ORGULLO LGTBI

Las tareas pendientes de World Rugby para castigar y erradicar la homofobia

La posibilidad de que Israel Folau, apartado de la selección de Australia por sus ataque al colectivo LGBTI, juegue el Mundial con Tonga cuestiona el presunto compromiso del organismo mundial contra la intolerancia en el deporte

Israel Folau, en una foto de 2018 con la selección de Australia.

Israel Folau, en una foto de 2018 con la selección de Australia. / Efe

No hay quien le gane a cabezón a Israel Folau, una antigua estrella del rugby australiano envuelto siempre en la polémica por sus ideas homófobas, fruto de unas creencias religiosas que, bajo la apariencia de una supuesta espiritualidad, están a años luz de aproximarse a la realidad terrenal. Apartado hace más de tres años de la selección de su país por proferir frases apocalípticas como “borrachos, homosexuales, adúlteros, mentirosos, fornicadores, ladrones, ateos e idólatras; el infierno os espera”, Folau aguardaba con impaciencia su vuelta a la competición internacional. Tonga, un país un poco más grande en extensión que Andorra, le brindó la oportunidad de hacerlo el pasado 2 de julio.

Ni una voz crítica a su reaparición por parte de World Rugby. Es posible que los creyentes en las meigas y en su famoso dicho de “haberlas haylas”, tengan razón esta vez. El partido del debut de Folau con Tonga se disputó solo un día después de que en Madrid dieran comienzo las Fiestas del Orgullo LGTBI 2022. El ex internacional australiano no aguantó ni media hora en el campo. Se retiró cojeando y su presencia en el resto de partidos de la Copa de Naciones del Pacífico está en el aire.

Ni su cambio de nombre (Isileli en vez de Israel) sirvió para despistar a las meigas. Tampoco su nueva posición en el campo con el número 14 a la espalda (ala derecho) y no como zaguero (15) donde era un referente. ¿El resultado? Tonga perdió 36-0 frente a Fiyi. Como anécdota comentar que su sustituto fue Tima Fainga'anuku, cuyo hermano Leicester se enfundaba ese mismo día por primera vez la camiseta de los All Blacks.

Folau (segundo por la derecha) en su estreno con Tonga, el pasado sábado.

Folau (segundo por la derecha) en su estreno con Tonga, el pasado sábado. / Agencias

La cosa de su homofobia tiene cierta enjundia porque tras disputar durante la primera quincena de julio la Copa de Naciones del Pacífico frente a Fiji, Samoa y Australia, el equipo de Folau tendrá que medirse a Hong Kong, Corea del Sur o Malasia para ganarse una plaza que le permita acudir a la próxima Copa del Mundo a disputar el próximo año en Francia.

El caso es que World Rugby, además de encargarse de quitar España en los despachos lo que había ganado en el campo para estar presente en la próxima cita mundialista, tiene firmado desde hace años una especie de acuerdo protocolario con International Gay Rugby para trabajar juntos en cuestiones que sirvan para educar a jugadores, técnicos y aficionados en los valores de igualdad orientados a desterrar la homofobia en el rugby.

Hechos frente a palabras

Frases grandilocuentes pronunciadas en 2015 tras la firma del acuerdo por el entonces presidente de la World Rugby, Bernard Lapasset, como “esperamos poder colaborar para promover la inclusión, la igualdad y la amistad para comprometer e inspirar a más hombres, mujeres y niños", suenan a rancio solo siete años después.

Cuando se recurre a los valores, y los dirigentes se dan golpes en el pecho para ensalzarlos, es siempre una señal inequívoca de que algo no funciona. "El rugby es un deporte inclusivo que tiene en su corazón valores de pasión, integridad, solidaridad, respeto y disciplina que construyen el carácter. La firma de este acuerdo subraya nuestro compromiso con esos valores y nuestra visión estratégica: un juego para todos, fiel a sus valores”, proclamó Lapasset. 

Pese a toda esta retahíla de buenas intenciones, la posibilidad de que Folau juegue la próxima Copa del Mundo en 2023 no es ninguna utopía. Todo porque se ha conseguido meter en el mismo saco a los que defienden “el derecho de cualquier jugador, técnico y espectador a participar en el rugby sin discriminación por motivos de orientación o identificación sexual” con aquellos que demonizan a los que, sin ser distintos, se sienten diferentes.

International Gay Rugby

Los deseos explícitos rubricados en Dublín de colaborar con la International Gay Rugby “para promover la inclusión, la igualdad y la amistad a medida que el rugby continúa alcanzando, involucrando e inspirando a más hombres, mujeres y niños que nunca”, forman parte de un discurso más posibilista que realista.

En el rugby, el primer jugador profesional en hacer pública su condición de homosexual, 20 años antes de la firma del Memorando de Entendimientos suscrito entre World Rugby y la International Gay Rugby fue Ian Roberts, un inglés que emigró a los dos años con sus padres a Australia. Él mismo confesó en 1995 que había tardado mucho en dar el paso para eludir los insultos y las críticas a su familia. Sabía lo que podía ocurrir. Había muy pocos precedentes y, por cierto, nada halagüeños. Sin embargo, el final llegó a la conclusión de que “no puedes proteger siempre a la gente de ser quien eres”.

En fútbol, por ejemplo, un jugador inglés de origen nigeriano (Justin Fashanu) había decidido cinco años antes dar el paso de reconocer su homosexualidad y le salió muy caro. Su confesión le valió el desprecio de los aficionados, de jugadores y hasta de su hermano. En 1998 se suicidó cuando le acusaron sin pruebas de haber abusado de un menor. “No quiero ser más una vergüenza para mis amigos y familia, espero que el Jesús que amo me dé la bienvenida y finalmente encuentre la paz”, dejó escrito en su carta de despedida. Nunca se pudo demostrar su culpabilidad.

