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Juan Antonio Corbalán: "Ojalá fuera una leyenda, pero me importa poquísimo"

Fue jugador de élite del Real Madrid, campeón olímpico y uno de los mejores bases de la historia del baloncesto español. Médico dedicado a la fisiología del ejercicio, tiene gran vocación humanística. Se confiesa hedonista, le gusta escribir y canta a Serrat en el coche. Dice que la felicidad está muchas veces en ser incoherente.

Juan Antonio Corbalán.

Juan Antonio Corbalán. / EFE/Salvador Sas

Se retiró del baloncesto de alto nivel a los 36 años, hace 32. ¿En qué momentos se retrotrae a aquella época?

Aunque yo soy muy nostálgico, creo que tuve unos tres añitos donde todavía, cuando veía partidos en televisión, me daba la sensación de que yo tenía que estar allí dentro. Poco a poco, los teléfonos y las llamadas de la prensa se fueron durmiendo. Y me fui dando cuenta de que aquel mundo ya no era mío.

¿En el baloncesto también hay jarrones chinos?

El deporte es muy endogámico y se nutre muchísimo de aquellos que en su momento tuvieron mucha relevancia. Jarrones chinos que siempre están ahí, que todo el mundo los ve y que ellos también hacen por que se les vea, y que parece que quieren seguir influyendo. No es mi caso, porque yo empecé muy joven a jugar al baloncesto y cuando me fui estaba en perfectas condiciones, pero pensé que se me estaba pasando el arroz de otras cosas en la vida.

Opina que el deporte está trufado de política. ¿Solo el deporte?

Todo está trufado de política, porque la política va unida al pensamiento humano. Sí es verdad que la política se ha convertido ahora en una especie de espectáculo casi futbolero, donde la postura más habitual es ser hooligan de algo. Hay mucha gente que entiende la política como un elemento de presión para tener más poder, en lugar de pensar en el bien común.

¿Se ha planteado ayudar a encestar a Pedro Sánchez? Porque parece que últimamente se le escapan algunas canastas.

Eso sería ideal si pudiéramos hacerlo no solo con Pedro Sánchez, sino con todos nosotros. Lo que pasa es que cada canasta que falla un presidente de Gobierno repercute en muchísima gente. Si tú juegas con tus amigos en un parque, al Universo le da igual que metas la canasta o no. Yo no sé cómo jugaba a baloncesto el presidente, pero estoy seguro de que falló muchas canastas. Y todos los que hemos jugado bien a este deporte hemos fallado muchas. En esta vida fallamos muchas más veces de las que acertamos. 

¿A quién echaría de la cancha por falta reiterada?

A todos aquellos que, pudiendo hacer el bien, hacen premeditadamente el mal o saben que lo hacen para determinados colectivos. 

¿Dónde ha puesto más corazón, en el baloncesto o en la cardiología?

En la Medicina. Yo no soy cardiólogo clínico, me dedico a las valoraciones funcionales que vienen del mundo de la cardiología, pero trabajo con muchos otros pacientes. Y realmente se pone mucho más corazón cuando estás tratando con personas, y sobre todo con el sufrimiento de esas personas.

Usted que entiende de la víscera: ¿los banqueros y los políticos tienen corazón?

Has dicho dos colectivos que atesoran posiblemente el 90 o el 99 por ciento del poder. Yo creo que el poder anestesia, y va haciendo que cambies la norma por la que tienes que regirte. Cuando tienes mucho que proteger, que te pertenece a ti, es difícil que atentes contra lo tuyo.

Cuando escribieron La muerte contada por un Sapiens a un Neanderthal, Juan Luis Arsuaga y Juanjo Millás fueron a verle para hacerse un chequeo. ¿Les encontró más sapiens o más neanderthales?

Juan Luis presume de sapiens y Millás, de neanderthal. Pero creo que los dos responden a criterios parecidos. Los sapiens tenemos una parte genética heredada de los neanderthales. Cuanto más conoces, más cuenta te das de lo que desconoces. Y todo el que sea medianamente sapiens sabe que lo emocional, aquello que interesa a las vísceras, a las emociones más primitivas no nos pertenece solo a los sapiens, sino que es algo heredado. 

¿La anatomía de la España de hoy sería siempre patológica?

No patológica, pero sí difícil. España tiene una etapa moderna muy difícil -desde el siglo XVII ha perdido todas las guerras en las que ha estado-, y no puedes sustentar el espíritu de un país en una derrota permanente. Para mí, nuestra última gran victoria es formar parte de esto que entendemos como Europa, que nos dio una sensación de que ya éramos como todos. Y nos dimos cuenta de que el ser como todos no era una solución, sino que empezaba a ser un problema distinto.

¿Confirma su autoproclamada vis poética? 

No podemos vivir sin poesía. La gran diferencia entre lo que llaman inteligencias artificiales y la inteligencia tal y como la entendemos los humanos radica en el gran peso que tienen las emociones, las incertidumbres, la intuición. Que tienen determinadas cosas que hacen que cualquier situación pueda ser algo anodino, normal, que a nadie le interesa, o que tú puedas hacer un pequeño universo de esa sensación interna que da sentido a ese momento y a la vida que compartes con tanta gente. 

¿Es usted una leyenda?

Ojalá fuera una leyenda, pero me importa poquísimo. Me gustaría no serlo, pero puede que lo sea. Me preocupa ser una leyenda [ríe]. Entiendo que me lo preguntas con un doble sentido: primero, como un halago; y segundo, si te digo que soy una leyenda dirás: "será imbécil este tío que se cree leyenda cuando está diciendo que nada importa en todo lo que nos acontece a la Humanidad…". Trato de que mi leyenda sea compatible con lo que hemos entendido como una vida digna, normal y con la mejor vida posible para mí y para la gente que tengo alrededor.