Mundo, y que en 2008 emplearon 300 días y 140.000 horas actuando de improvisados obreros para completar la primera fase de la remodelación de ‘La vieja casa del guarda forestal’, construida en 1920. 

Los 2.300 que participaron en la obra no cobraron ni un euro al club, que en ese momento se encontraba en Tercera División y apenas contaba con capacidad económica por sí mismo para hacer frente al proyecto. Simplemente, quisieron ser partícipes de un hecho tan significativo para la historia de su equipo, al que ahorraron un par de millones de euros.

No fue, sin embargo, la primera vez que rescataban al equipo, que en varias ocasiones ha bordeado la desaparición. Sin ir más lejos, cuatro años antes, vendieron su sangre para, a través de donaciones (en Alemania se pagan) cubrir el aval necesario a la Federación Alemana y no desaparecer mientras se encontraban en categoría regional (1,46 millones de euros), llevando al extremo uno de sus lemas: “Sangrar por el Union”.

Los aficionados del Union Berlin, viendo el Mundial de 2014.

Los aficionados del Union Berlin, viendo el Mundial de 2014. / Twitter

Hacer frente a la Stasi

Fundado por trabajadores metalúrgicos en 1906 con el nombre de FC Olympia Oberschöneweide, fue refundado en 1966 por Herbert Warnke, un líder sindical que creó un equipo para los trabajadores de la ciudad que vieron en el fútbol la forma de expresar su rebeldía ante el régimen dominante en la República Democrática Alemana (RDA).

Mientras el Dynamo de Berlín, su rival acérrimo y gran dominador de los campeonatos de la región, estaba respaldado por la RDA y en particular por la cruenta Stasi, el autodenominado Ministerio de Seguridad del Estado y aliado de la Unión Soviética , los Schlosserjungs encontraron en el An der Alten Försterei un reducto de libertad y disidencia que representaba el sentimiento de una afición única y en donde la policía del régimen no se atrevía a pasar.

Marcador del campo del Union Berlin.

Marcador del campo del Union Berlin. /

Posteriormente, llegó la Caída del Muro de Berlín y la integración de los equipos del este al fútbol y las competiciones de la zona oeste en 1991, un proceso en el que los problemas económicos e institucionales estuvieron más presentes que nunca, aunque de nuevo gracias a los socios, encargados de la supervivencia del equipo, emergieron desde las categorías regionales hasta la Segunda División Profesional.

"No todos los seguidores del Union fueron disidentes, pero todos los disidentes fueron del Union”, repiten con orgullo los seguidores del Union, que en las últimas dos décadas ha pasado de tener 5.000 socios a los 45.000 con los que cuenta a día de hoy, más del doble de los que entran en su campo, donde es prácticamente imposible conseguir una entrada libre.

Un ascenso impopular

La llegada en 2018 del entrenador suizo Urs Fischer, técnico que lleva las riendas del equipo desde 2018, el curso del ascenso a Bundesliga, dio un nuevo impulso al club hasta clasificarlo para la Europa League y competir cara a cara a gigantes como el Bayern de Múnich, que prácticamente multiplica por seis su presupuesto y del que apenas le separa un punto cuando ya ha acabado la primera vuelta del campeonato doméstico.

Una subida de nivel que, en un primer momento, no terminaba de convencer a los aficionados del equipo. Acostumbrados a ser un equipo ascensor entre la segunda, tercera e incluso cuarta categoría, cuando estaban cerca de llegar por primera vez a la élite del fútbol alemán los aficionados mostraron su inquietud con una pancarta que rezaba "Scheibe… wir steigen auf!". O traducido al español, "Mierda… vamos a ascender", reflejando el miedo de la gente a que su desembarco entre los grandes clubes terminara con el carácter de barrio del equipo.

Pero, por el momento, eso no ha ocurrido. Frente a la imparable mercantilización del fútbol mundial, el Union Berlin ha llevado a un equipo de barrio a cotas impensables hace ni siquiera tres años. "Nuestra gente nos dice que es bueno que nunca nos hagamos más grandes de lo que somos", recordaba hace unas semanas Zingler, consciente de que mantener la esencia del club está por encima de los resultados deportivos en el orden de prioridades de los seguidores, que cada día de partido convierten el remanso de tranquilidad del bosque Wuhlheide en un ruidoso y colorido infierno bajo cuatro máximas irrechazables.

Pancarta de los aficionados del Union Berlin en contra del ascenso.

Pancarta de los aficionados del Union Berlin en contra del ascenso. / Twitter

Nunca pites a tu equipo. Jamás te vayas del estadio antes del pitido final. Nunca conviertas a tu equipo en tu chivo expiatorio. Las agujetas de los unionistas son la afonía”, son las normas básicas que hay que cumplir si estás en las gradas del An der Alten Försterei,

En el primer encuentro en la élite, introdujeron 500 fotografías gigantes de aficionados fieles durante años que fallecieron y no pudieron disfrutar del estreno. Un ambiente muy caliente, pero familiar y siempre a favor de obra, que Isco, tras haber alcanzado un preacuerdo hasta 2024, no llegará a disfrutar.