El caso de Thomas

Los aficionados al rugby aún recuerdan las palabras del mítico capitán galés, Gareth Thomas quien, tras su retirada de la alta competición, se atrevió a describir el infierno que había tenido que atravesar antes de confesar su homosexualidad en 2009. “Ha sido realmente difícil para mí esconderme de quién realmente soy y no quiero que sea así para el próximo joven que quiera jugar al rugby o para cualquier otro chico asustado”, dijo en una entrevista al 'Daily Mail'. Un lustro después recibió una brutal paliza en plena calle por ser gay.

El rugby, o sea, los jugadores que no los directivos, respondieron de la mejor manera posible. Lucieron en sus botas cordones con los colores arco iris. Fue en un 'test match' celebrado en Roma a los pocos días del incidente entre las selecciones de Italia y Nueva Zelanda.

También hay clubes históricos que pasaron de las palabras a los hechos. Es el caso del Biarritz Olympique Pays Basque, ganador de cinco ligas en Francia y de una European Rugby Challenge Cup. Los vascos, tras lograr el acenso en 2021 al Top14 al derrotar a sus vecinos de Bayona, hicieron público un acuerdo de patrocinio con Grindr, tal vez la aplicación de citas más activa dentro del colectivo LGTBI, ya que tiene una base de casi 14 millones de usuarios repartidos en más de 200 países.

El club al que dio tantos años de gloria su mítico jugador Serge Blanco lleva mucho tiempo implicado en campañas en contra la homofobia, algo que se encarga de recordar cuando se entra en su perfil de Twitter donde aparece la bandera arco iris en un sitio preferente.

73 veces internacional

El caso de Israel Folau traspasó lo deportivo porque su ausencia forzada en el Mundial de Japón de 2019 fue mayoritariamente bendecida por unos y criticada por un sector minoritario del país. Se trataba de un jugador que había sido 73 veces internacional con Australia. Ese pedigrí le hizo sentirse fuerte y lo cierto es que nunca quiso dar marcha atrás. Su fe era inquebrantable y no daba la impresión de que pudiera cambiar de opinión de la noche a la mañana.

“Primero, y ante todo, ahora vivo para Dios (…). Creo que sus planes para mí son mejores de lo que sea que yo puedo pensar. Si son que deje de jugar, que así sea”, comentó al periódico australiano 'Sydney Morning Herald'. Folau solo se limitaba a poner voz a los libros que había leído desde pequeño donde se recogen las enseñanzas de la Alianza Evangélica Mundial, una variante del protestantismo que profesan más de 600 millones de personas en todo el mundo.

En un país laico como Australia, sus creencias causaron un gran malestar. Y eso que le habían advertido para que no utilizara las redes sociales como herramienta de difusión de sus ideas religiosas. ¿El motivo? A lo mejor tuvo algo que ver el hecho de que sus soflamas homófobas llegaran después de que el Gobierno hubiera convocado un plebiscito en la isla sobre la legalización del matrimonio civil entre personas del mismo sexo. Falau desoyó todas las críticas y advertencias que le hicieron los máximos dirigentes del rugby en Australia que, al final, optaron por acusarle de haber cometido una violación de alto nivel contemplada en el código de conducta de los jugadores profesionales.

Todo acabó con su expulsión de la selección cinco meses antes de que diera comienzo la Copa del Mundo. La decisión no fue fácil porque se trataba de apartar del equipo al cuarto jugador con más ensayos en la historia de los Wallabies (37), solo por detrás de David Campese (64), Chris Latham (40) y Adam Ashley-Cooper (39).

Indemnización

El jugador tampoco entonces dio muchas muestras de arrugarse. Demandó a la Federación por su despido, y exigió más de ocho millones de euros en concepto de indemnización. “Ningún australiano de ninguna confesión debería ser despedido por practicar su religión”, alegó en su defensa. Al final las dos partes llegaron a un acuerdo que no llegó a trascender a la opinión pública.

La vergonzosa confidencialidad sobre lo sucedido manda más en estos casos que la publicidad a la que muchos aficionados creían tener derecho. Ni siquiera se desveló el secreto de si iba a cobrar los casi cuatro millones de euros que iba a ganar hasta 2022 si no le hubieran apartado de la selección. Una palmadita en la espalda, unas disculpas por parte de ambos muy poco creíbles, y asunto resuelto. Al menos, en lo que a la cuestión pecuniaria se refiere.

En estos tres últimos años Folau nunca ha mostrado arrepentimiento alguno por sus ideas homófobas. Ha militado en los Catalans Dragons, un equipo francés de Rugby League, también conocido como rugby XIII, y en los Shining Arcs de Tokio. Con el actual cambio de normas que permiten a un jugador defender los colores de otra selección distinta a la que debutó si han transcurrido tres años sin disputar un partido oficial, Israel Falau es uno de los beneficiados.

El seleccionador de Tonga, Totai Kefu, un antiguo compañero en el equipo de Australia quiere rehabilitarle deportivamente sin exigirle nada a cambio. Así que durante la primera quincena de julio Folau podrá debutar con los tonganos de la mano de otros tres 'all blacks' que también se han acogido a las nuevas normas de elegibilidad Charles Piutau, Malakai Fekitoa y Augustine Pulu.