COPA DEL REY | REAL OVIEDO - ATLÉTICO

El Atlético descansa donde sufrió su peor pesadilla: un hotel en Oviedo sobre los restos del campo en el que descendió

El conjunto rojiblanco está alojado en el establecimiento que se construyó encima del viejo Tartiere, donde los 'colchoneros' cayeron a Segunda en el 2000, uno de sus peores episodios

El antiguo feudo del Real Oviedo, rival en Copa de los de Simeone, se demolió en el 2003 y sobre sus restos se construyó un complejo ideado por el arquitecto español Santiago Calatrava

Jimmy Hasselbaink, delantero del Atlético, el día que falló un penalti decisivo en el viejo Tartiere.

Jimmy Hasselbaink, delantero del Atlético, el día que falló un penalti decisivo en el viejo Tartiere. / LNE

Denís Iglesias

Denís Iglesias

Los planes de viaje de los grandes equipos se preparan con mimo. No se escatiman las comodidades y un trayecto de tres horas en autobús, como el que efectuó el Real Madrid para ir a Cáceres, es una auténtica anomalía. Mucho más fácil ha sido el desplazamiento del Atlético a Oviedo para el partido de tercera ronda de Copa. 

A los de Simeone no les faltará de nada en el Hotel Eurostars Palacio de Cristal, situado a cinco minutos en coche del Tartiere, donde a partir de las 20 horas buscarán la clasificación en el único torneo en el que siguen vivos esta temporada y que no ganan desde 2013, cuando venció al gran rival blanco en el Bernabéu. Una construcción majestuosa, donde la mirada se pierde entre las rectas y las curvas firmadas por el arquitecto valenciano Santiago Calatrava.

El establecimiento está tan cerca del escenario del partido que se construyó en los terrenos donde se ubicó el viejo y homónimo campo del Real Oviedo. Se llaman igual, pero el antiguo, demolido en 2003, provoca un escalofrío en el aficionado colchonero. Efectivamente, el Atlético descansa -no hará noche en la capital asturiana- sobre los restos de un lugar que le genera escalofríos. El emplazamiento donde descendió a los infiernos de Segunda en la temporada 1999/2000. 

ESTRELLAS SIN BRILLO

Cuando las palas se clavaron en el graderío desaparecieron momentos históricos del oviedismo y quedó parcialmente enterrada aquella tarde del 7 de mayo del 2000. El viejo Tartiere fue el averno del equipo dirigido por Radomir Antic, constructor del doblete de Liga y Copa de la 1995/96, quien tuvo la desgracia de figurar en el banquillo de la tragedia. Tuvo que sustituir a Claudio Ranieri y comandar una plantilla de estrellas que nunca se acostumbró a luchar por no descender. 

El Atlético necesitaba ganar al Real Oviedo. No dependía de sí mismo. El serbio alineó un once de quilates si se analiza nombre por nombre. Con Molina en portería; Gaspar, Ayala, Gamarra y Capdevila en defensa; Aguilera, Bejbl, Hugo Leal y Solari en el centro del campo; además de Kiko y Hasselbaink en punta de ataque. En el banquillo: Valerón, Luque o Baraja. Tuvieron buenas carreras, aunque nunca consiguieron borrar una mancha negrísima. 

Aquella temporada fue tan esperpéntica que, después de descender, el Atlético todavía perdió la final de Copa del Rey frente al Espanyol con un gol a la altura de lo ridículo del curso en el que Tamudo le robó el balón a Toni cuando iba a sacar de meta. La entidad estuvo intervenida judicialmente. Jesús Gil fue desposeído y finalmente restaurado en un palco desde el que contempló la agonía del descenso consumado a falta de dos jornadas. 

ARAGONÉS, EL VERDUGO AMIGO

El encargado de guillotinar al Atlético fue un conjunto que estaba entrenando por un mito de la entidad rojiblanca como era Luis Aragonés, que sí consiguió la permanencia que el equipo de su corazón no logró. Curiosamente, Antic regresaría al Real Oviedo (lo había entrenado entre 1992 y 1994) en la siguiente temporada, en la que tampoco consiguió la salvación. El Sabio de Hortaleza sería el encargado de devolver a los colchoneros a Primera en 2002 tras dos temporadas en la división de plata.

El Atlético empezó mal aquella final anticipada. Al cuarto de hora, Nadj anotó un gol tras un fallo de Molina en el despeje. Fue anulado. El miedo dominaba la expresión de los visitantes, que terminaron encajando diez minutos después. Dubovsky se aprovechó de la indolencia defensiva para servir el 1-0 al ‘Chino’ Losada con el que se llegó al descanso.

El delantero gallego, que tendría después un curioso final de carrera como ídolo en Hong Kong, forzó el penalti para el 2-0. O más bien fue barrido por Gamarra. Paulo Bento, que viene de dirigir a Corea del Sur en Qatar, no falló. Era el minuto 63. Luis Aragonés ni se movió.

Ni siquiera miraba al campo, refugiaba el dolor en su reloj. Quería que aquello acabase cuanto antes. Ese triunfo dejaba prácticamente salvado al Real Oviedo. Con varias paladas de tierra encima, el Atlético intentó rebelarse contra el destino con más coraje que fútbol

HASSELBAINK, UN FALLO CLAVE

En el 28 de la segunda, Capdevila recortó diferencias y apenas cinco minutos después empató Hasselbaink. El neerlandés terminó aquel curso como segundo máximo goleador de Primera, pero no fue capaz de anotar el penalti que él mismo provocó y que habría dejado con vida al Atlético. Esteban, que tres temporadas después se marchó al Calderón, atajó el lanzamiento. Lo hizo tras ver una amarilla por adelantarse. Tenía muy claro que su voluntad era cazar ese balón, por lo civil o por lo criminal, por lo que en la parada volvió a dar varios pasos para ganar ventaja.

Carlos Muñoz, embajador del Real Oviedo y exjugador del Atlético, ayer ante el edificio de Calatrava.

Carlos Muñoz, embajador del Real Oviedo y exjugador del Atlético, ayer ante el edificio de Calatrava. / IRMA COLLÍN

En los escasos minutos que restaban, el partido se convirtió en un correcalles donde pudo pasar de todo. Sin embargo, la esquela del Atlético se escribió entre los tres palos de la portería del Tartiere sobre el que se construyó un complejo que integra el Palacio de Congresos de Oviedo y el hotel donde descansará el Atlético. El enclave evoca los fantasmas de un pasado no tan lejano. 

Algunos de los colchoneros que estarán en el verde esta noche ni siquiera habían nacido. Sí el actual baluarte oviedista Borja Bastón, jugador del fútbol base del Atlético, donde destacó hasta el punto de desplazar de la capitanía a Koke y provocar la salida de Morata.

Pero una rotura del ligamento cruzado anterior el día de su debut con el primer equipo truncó su progresión. Uno de esos canteranos forjados en la filosofía “de padres a hijos” que el cuadro rojiblanco reforzó en los años del hambre, bien distintos del presente duradero de la entidad, valorado a pesar de las calamidades recientes por aquellos que lloraron en el Tartiere.